Pudiera decir que esto que comparto es historia de nuevo tipo, mini lecciones; que es una parodia de Este día, aquel bocadillo de la televisión cubana, que es un ejercicio instruido de memoria y humor para colmo bien escrito. Puedo escribir un ensayo pero no. Mezclar lo entrañable con la disciplina no se me da bien.
Todo esto viene de su muro de Facebook e inaugura en mi blog una sección titulada “Un día como hoy”. Las publicaré obviando el orden cronológico. Si uno de ellos logra llegar a un mural de los CDR significa que sirvió. Ríanse fellas que mi mamá se reía.

Pescao (Alcides Herrera)
Un día como hoy, más futurista, en 1960, ya sin Camilo, la micro brigada que hizo Brasilia decidió que esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar. ¿Las consecuencias? Inauguraron Brasilia sin terminar. Me explico: en el Palacio de Planalto ya se podía gobernar, pero no se pudo cagar ni hubo agua caliente hasta que los plomeros terminaron su amistoso partido de fútbol con los electricistas, partido que no logró ganar nadie pues se mataron entre ellos cuando el cubano Roberto Mendieta metió un gol con las manos “porque me sale de la pinga, vaya, quiero más caipirinha, pedazos de mierda, soy agente secreto, viva Fidel, viva Vilma Espín”. A la Plaza de los Tres Poderes le faltaba uno, cosa que disgustó mucho durante la Ceremonia a Lucio Costa, principal urbanista del Proyecto que secretamente odiaba porque no fue levantado junto a su apellido sino en la “puta selva de la madre que los parió”. El arquitecto que lo ayudó un poco ahí en las decoraciones, era un mar de sonrisas cuando la delegación cubana desfiló, cantando el pegajoso coro: “Oscar Niemeyer, el Pueblo te saluda sin saber quién eres”. Como no estaba familiarizado con el español, pensó todo el tiempo que los cubanos habían dicho “Oscar Niemeyer, para los cubanos ya eres una especie de dios menor, un ejemplo a seguir, y nos enaltece estar frente a alguien que ha logrado convertir lo intrincado de la selva en un faro de las tierras de nuestra América pobre, unida y mestiza, en una reivindicación de concreto por la que sin duda los Imperialistas no pasarán”, por eso estaba tan feliz. Por eso y porque las caipirinhas que no logró beber Roberto Mendieta, que en paz descanse, las tenía él. Brasilia, en la que viven más de 2.481 millones de brasilenses o candangos, y también gente de Río y Guanajay (bueno: 2.480: me acaban de notificar que Yarusnaviesky falleció -el médico, el hijo de Nena, la que pintaba uñas), también es conocida como el Alamar de Sudamérica. El Ayuntamiento entregó por error, a principios de abril, las Llaves de la Ciudad al colectivo intelectual Gente de Zona y éstos, en gesto inédito, las devolvieron. “Patrás ni pa coger impulso, el Mío; ¿captaste?”, declararon al unísono -y de paso al periódico ultraconservador de Brasilia, el “Viva Vladímir Ilich Uliánov Lenin”.
PS: Críticos del Proyecto Brasilia opinaron, en las afueras del diario comunista “Karl Marx ha muerto”, que lo que mejor quedó de la Ciudad fueron las nubes.
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