Elvia Rosa Castro
“Después de algunos meses en este ambiente empiezo a sentir la ebriedad en la que me sumerge esta agitada y tumultuosa vida. Toda esta multitud de objetos que pasan frente a mis ojos me marea. Entre todas las cosas que me sorprenden, no hay ninguna que me llegue al corazón; sin embargo, todas juntas perturban mis sentimientos, me hacen olvidar lo que soy y a quien pertenezco” escribió Saint Proux a su prometida en el siglo XVIII francés. De alguna manera, Ausencia no quiere decir olvido, expo que anuncia un nuevo espacio independiente en La Habana, se auspicia bajo esa nostalgia moderna. Las obras que allí se reúnen poseen, unas en grado mayor que otras, el sino de la des-identidad que animó tales líneas de La nueva Eloísa.

Leo de la O. Ruinas circulares
Delirio Estudio-Galería, donde se encuentra la muestra y a su vez reside Lancelot Alonso, es el espacio que funciona como base de operaciones habaneras de Artesseprojekt, una plataforma de artes visuales dedicada a promover la creación artística de talentos emergentes. Ausencia no quiere decir olvido, bajo curaduría de Yanet Oviedo, está integrada por Linet Sánchez, José Capaz, Alejandro Gómez Cangas, Ernesto García, Omar Tirado, Lancelot Alonso, Leo de la O, Maikel Sotomayor y Rafael Villares. Si estás familiarizado con los nombres, con los artistas específicamente, con la curadora y con Adonis Toledo, líder visible de esta estructura colaborativa, te percatas de que se trata de una expo que responde a un criterio generacional. Un grupo de jóvenes artistas que rondan la misma edad, se hacen presentes tras el impase causado por un confinamiento brutal, tras la ausencia involuntaria que la pandemia del COVID-19 infligió a nuestras vidas, apartadas de las formas tradicionales de comunicación y promoción de la obra de arte.
Tras este descomunal impacto vital no hay pretexto mejor para armar un proyecto de expo que el amor y la amistad, el religare. Eso te hace miembro franco de una comunidad y de una sensibilidad compartida que reside en el susto de estar vivos. Así quiero ver Ausencia no quiere decir olvido. Una expo cuyo núcleo es lo que todos tratan de evitar, el gesto comunitario, el abrazo, la alegría de compartir porque sí. Esta empatía, que muchas veces se ve fracturada por la tiranía del curador, ha prevalecido en esta muestra. No existe algo más orgánico en este mundo. O al menos, luego de tanta pérdida, así lo quiero ver.
Ausencia no quiere decir olvido significa, sobre todo, el retorno desde ese estado de hipercomunicación, de esa “economía de la atención” generado en las redes sociales. Volver al ritual de exponer para en él pertenecer, aferrarte a una existencia. Durar. Dar fe de vida. Decir presente al pase de lista. Esta sería, aparentemente, su única gramática legible. La expo se entendería entonces como espacio de preservación dentro de esa fase aberrante que ha sido la cuarentena; como un dispositivo de re-encuentro que te ampara del olvido devolviendo una veta momentánea de ser entrañable, memorable. Y sólo se dura en la memoria. En esa cuerda, Ausencia… cumple su cometido, como aquel abrazo que viene restaurándose frente al saludo de puños cerrados.

Sin embargo, como apunté en el primer párrafo, tras esa vitrina de obras visualmente dispares hay una estructura significativa que las soporta y es la noción de des-identidad. Esta ausencia de eje vital, o de tara moderna, lo mismo da, planea por estas obras incluso de manera involuntaria y apuntan en el primer aterrizaje a la ausencia de UN sujeto.
Cuando suponías que los paisajes en blanco y negro de López Pardo eran radicales, ha llegado Linet para implantar el terror: muerta el alma, desaparece la nostalgia y el deseo. El dolor que no es singular sino insular. Muerto el sujeto solo quedan los contextos en los que él moró y se desenvolvió, a los que cedió todos sus valores y humores, como sucede en el más auténtico proceso de enajenación: voy desapareciendo, muero en el proceso de darte. Qué son si no, las graves fotografías intervenidas de Leo de la O, la desolación que provocan los paisajes atemporales de Maikel Sotomayor o los ambientes caseros vacíos de Omar Tirado. Cómo se explicaría la infinita desintegración de ese todo acuífero en fragmentos que van diluyéndose según el marco cultural, y que ha constituido parte sustancial del ecosistema creativo de Rafa Villares



Incluso hasta en aquellos artistas donde está representado el cuerpo humano, como en Alejandro y Lancelot, no es más que eso, cuerpo en lugar de sujeto. En un brillante ensayo de Jean Baudrillard sobre Andy Warhol, el francés hacía notar que las obras de Warhol eran banales pero no por representar el mundo del consumo sino porque las figuras en ellas era una “presencia sin deseo”: el hombre llevado por la gravedad de las masas y las bacanales son la antípoda del sujeto centrado y triunfador. “Mira esas caras, en la calzada, calcadas en carbón/Aunque no callan, no dicen nada…”. En ellas, no se engañen, el sujeto carece de voluntad y está incapacitado para narrar y discursar.


Así, como una cosa conduce a la otra, el segundo aterrizaje interpretativo se encuentra en el despojo de la historia. No hay historia en el sensualismo y viceversa, como no existe sensualismo en la responsabilidad moral. Esta amoralidad o ausencia de axiología, que vemos también en Lancelot, es el camino de la ataraxia y el reconocimiento del “ser para la muerte”, proceso lógico-natural que José Capaz ha recuperado en esa línea que va desde los griegos a Heidegger. Pero quien lleva esto como cartilla de vida es Ernesto García. En él la forma es narcisista en tanto se mira y deconstruye a sí misma sin necesidad de la historia. Poco o nada le piden a la realidad. Más que narcisista su obra es incestuosa. Y todo incesto está más allá del bien y del mal, más allá del conflicto y del vicio identitario.
El hecho de que Ausencia no quiere decir olvido se realice en un espacio privado, específicamente en una casa, le otorga una curiosa tensión a la muestra, contaminándola con la calidez de sus memorias, dotándola de cierto humanismo y relaciones tautológicas. Vaya, que la nostalgia es cosa fuerte y el olvido no nos sienta.
*Verso de Manuel Sosa.
Imagen de portada: Linet Sánchez, S/t. Fotografía
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