La propuesta de Capaz trata de recuperar la sensualidad en un territorio que tiene, como sabemos, una alta dosis de ácido ético. Trata de desentumecer las dependencias y ataduras a un orden preestablecido en virtud de la elección individual basada en lo frugal –que no sacrificio-; en lo honesto –que no tonto-; en la ausencia de miedo –que no bravuconería. En la apatheia –que no cinismo absoluto.
En el año 2007, cuando se realizó aquel montaje de reunión con intelectuales cubanos en la Casa de las Américas en calidad de “cierre” del debate o la conocida “guerrita de los emails”, uno de los dos, Chaguaceda o Guanche increparon a Abel Prieto, asesorado oscuramente por Elmo Hernández, con el argumento de que la Revolución Cubana había desechado de su discurso emancipador la noción de felicidad individual. Para ello, decían era necesario un referéndum y consulta con las personas para que estas pudieran expresar su idea acerca de la prosperidad y la felicidad. Aquello era demasiado y le puso la tapa al pomo, o mejor dicho fue el doble seis que trancó un dominó cerrado de antemano. Allí nada tenía sentido.
Ataraxia es una muestra inaugurada en Casa 8, La Habana. Su autor es José Capaz y su planteamiento resulta extremadamente ajeno en un contexto donde impera la robustez axiológica, tanto política como artística. Pero que resulte ajeno no significa impertinente. Todo lo contrario: algo así es muy necesario. Hace rato se acuñaba una vuelta a lo sensorial frente a tanto conceptualismo sin embargo quedó a nivel fenoménico y los sentidos. La propuesta de Capaz trata de recuperar la sensualidad que tiene, como sabemos, una alta dosis de ácido ético. Trata de desentumecer las dependencias y ataduras a un orden preestablecido en virtud de la elección individual basada en lo frugal –que no sacrificio-; en lo honesto –que no tonto-; en la ausencia de miedo –que no bravuconería. En la apatheia –que no cinismo absoluto.



Comparada muchas veces con el Nirvana, Ataraxia es en griego, ausencia de perturbación. El filósofo sudcoreano Chul-Han cuando habla de la necesidad del reposo en medo de toda esta “economía de la atención” que nos rodea posiblemente esté diseñando una concepción contemporánea de la ataraxia. También, esto lo lanzo al ruedo, Epicuro puede haber sido el antecedente occidental más antiguo de la idea del ser para la muerte de Heidegger. Todas estas posibles aristas pueden desprenderse de la muestra de José Capaz, quien en el siguiente statement no quiere dejar cabos sueltos:
“El pensamiento contemporáneo es totalmente sumiso, copia constantemente el de siglos pasados y la apatía se ha tornado un vicio colectivo, asociable con el antiguo concepto de ataraxia formulado por los griegos, al cual suplanta y deforma hasta hacerlo irreconocible. Se puede decir, quizás, que ya los griegos habían profetizado esta sumisión y apatía. Bello cual sus obras de arte, así fue el pensamiento que nos legaron, pero ambos, inevitablemente, han experimentado la decadencia, se han alejado de su núcleo original. La ataraxia contemporánea, más que con un estado ideal, se asocia a un padecimiento, un estigma, una limitante para las posibilidades del individuo y la sociedad. Es el contexto donde proliferan aquellos que Schopenhauer denominase como “cabezas vulgares”, incapaces de entender lo más sencillo, y por tanto impedidos de alcanzar lo trascendente, a pesar de ser esta la finalidad que les obsesiona.



Dentro de este marco, lo que entendemos como razón y reflexión son también esfuerzos mal encaminados, productos de una deformación en el entendimiento y percepción de la realidad, a un tiempo ajena y omnipresente. Poblamos el mundo con simulaciones que han llegado a suplantarnos. En lugar de generarlas, hemos pasado a convertirnos en una extensión más de las mismas.
Volver a relacionarnos con un estado ideal, utópico, pero imaginable, es el impulso que guía mi ejercicio pictórico, una búsqueda por rescatarnos del anhelo autodestructivo que parece permearlo todo, principalmente a nivel de pensamiento. Los escenarios simbólicos que he creado dialogan con ese estado límite en el que se encuentra el hombre contemporáneo, y aspiran a señalar la necesidad de un cambio. La búsqueda de la serenidad y la felicidad como fines individuales parecen haber perdido toda relevancia, hemos dejado de creer en ellas como estados posibles del ser. Practicar la ataraxia en su sentido original, se torna hoy un reto aún mayor, pero es quizás justo lo que necesitamos para despertar del letargo de lo real”.
Ataraxia fue inaugurada el pasado 29 de febrero en Casa 8. Calle 8 entre 13 y 15, Vedado.
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