Félix González-Torres (1957-1996)

Untitled (Toronto), 1992

Bombillas, cable y sockets de porcelana

Como en la mayoría de sus obras, FGT apela a un objeto utlitario subvirtiéndolo en doble sentido: su función ordinaria cambia y la noción de monumento, en su caso, abierto y efímero. Decía Velázquez que las obras de arte deben parecer hechas sin esfuerzo y tal es el caso de FGT. Pero cuánta precisión sensible debe poseer el artista para extraer al objeto cotidiano de su banalidad, de su humildad existencial para entregarlo como un “knoc out” de “poesía concentrada”.

En 1991 FGT abandona el Group Material y a partir de ahí, fecha que coincide con la muerte de su pareja Ross Laycock a manos del SIDA, su obra comienza a cobrar un viso lírico-poético nunca antes visto ni en la tradición del conceptualismo ni en el minimalismo. “La obra de FGT, estará conectada más que nunca al universo íntimo y subjetivo de sus experiencias vitales, fijando una serie de intimaciones alrededor de la muerte, la soledad y el vacío”.  Una vez afirmó que su arte no era arte gay sino que era un arte que hablaba del su amor por un hombre. Lo cierto es que a él debemos haber cargado de sensualismo y emotividad a estas tendencias artísticas, dadas, como sabemos, a lo racional y al cálculo.

Las bombillas, como la vida, se apagarán en algún momento.

A FGT le fascinaba la idea del  “llamado de la sangre”, de Rilke. Y por esas llamadas ironías de la vida, al visitar París en 1985 ve una feria en la calle, llena de tendederas de luces y pensó en la isla. Años más tarde, en una mezcla donde evoca ese hallazgo, el poema de Wallace Stevens Soliloquio final del amante interior y el dolor por la pérdida física de su amante, comienza la serie de las bombillas. “Tan simple y tan bella, justo como lo teníamos en Cuba”, dice al hablar de la experiencia parisina. La misma Cuba que desconoce que su serie instalativa de bulbos luminarios tal vez sea, además, un homenaje a ella, a la Cuba del “gran apagón”.