Elvia Rosa Castro

Hace poco más de dos o cuatro meses hubo un amago de polémica entre críticos cubanos que, debido a la campaña por la liberación de Luis Manuel Otero Alcántara primero y a la pandemia del COVID-19 después, se eclipsó. Tuvieron que estremecernos dos acontecimientos vitales y violentos para frenarnos en el impulso. Para ablandar nuestro ego. El movimiento de la piedra en el agua se detuvo…momentáneamente.

Por arribita, medio centenar de cubanos que conozco, si no más, está metido en otra gesta: la porfía que ha desatado el asesinato de George Floyd sobre racismo y violencia. En ella quiero ver, más allá de bloqueos a amigos virtuales y a colegas históricos, más allá de bajezas y fajazones, una pizca de episteme, un espacio para el aprendizaje y el despliegue del “pensamiento agónico” y la tolerancia. Una gimnasia del diálogo. Práctica-práctica-práctica. Inhala-exhala. Vamos, que no se diga.

En medio de todo ese ejercicio respiratorio abres los ojos y alguien te dice que alguien te timó. Predecible. Tarde o temprano señores, el espíritu de Otaola se apoderaría de nuestra burbuja de cristal, esa que apesta a cloro y daña los pulmones. Son Henry Eric y su artículo La estafa crítica de ArtCrónica. Pero abres Facebook y David Mateo, atónito, afirma estar confundido:

“No sé en qué preciso momento el proyecto Artcrónica y yo nos convertimos en un estigma para Henry Erick. No veo peso suficiente en sus razones para semejante actitud. Muchas horas pasamos juntos conversando con franqueza y coordinando proyectos. Tan rápido se pierde la memoria?”

Desde su muro distante, pues no son “amigos”, Henry Eric replica:

“No soy amigo de D. Mateo en Facebook y hace mucho que no conversamos. (…). Los victimarios, censores, estigmatizadores, están en vuestro patio, no en el de los estigmatizados, no en el nuestro, no en el mío. Así que avanti y sin confusiones: a hacer las tareas; a responder a los lectores el por qué de vuestro “déficit crítico” (sic).

David insiste:

“Henry Eric, te respondo a ti y a los lectores… Como a pocos artistas, durante un buen periodo de tiempo, le estuve dando cobertura a tus proyectos en Artcrónica. Me solicitaste que te apoyara en tu exposición en la galería taller Gorría, y si mal no recuerdas, facilité incluso tu introducción en ese espacio. Filmamos juntos una larga entrevista de vida y obra que empleaste como material promocional en ella, sin censura ni medias tintas; a saco quitado”.

Supuestamente un artículo firmado por Isabel Pérez y Rubén del Valle desató su indignación. En dicho artículo, Apuntes para una cartografía de los espacios de exhibición de la capital: elefantes en la tela de una araña, los autores van nombrando los espacios expositivos habaneros y obvian, estigmatizan, según Henry Eric tres proyectos imprescindibles, a saber, Instar. Instituto de Artivismo Hanna Arentd (Tania Bruguera), el Taller/Galería Yo Soy El Que Soy (Ítalo Expósito) y al Museo de Arte Políticamente Incómodo (Luis Manuel Otero). Instar y el MAPI son espacios de reflexión raramente vinculados a la noción de espacio expositivo. De todas maneras le asiste razón a Henry Eric: son escenarios “marcados” por el miedo y el prejuicio político.

Contraria a la opinión de muchos artistas que considero artísticamente muy buenos y humanamente honestos y, dime tú, que aún hoy creen que la administración de esta dupla fue buena, me parece que el handicap de ArtCrónica en este sentido es tenerlos a ellos, a Rubén del Valle y a Isabel Pérez en la nómina de colaboradores. Me explico en palabras de Frency Fernández:

“Muchos sabemos la mediocridad de base tras los enfoques y maneras y contenidos de textos salidos de un dúo como Isabel Pérez y Rubén del Valle. Además del daño generado durante años en el mundo editorial, de exhibiciones y de la comunicación con los artistas de Cuba y de otros lares. Eso lo sabemos todos. Incluido el nepotismo generado por ambos por años. Varios sabemos de primera mano los modos, los desatinos y malas formas que han caracterizado el mandato de ambos en cada espacio -editorial e institucional”.

Siempre he sido de la opinión de que cada jaleo entre artistas, críticos y medios autónomos sólo beneficia al poder y a la institución a la cual aspiramos superar. Divide et impera. Cada disputa o mirada crítica a un proyecto vulnerable es un argumento que servimos en bandeja de plata a los funcionarios de turno que dirigen la institución.  (Dentro de Cuba toda empresa autónoma es frágil y hay por supuesto, fisuras cuestionables en ellas, pero entre ellas y la institución las escojo. Su existencia define, de por sí, un área de resistencia). También creo que dentro de Cuba, si aspiras a ser inclusivo y verdaderamente eficiente, las cosas se pueden hacer al margen de la institución pero nunca sin ellas. La institución es como la sustancia de Spinoza: es Dios y es la naturaleza más sus infinitos atributos.

Orgasmos múltiples deben haber experimentado los funcionarios al leer a Henry Eric. Mejor escenario imposible. Tristeza y pena siente el gremio.

Lamentable desde toda arista.

I

Dicho todo en cuerda de intro, trataré de hacer una cronología. En 2001 Henry Eric Hernández produjo un clásico en el audiovisual cubano, Sucedió en La Habana. Cierro los ojos y no recuerdo otra obra tan impactante como esa. La vi, recuerdo, en casa de Magaly Espinosa. A partir de ahí jamás pensé igual. Cuba fue otra cosa luego de ver ese documento.

Luego Henry Eric se va al mundo y produce cerámicas. Regresa doctorado pero humilde. Creíamos que humilde. Como todo el que llega, se siente medio outsider y no sabe bien a quién arrimarse…, pero tiene el piropo. El elogio como arma de su revolución. Isabel Pérez, la misma de los “apuntes”, se compromete con él a publicar una entrevista en la revista Artecubano. Ah pero el caso no era él sino Suset Sánchez, la autora, quien me cuentan estaba censurada por aquellos años en la revista. Entonces Isabel (léase institución) le propone a Gretel Acosta, en ese momento editora de HazLink (1), escribir un texto sobre Henry Eric. Muchísimos años antes, en la revista Artecubano, ya había sido reseñado en el dossier de los colectivos artísticos en Cuba y en un texto de 2005 re-publicado aquí, El barro también se instala.

Por encargo de Isabel Pérez, Gretel Acosta escribió Otro texto para Henry Eric. Ese es el título. Y está publicado en dicha revista. A partir de allí, Gretel se convirtió en el lazarillo habanero del autor de Sucedió en La Habana en la era de la posthabana. De La Habana in media res. ¡Y salió ganando! David Mateo acogió la entrevista en ArtCrónica y Gretel Acosta, un crack, no sólo escribió un ensayo sobre su obra en la revista Artecubano sino que lo invitó a formar parte de su proyecto curatorial Nano en una galería institucional y en calidad de proyecto colateral a la Bienal de La Habana (2015).

En esa misma Bienal Henry Eric también expuso en Zona Franca, plataforma rosada del Consejo Nacional de las Artes Plásticas curada por Isabel Pérez, la de los “apuntes” y el encargo. Allí estuvo Henry Eric, en La Cabaña, formando parte de un proyecto colateral de difícil acceso, cabildeo mediante. Y en el remake de Nano (Salón de Arte Contemporáneo Cubano, 2016, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales) también fue invitado, además, en calidad de conferencista. Toda una jerga academicista y extraña enrareció su promisorio tema. Tan jocoso el físico; tan convincente Yonlay.

¡Y Henry Eric dice que es un estigmatizado!

En 2018, al doblar la esquina, Henry Eric expone Vandálica en galería La Acacia junto a José A. Vincench. ¡Y dice que lo marginan! Y sermonea y dicta. Axiología pura. Marginado es Luis Manuel Otero. Marginado es Ítalo Expósito. Marginada es, de un tiempo a esta parte, Tania Bruguera. Desterrada, además, de Dangerous Moves: Politics and Performance in Cuba. Ella, el alma mater.

Pero la indignación de Henry Eric es selectiva. Y capitaliza la trayectoria de censura que han vivido los otros.

II

Perdí el trillo, lo sé. Bien, al artículo de marras. Apuntes son apuntes. ¿Hay algún amago de totalidad en algo que se llama a sí “apuntes”? Para alguien que quiera conocer el 90% de los espacios relacionados con las artes visuales en La Habana, ese texto sirvió. Como directorio decentemente redactado sirvió. No hay estafa allí. Repito, el handicap está en los autores. Eso pone en entredicho, claro está, el crédito de ArtCrónica. David Mateo asumió un riego enorme pues la dupla de colaboradores vive en medio de un fuego cruzado: el de una parte del gremio artístico y además, el de la institución.

Hay tres espacios, según Henry Eric, deliberadamente excluidos de esa muestra, de esos “apuntes”. Y la razón de la exclusión es, probablemente, el estigma. La intensidad política de esos proyectos. Pero a esos a priori descartados por miedo ambiente o las causas que fueren se suman otros, tan vulnerables y excluidos del reclamo del columnista de Hypermedia como de los autores de los “apuntes”: la Casa Taller Pedro Pablo Oliva en Pinar; el Garaje Fotográfico de Álvaro José Brunet en Sancti Spíritus; La Mancha en Matanzas, de José Hidalgo, aún tema tabú. Tampoco está ni en la nómina ni en el reclamo el Novo Estudio Párraga, la Galería Cristo Salvador, Avecez Art Space de Solveig Font y Llópiz-Casal, o la casa de Amaury Pacheco y seguramente otros espacios que no logro recordar.

El reclamo de Henry Eric es selectivo y se intuye que su giro es estrictamente personal.

Pienso esto. A todos, absolutamente a todos nosotros puede reprochársele un acto excluyente (incluso tendenciosamente excluyente) pero tenemos muchos recursos –editoriales digo, y no es poco- a nuestra disposición para re-escribir, mencionar. Re-llenar esas historias inconclusas está en nuestras manos. Trazar mapitas, proponer, reconocer. No hacer leña sino echar leña al relato.

Sumar y multiplicar. CO-LABORAR. Ser solidarios y empáticos. Unirnos. Ese es mi noción del asunto. Romántica lo sé. No desechar la voluntad crítica pero escoger bien nuestras dianas. Creo que a eso le llaman responsabilidad.

A las historias omitidas, la(s) microhistoria(s). Yo no creo en lo macro ni en el todo ni en las miradas al cielo.

Usar la metodología del préstamo interbibliotecario. Dar Like y Compartir.

III

Se llama sinécdoque. Henry Eric condenó un proyecto todo por un texto e imperó: haced la tarea, avanti, responded a vuestros lectores sobre la anemia crítica de vuestra publicación…Como si los impuestos de esos lectores pagaran la publicación.

Y Henry Eric, el de las piñitas, habla de inclusión. Él, que de tanto lobby y desde una posición de poder editorial, ya no es humilde. Y muerde, ufff, la mano que lo alimentó.

(Cálculo y resentimiento se llama eso).

A lo que voy. No creo que ArtCrónica tenga entre sus propósitos la crítica contingente. Por lo que he visto está enfocada en la historiografía, los números monográficos y el carácter referativo de los temas, incluyendo un extenso y útil directorio.

ArtCrónica ha hecho su tarea y ha generado plusvalía: promover y amplificar el arte hecho por cubanos en la región del Caribe y Centroamérica específicamente. Y además, visibilizar el arte producido en esa zona geográfico-cultural.

Tecleas el nombre de un artista en Google y la publicación te sale entre las tres primeras. ArtCrónica, made in Cuba. Con una internet de palo. Perfil semejante poseen CdeCuba Magazine y Tuyomasyo.

El Estornudo, Rialta, Hypermedia, El Señor Corchea, Árbol Invertido, Revista de la Vagancia en Cuba, los blogs personales (pienso en Los lirios del jardín), etc., etc. Ahora Frency con su canal de YouTube. inCubadora que los colecta y redirecciona. Todos son espacios críticos a nuestra disposición. Nacieron con la varita crítica en la mano pero no por ello son homogéneos ni responden a criterios idénticos. Mientras más plurales mejor, y que sea el público quien escoja. Y si los lectores encuentran en cada uno un atractivo diferente mejor que mejor.

¿O de verdad queremos un universo uniforme? ¿O de verdad somos antitotalitarios?

¿Qué moral nos asiste para exigir algo a alguien que está no en La Habana sino en Bahía, pasando el túnel y el Hospital Militar, dirigiendo un proyecto editorial lo más soberano posible? Un proyecto además, hecho a su medida, a lo que él aspira.

¿Qué altura ética y con qué lejía moral nos salpicamos para exigirle a alguien o a algo que no sea al gobierno cubano y al Ministerio de Cultura, nuestras verdaderas dianas?

¿Por qué tanta normatividad si se supone queremos escapar de ella?

Fávorrr

IV

Jorge Gómez de Mello lo dijo más claro que yo:

“Mantener en Cuba cualquier proyecto alternativo, sobretodo si es editorial, es equivalente a jugar a la ruleta rusa, hay que vivirlo para saberlo. Se necesitan dos cojones y dedicarle mucho tiempo a un ejercicio conocido por todos los que vivimos en la Isla: “jugarle cabeza” a los múltiples obstáculos, prohibiciones, zancadillas y hasta a las suspicacias de algunos funcionarios. Es algo que no se puede perder de vista a la hora de hacer cualquier tipo de juicio sobre un proyecto de este tipo” (sic).

V

Otaola cumplió. Amanecimos en zafarrancho gremial y yo no hago más que replicarlo tratando de invocar una cierta reconciliación inter-editorial.

Sucedió en la redes. Por suerte Sucedió en La Habana es ya un clásico.