Ricardo Miguel Hernández (1984)

Cuando el recuerdo se convierte en polvo, 2018-2020

La fotografía de pretensión artística y yo, ambas, somos unas privilegiadas. La primera ha tenido en Ricardo Miguel un giro saludable y necesario; yo, pues tuve la suerte de visitar esa voltereta y exponerla en mi última exposición A stone in a shoe durante la Bienal de La Habana. Regresaron con ella el ingenio y la calidez artesanal del fotocollage engarzando historias con una elegancia fuera de serie.

Ahora, Cuando el recuerdo se convierte en polvo está expuesta The South Florida Latin American Photography Forum (SoFLaFoto), creado en mayo de este año por William Riera. Se trata de una hemrosa iniciativa que dará mucho qué hablar…para bien. El Foro Latinoamericano de Fotografía del Sur de Florida (SoFLaFoto) asume el desafío de localizar, recopilar, organizar y compartir la información relacionada con las obras de fotógrafos que han documentado o están documentar la vida de la comunidad latinoamericana, y también las obras de quienes han documentado o están documentando la región latinoamericana (Hispanoamérica, Brasil y Haití) y los muchos temas que son relevantes para la comunidad como la memoria, la historia, la diáspora , inmigración, identidad, familia, religión, cuestiones de género, racismo, adicción, desigualdad, derechos LGBTQ, etc., todo dentro del ámbito de la fotografía contemporánea, documental y callejera. Además, colabora con artistas, curadores e investigadores de fotografía latinoamericana y obras de arte basadas en lentes.

Pero volvamos a Ricardo Miguel. Yenny Hernández Valdés, su curadora explica lse rie como sigue:

Vistas amplias de los campos de Cuba; jóvenes lanzándose al mar desde el muro del malecón; la zafra azucarera; retratos de mujeres y hombres pudientes, y otros en sus jornadas de trabajo; autos de época como los almendrones; personajes icónicos o el pueblo en su masividad; la mujer en escenarios contrastantes y reveladores; el sombrero de guano, las botas, el uniforme militar y escenarios diversos de la geografía cubana, así como de otra diferente, constituyen algunas de las micro-historias que se reúnen en los fotocollages que Ricardo Miguel Hernández compendia en su serie Cuando el recuerdo se convierte en polvo (2018-2020).

El artista acumula fotografías antiguas, datadas entre los años veinte y ochenta del siglo pasado; las clasifica cual archivos coleccionables por temas, dimensiones, formatos y posibilidades de representación. Nada es gratuito aquí: cada recorte o añadidura constituye un micro-documento, una significación determinada que al ser maridado con otra parte de un archivo diferente, deviene en un enunciado estético totalmente nuevo, cargado de lecturas y derivaciones conceptuales tan diversas como diversas vienen a ser también los posibles empalmes que el artista se proponga lograr durante el proceso de trabajo.

Desde el propio lenguaje de la fotografía, como recurso para la expresión y re-creación de un deseo sensible interno, Ricardo Miguel deviene en un autócrata que escoge a su antojo fragmentos ya desechables de realidades casi olvidadas, para hacernos ver que la realidad es elástica, que se re-construye más allá de los límites literales. Son estas obras un testamento resucitado, rejuvenecido técnica y discursivamente como recipiente de significados y sensaciones de una sociedad –la cubana principalmente– que se regodea en la nostalgia, en paradigmas narratológicos sociales ya desgastados, en la entelequia de un presente incierto y un futuro borroso. Y es que estos fotocollages, en su performática fabricación técnica y conceptual, devienen en metáfora polisémica de una ontología que parte de lo personal para abarcar la colectividad de la memoria social.