Cualquier proyecto curatorial es siempre un desafío. Lograr articular discursos y formas de hacer diferentes de cada artista invitado, sumándole a esto la necesidad de armonizar obras ya preexistentes (pertenecientes a la colección poco vista del Consejo Nacional de Las Artes Plásticas ) con aquellas de reciente factura de artistas jóvenes y establecer un hilo lógico, evidente y atractivo a lo largo de la muestra son los mayores retos de esta en particular
Sobre las líneas propuestas por la curadora de la muestra Glendys Hernández, en relación al arte y a la búsqueda de las reinterpretaciones de nuestro pasado y la conformación de infinitas narraciones del mismo para ayudar a redefinir la identidad a partir de presente, tal y como nos presenta en las palabras introductorias al catálogo de la exposición, el sugerente título #Des_Bordes Temporales, me lleva más allá. Desafiar las fronteras con el arte y dentro del arte, significando su carácter temporal, para conjugar estéticas entre artistas tan polifacéticos y experimentadas como José Manuel Fors, Kadir López, Liudmila & Nelson, Eduardo Abela Torras, Glenda Salazar, Harold Vázquez y otros modos de hacer mucho más jóvenes como Adonis Ferro, Rafael Villares, Duniesky Martin, Diana Fonseca, Greta Reyna y Alejandro PCo, con un acercamiento particularmente enriquecedor en las ideas que se exponen. Señalo que las fronteras per sé no son sinónimo separación irremediable sino de zonas ambiguas imaginarias, que generan controversias, pero a la vez acercan.
Desaparecen las fronteras cuando cada una de las piezas escogidas tuvo como fuente la incansable búsqueda, las dudas, las decepciones, las vueltas a empezar, y en gran parte a indeterminaciones e interrogantes. Son temporales estas fronteras cuando las obras de Abela (La laptop de los mulatos, 2009) y Greta Reyna (Visor de diapositivas 2014), con 5 años de diferencias entre sus obras y muchas más de generación de artistas, coinciden en su esencia. En texto de Andres Isaac Santana sobre Greta se lee: “(…) su obra describe una operatoria -sinuosa y sutil- que se sirve de la arqueología de los afectos y las emocione” , lo cuál es aplicable a la obra de Abela.

Disfrutar la serie La decisión de Duchamp (2017) de Liudmila & Nelson, junto a otras fotografías como las de Harold Vázquez, las obras de Glenda Salazar o el video arte Pasatiempos del hombre nuevo de Duniesky Martín, remiten a desdibujar las fronteras entre la imagen y la palabra, adquiriendo una nueva potencia en su expresión particularmente en la contemporaneidad, de manera contundente. Particularmente Greta con su pieza Diario del dolor explota esta relación entre imagen y palabra, tópico de la historia del arte que tiene una historia sumamente extensa y muy rica, donde ha sido la palabra la que ha obtenido en mayor parte la primacía y esta vez la artista pone la palabra en función de la imagen en el objeto arte.
La imagen, artística o no, ha cobrado un protagonismo inusitado, invasivo de ámbitos usualmente reservados a la letra escrita, tal vez es por eso que Kadir López escoge el concepto Palimpesto (manuscrito en el que se ha borrado, mediante raspado u otro procedimiento, el texto primitivo para escribir uno nuevo, sin embargo el proceso no oculta ni destruye del todo lo que estaba debajo) para superponer sobre la imagen de antiguas fotografías capas de textos que se encontraban al dorso de las mismas y en sus palabras se crea así un vínculo que conecta nuestras ideas preconcebidas sobre la historia con aquellas de quienes contribuyeron a convertirlas en un legado para el presente. O que Rafael Villares combine la topografía con la creación de impresionantes dibujos a tinta azul sobre mapas.
Como otros jóvenes de su generación, Alejandro Có está influenciado por las nuevas formas de hacer y se agradece su presencia en esta muestra que busca señalar que las fronteras entre lo escrito o dicho y lo visual son temporales en el arte, pues la serie a la que pertenece Cenotafío de Sidney, Australia combina la investigación con nuevas manifestaciones visuales, pictóricas (el uso de la ceniza de los documentos bases de la investigación).
Dos obras merecen particular atención de la crítica especializada, Hasta los dioses serán devorados, de Adonis Ferro, y El espacio es el tiempo de Diana Fonseca. Aquí las fronteras temporales están en el plano cognoscitivo del espectador: el saber y el no saber, la verdad y la falsedad, la apariencia y la realidad. Estas obras se convierten en núcleos de saber que más allá de interpretaciones necesitan contemplación. Llevan una mirada interrogadora.
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