Pongo solo un ejemplo de hace algunos años. En marzo de 2012 tuvo su primer opening el proyecto Galería Avistamiento de José Busto en un apartamento en un edificio del Vedado habanero, acondicionado para galería. El espacio se mantuvo abierto durante un año, Busto realizó unas 7 exposiciones, en su mayoría de artistas jóvenes. Pero el apartamento era rentado; y un buen día el dueño le exigió a Busto que tenía que irse, sin más explicaciones. ¿Habrá sido locura del inquilino? ¿Cómo es que le dices a alguien que ha transformado tu apartamento en galería, de un día para otro, y sin explicación coherente, que se acabó el contrato (que en Cuba siempre es de palabra, sin respaldo legal)? No hay que tener un pensamiento paranoico para imaginar que ese sujeto fue presionado, quizás de manera drástica, a actuar de esa manera. Mira que fácil, ni siquiera los agentes de la seguridad tuvieron que sentar a Busto y decirle que su proyectico de galería privada y glamorosa no tenía cabida en un país socialista. Golpearon en el punto débil, y la cadena se desarmó sin evidencias a la vista. Pero ese es un modus operandi ya bien conocido, sobran los ejemplos.
En el caso de la gestión de las galerías estatales, los curadores no cuentan con la autonomía suficiente para desarrollar un trabajo sistemático, consolidar una nómina, un perfil propio, una cartera de clientes, etc.; sus proyectos muchas veces son torpedeados o vedados por el jefe de turno, más preocupado las más de las veces por conservar su cargo que por defender ante las instancias “de arriba” las iniciativas de sus galeristas; pero también por la censura que ejerce el CNAP, que filtra en última instancia los programas de exposiciones anuales de todas las galerías, incluidas las comerciales. Si a la presidencia del CNAP le resulta sospechoso algún artista, alguna exposición, alguna obra, pues no se aprueba, aunque tenga un potencial comercial, aunque sea un artista importante, o que vende, aunque se una idea bien fundamentada por el curador; no importa, primero la corrección política, y después todo lo demás. Con ese nivel de injerencia, centralización de las decisiones, arbitrariedades y autoritarismos muchas veces basados en la ignorancia y/o el oportunismo campante de quienes dirigen, incapaces de instrumentar una mediación eficiente, una interface, entre los creadores y el poder político, es totalmente comprensible que la galerías estatales sean una pasarela, un flujo continuo de curadores y artistas, sin que nadie pueda consolidar un trabajo, y tod@s, en algún momento, deciden marcharse.
Un vistazo al medio editorial
¿Cuál es el estado actual de las publicaciones especializadas en artes visuales de la institución estatal? ¿Alguien pone en duda que están cada vez más desfasadas, adormecidas, anacrónicas, sin la más mínima influencia en la dinámica actual? Por ejemplo, ¿cuánto tiempo hace que el tabloide Noticias de Arte Cubano debió haber pasado al ecosistema digital? ¿Quién quiere leer hoy un periódico que mancha las manos, con pésima calidad de impresión, y que además es un fantasma, no circula? ¿Hay que ir a un estanquillo de esos perdidos por ahí a comprar Noticias de Arte Cubano? ¿En serio… con la cantidad de textos que andan circulando en la red? ¿Es tan difícil convertir Noticias… en un magazine online, dinámico, vivo, interactivo, una plataforma de discusión en tiempo real?
El otro caso crítico desde hace mucho tiempo es por supuesto la revista Artecubano. Comencé mi carrera como crítico en esa revista, apenas acabado de graduar, pero hoy ya no me entusiasma en lo más mínimo publicar en sus páginas. Alguna portada de los números recientes me horrorizó, parecía más una revista de propaganda política que una revista de artes visuales. Con ese impacto “desautomatizador” a primera vista, ¿quién se anima a leer lo que hay dentro? Hace años que el sello editorial Artecubano debió crear un ecosistema online para sus publicaciones. En nuestra región el ejemplo más representativo de ese formato de revista especializada en artes visuales, pero sin llegar a ser una publicación académica, es ArtNexus, fundada en 1976. Hoy ArtNexus es una plataforma online que comercializa varios productos editoriales, puedes suscribirte, recibir notificaciones, comprar la revista tanto en formato digital como físico, la colección entera si quieres, además de catálogos, libros, etc. Pero aquí andamos todavía imprimiendo un puñado de revistas, cuando se puede por el alto costo, que se lanzan con un año o más de retraso (el dossier sobre la Bienal llega cuando nadie se acuerda ya del evento de marras), apenas circulan y se venden a un precio módico. Los artistas, críticos, curadores y demás lectores interesados que moran en las provincias ni las ven, llega algún ejemplar de vez en cuando a las sedes provinciales de la UNEAC, con años de retraso; ¡más retraso aún! ¿Y fuera de Cuba, alguien leerá Artecubano?
Entonces ladies and gentlemen, la competencia arrasa, no deja títere con cabeza. ¿De qué se quejan? El panorama editorial alternativo, autogestionado, lo está haciendo bien. Artcrónica, el proyecto de David Mateo, comenzó siendo una revista “quemada” en un CD-ROOM. Hoy es una plataforma web con todas las de la ley. La revista centrada en el arte contemporáneo cubano ya cuenta con diecisiete números; y el ecosistema online Artcrónica tiene como ocho secciones: Circuito, Galería, Programación, Librería, Directorios, Enlaces, AC Noticias y Somos. Justo lo que decía antes con el ejemplo de ArtNexus. Pero en el CNAP y en Artecubano Ediciones no se enteran. En un medio cultural y comercial tan competitivo como el artístico, si no gestionas tu producto con eficiencia, creatividad, dinamismo, inmediatez, flujo interactivo, amplio despliegue en las redes, promoción constante, marketing, etc., pues nadie te ve, ni te lee, no existes, no influyes, careces del más mínimo poder en la res publica; y eso es lo que le viene pasando desde hace rato a la gestión editorial del antaño monopolio institucional estatal. Algo que no es culpa del Bloqueo norteamericano, ni de los millones que “el enemigo” destina a la subversión política en Cuba, sino de la incapacidad e ineficiencia de la burocracia institucional.
Pasé dos años en Brasil realizando un posdoctorado. ¿Qué leía desde el remoto gigante suramericano para no perderle demasiado el pulso a la movida del arte cubano? Pues a El Señor Corchea de Elvia Rosa Castro, que lo está haciendo de manera excelente; a Rialta Magazine, que tiene un espectro editorial más amplio, de crítica cultural, al igual que Hypermedia Magazine, que cubren cine, literatura, artes visuales, crítica social. También El Estornudo, con textos puntuales de crítica de arte, algunos deliciosos de mi amigo Héctor Antón. ¿Dónde pude publicar durante esos dos años? Pues en Artcrónica, en El Señor Corchea, en OnCuba, porque son espacios que gestionan los textos, no importa dónde tú estés. La gente se conecta, y ves tu texto publicado donde quiera que estés, le puedes hacer promoción en tus redes y seguir las reacciones. Esa es la dinámica del siglo XXI.

Esos proyectos editoriales alternativos, independientes, autogestionados que he mencionado, y otros, como ArtonCuba en su momento, son los que están marcando la pauta, sin dudas, en el relato que se escribe en tiempo real sobre el arte cubano contemporáneo. Porque, desde el siglo XVIII, esa es la función de la crítica de arte y cultural en general, tomarle el pulso en tiempo real a los procesos artísticos y culturales. Con un año o más de retraso editorial ninguna publicación puede hacer eso. Y sin existencia online, tampoco. Además, el debate, el diálogo cruzado, la competencia, el pugilato, el contrapunteo que se viene dando entre estos espacios editoriales es una evidencia rotunda de lo necesarias que son las iniciativas de gestión cultural alternativas a un sistema editorial y promocional pautado por el mecenazgo estatal. Esos medios representan la posibilidad de un debate más amplio, menos controlado, más democrático e inclusivo, más dinámico e inmediato; sin un arbitraje ideológico autoritario que corte el juego cuando este excede los márgenes de tolerancia del poder estatal, cómo ha sucedido en Cuba por lo menos de manera explícita desde 1961. La realidad es que hoy la mayoría de los críticos, sobre todo las generaciones más jóvenes, dan muestras evidentes de preferir publicar en esos magazines online que acaparan la atención en Facebook con un bombeo constante de textos. En mis tiempos de iniciación, y hablo de apenas poco más de una década, la gran ilusión de un recién egresado de Historia del Arte era publicar en Artecubano. Recuerdo el entusiasmo de Piter Ortega cuando clasificó su primer textillo allí; y el mío también (risas).
Ahora bien, aquí quiero puntualizar algo que no se puede tratar a la ligera. En mi consideración los dos universos editoriales son importantes. Las publicaciones de la institución oficial son importantes, tienen un rol que jugar, aunque posean la limitación de que en última, o en primera instancia, responden a los intereses políticos e ideológicos del Estado. Pero bien gestionados por profesionales competentes, y con los recursos que existen empleados acorde a las dinámicas actuales, pueden darse el lujo de trabajar ajenos a los imperativos del mercado, que es por otra parte el talón de Aquiles de los proyectos editoriales que tienen que ser rentables para sobrevivir. ArtonCuba después de varios años de existencia dejó de imprimirse, porque una revista de arte es muy cara, y para sobrevivir tiene que trabajar abrazada al mercado. Por el contrario, una revista como Artecubano sobrevive, pese a la magnitud de la crisis, y mal que bien va dejando una memoria, un rastro. Ese es su principal valor, pero pudiera hacerse mucho mejor, como de hecho aconteció en sus años iniciales. Tener la posibilidad de trabajar sin la necesidad de una complicidad con el mercado quiere decir tener la posibilidad de oro de centrarse en la producción que realmente posee un valor artístico y debe ser registrada para la posteridad de la memoria cultural de la nación.
¿Cuál es el problema? La mediación política, cierto. También la dependencia del mercado es un problema. Nada que lleve recursos es totalmente independiente. Ahí es donde la gestión de los editores inteligentes es clave. Artecubano Ediciones, como institución, debe funcionar como una interface para el diálogo entre el poder que pone el dinero, el Estado, y el campo de la creación, la crítica y la historiografía del arte. Hay que hacerle saber al Poder que el valor artístico no puede ser negociado, ni escamoteado, ni excluido por puntuales circunstancias ideológicas, porque después es la historia la que pasa la cuenta. Ahí está la década del sesenta para atestiguarlo, con Antonia Eiriz, Chago, Fonticiella, Umberto Peña, Raúl Martínez, Servando, Mendive, entre otros creadores marginados o incomprendidos en su momento, y reconocidos hoy como clásicos sin discusión del patrimonio artístico cubano. El Gobierno debe acabar de comprender que para hacer propaganda ya cuenta con demasiados medios masivos de comunicación. Una revista de arte es una revista de arte; y hay que escribir de lo que hay que escribir, y sobre quien lo merece, sin que medien los imperativos ideológicos que se miran al ombligo –por lo general abultados ombligos.
Con relación al ecosistema de publicaciones autogestionadas, incluso hoy estamos entrando en una peligrosa etapa en que la competencia mutua da signos de beligerancia, como demuestra de manera clara la querella de Henry Eric (Hypermedia) con David Mateo (Artcrónica). Henry le reprochó a Mateo la falta de rigor editorial y el titubeo con temas delicados, tomando como escarnio un mapa de Rubén del Valle & Isabel Pérez en el que omitían algunos proyectos alternativos de la escena habanera como el de Bruguera y Otero Alcántara. En el debate intervino Elvia Rosa Castro desde El Señor Corchea, que tuvo a su vez una réplica de Virginia Ramírez publicada en Hypermedia; además del público activo que compartió, dio like, corazones, caritas enojadas y dejó sus comentarios en los muros de Facebook.
Ese tipo de competencia agresiva también parece avecinarse con respecto a la legitimación de los espacios de exhibición y comercialización privados, como se ha podido intuir en el debate desatado otra vez desde las páginas de Hypermedia con motivo de textos de Magela Garcés y Jorge Peré, respectivamente. Magela en una entrevista coral pone a hablar a Ezequiel Suárez, le busca la lengua, y este ni corto ni perezoso arremete contra El Apartamento, Garaicoa y Sandra Ceballos. A estos dos artistas les tilda de mafiosos. Sandra respondió de inmediato, primero en Facebook y después en El Señor Corchea. Por su parte, el texto de Jorge Peré es una legitimación apologética de El Apartamento, y comete dos excesos excesivos al decir, primero, y cito: “El Apartamento, primera galería “independiente” en el marco de la política estatal socialista”; y segundo, dice esto de Christian Gundín: “lo hemos visto construirse un criterio y superar la común expectativa del circuito local, reeditando, tal vez desde una mejor versión, un mito que ya suponíamos irrepetible: la orgánica gestión y el carisma del fallecido Luis Miret.
Por supuesto, Hypermedia, lejos de aplacar el fugo prendido por la descarga de Magela, le echó más combustible al debate. Recuerden, Henry Eric le reprochó a David Mateo dar espacio en Artcrónica a un texto de Pérez & Del Valle en el que en un intento de mapear la escena incluida la alternativa, omiten algunos proyectos de artistas. Pero, después Hypermedia aprueba (¿nadie se dio cuenta del dislate?) un texto en el que Peré se salta con garrocha olímpica a todos los proyectos de galerías privadas que lo intentaron antes que El Apartamento, afirmando que esta es ¡¿la primera?! “en el marco de la política estatal socialista”. Además, Christian nunca ha trabajado solo, desde el comienzo se hizo acompañar de dos excelentes curadoras, que sí tienen formación en Historia del Arte y tuvieron un entrenamiento previo en la Galería Servando, como Lida Lilian y Liatna Rodríguez. Por eso los logros (indudables) de El Apartamento deben ser mejor distribuidos, y las causas profundas esclarecidas, como le señalaron a Peré desde Facebook en sus agudas réplicas Yole López, Janet Batet, Sandra Contreras, Merly K. Izquierdo y por supuesto Sandra Ceballos.
El síntoma es claro. Con los espacios tanto expositivos como editoriales oficiales en una situación de mortandad agonizante, la escena alternativa amaga con comenzar a dispararse a sí misma, están saltando pequeñas guerrillas por aquí y por allá. A falta de consistencia del oponente externo común (el monopolio estatal), la escena alternativa peligra con devorarse a sí misma, lo cual no es bueno. Este es un medio competitivo pero hay espacio para todos. Hay mucho que escribir y visibilizar, mucho arte que exponer y curar. Mucha historia por escribir y por potenciar. Siempre que se trabaje con seriedad, rigor y responsabilidad, habrá espacio para todos. Dejémosle la balacera egocéntrica al gremio del reguetón, ese es su patrimonio. Con chancleta en la mano, pelo suelto y palabrotas no se construye la historiografía del arte cubano, ni se construye nada, a no ser un circo evanescente.
(Continuará)
Imagen de portada: Carlos Montes de Oca: El arte purifica.
Primera parte del texto:
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Esta segunda parte incluso me gusta más. Como soy por fuerza mayor alternativo -viviendo en el margen literal de la metrópolis cultural del país, nada más y nada menos que en Pinar del Río, en tiempos de cuarentena, y sin trabajar desde hace tres lustros en nada vinculado al estado- entiendo perfectamente los efectos nocivos, paralizantes, de los estancos oficiales, la intermediación parásita por decreto de las “instituciones comercializadoras” oficiales, la censura y su reverso en el posicionamiento y legitimación políticamente interesados de los “órganos de relación” estatal, la falta de oportunidades y espacios constantes, coherentes y abiertos para el diálogo y la publicación, los “quítate tú pa’ ponerme yo” al estilo reggaetonero y el canibalismo de espacios, iniciativas y proyectos tanto en las instituciones estatales como entre las alternativas, una “competencia” donde más que avanzar juntos a menudo nos estorbamos mutuamente. Es cierto, es imposible hablar del arte cubano que es y del que vendrá sin discutir estos problemas de la “sociología del arte” y la “teoría institucional”. Gracias
A mí esta también me gustó más. Tal vez porque me toca de cerca en varios sentidos. Siempre he sido de la opinión de que una revista impresa de artes visuales sí debe existir. Es costosa pero puede autofinanciarse con publicidad. Eso lo demostramos una vez con un número de Artecubano. Pero esa revista sí debe tener un avatar digital y el tabloide por Dios! hace rato debía tener un sitio. Eso para el estado es nada. Respecto al tema del lleva y trae y las parcelas no puedo traducirte cuánto sufro.