Norge Espinosa
No soy yo quien tiene que destacar la obra de Marta María Pérez Bravo, pero sí uno de sus admiradores más devotos. Ahora mismo, en el Ex Teresa, el viejo convento de las carmelitas descalzas devenido en galería para el arte contemporáneo, conciertos y otros eventos culturales, se expone ahí su muestra Un símbolo es una verdad, que recoge en un amplio haz instalaciones, fotografías (la parte más conocida y celebrada de su obra), videos, como parte del Festival Internacional FotoMéxico, que organiza el Centro de la Imagen.

Junto a otras importantes fotógrafas (Lola Alvarez Bravo, Maya Goded, Carla Rippey, Angélica Daas, o Nan Gokding, entre otras), la artista cubana, que arriba en este 2019 a sus 60 años sigue dando muestras de vigor gracias a esa relación tan intensa que ha mantenido con su cuerpo y su fe a lo largo de una trayectoria que, desde que se radicó en México, en 1995, ha seguido ganando adeptos y estudiosos.
La extraordinaria limpieza y precisión de sus ejecuciones, la carga de numerosos sentidos en sus series fotográficas, la búsqueda una verdad que si bien remite a la santería, a los cultos religiosos de una cubanidad que se entiende como misterio, sobrepasa esos asuntos y preserva algunas leyes fundamentales de un secreto que es la relación entre el Cuerpo y la Nación; todo eso se combina para iluminar una obra que siempre dialoga consigo misma, en una manifestación auto consciente, desde un discurso que ha eludido el coqueteo con temáticas y otras estéticas de moda para aferrarse cada vez más a su médula.

Trabajando sobre el blanco y negro de sus fotos, que me remiten siempre a las de Lydia Cabrera en sus libros imprescindibles, extendiendo esa concepción a ramas, conchas, tierra, materias elementales, el agua misma y la luz, la muestra curada por César González-Aguirre recodifica varias de estas obras al ubicarlas en el convento mismo, con su fachada barroca y su interior neoclásico, haciendo dialogar estos proyectos de fe con los restos de la vocación católica que alguna vez dominó entre estos mismos muros. Me alegró tropezarme con esta exposición, que seguirá abierta hasta enero del año entrante. Y pensar en Marta María como pienso en Belkis Ayón o Rocío García: mujeres de esa Isla que nos siguen revelando alucinaciones y desafíos provenientes de esa tierra, cada una de ellas tan segura de su propia voz.
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