El feminismo temprano y el conceptualismo no fueron ajenos a dos artistas argentinas claves en la historia del arte del nuestro continente, Lea Lublin y Liliana Porter. Ambas terminaron viviendo fuera de la Argentina, una en Francia y la otra en New York. De Lea Lublin estoy loca por escribir pero tengo metida entre ceja y ceja la idea de que tal vez, solo tal vez, haya conocido a Severo Sarduy en París, y al no encontrar dato alguno me desinflé pero es algo en punta (si  alguien puede ofrecerme alguna pista). Liliana Porter, por su parte, exhibe su primera retrospectiva en el Museo de Toulouse Les Abattoirs.

Se trata nada más y nada menos quede un centenar de obras, entre históricas y recientes, que ponen de manifiesto cómo esta artista mujer expandió los límites del arte conceptual y transformó la instalación en imágenes poéticas”. La muestra de Liliana Porter se titula El juego de la realidad. Desde los años 1960 hasta hoy.

La multifacética Porter ha incursionado en casi todos los soportes conocidos en el escenario de las artes visuales: grabado, pintura, escultura, instalación, y por último la video-animación. Esto, junto a la coherencia de sus ideas la convierte en una artista total que va desde el activismo político más comprometido hasta el gesto mínimo y poético con peso en la memoria y la metafísica, el paso del tiempo y s connotación en un espacio-contexto determinado.

Como el título lo insinúa esta exposición explora el origen de la imagen, los códigos de la representación, la percepción, y el punto de vista (perspectiva) pero no lo hace desde la densidad intelectual pedante sino desde un acercamiento que implica lo poético entrañable. Es, a qué negarlo, una expo que redunda en torno al lenguaje de manera implícita.

En 1961 Liliana Porter se muda a Nueva York y no pierde tiempo. Junto a Luis Camnitzer y José Guillermo Castillo funda en 1964 el New York Graphic Workshop, cuyo eje giraba en torno al grabado y su magnetismo y eficiencia para discursar políticamente sobre la realidad circundante. El grabado y en su caso básicamente la serigrafía como herramienta crítica que permite aquello que Benjamin llamó “recepción en la dispersión” y la educación política de las masas gracias a la naturaleza reproductiva del grabado y a la pérdida cultual del eje autoral y del aura. La experiencia colectiva a gran escala le roba el show al elitismo ensimismado de la modernidad y eso otorgaba ventajas comunicativas. Tal vez como ningún otro, el grabado permite historizar en tiempo real. El grabado es un aliado generoso del activismo.

Posteriormente, en los 70´Liliana acudiría a la fotografía e “e integró imágenes de su propio cuerpo a dibujos, principalmente murales, como un eco de las preocupaciones de las artistas feministas de la época”.

El juego de la realidad. Desde los años 1960 hasta hoy es una pulcra y exquisita exhibición que puede ser entendida en dos fases. Una que abarca lo explicado anteriormente, y a la vez que “propone una nueva lectura del contexto histórico, artístico y social de este período. La segunda parte reúne un grupo de sus instalaciones, dos de ellas realizadas especialmente para Les Abattoirs. Presentes en su práctica desde hace un par de décadas, estas instalaciones están hechas de figuritas y objetos populares recolectados en mercadillos a lo largo de sus viajes, los que también aparecen en sus pinturas y videos”, según explica la revista Artishock.