Elvia Rosa Castro
“No deje
que el ambiente lo consuma, consuma
usted el
ambiente como si tuviera todo
el tiempo
del mundo para hacerle el amor a
una tetera y sacarle el máximo chillido”.
Balada Tropical
“¿Dónde he de bailar, dónde mi pie poner y mi cabeza sacudir canosa? (…). No me cansaría aunque noche y día con el tirso golpease la tierra, pues con el gusto olvidamos que somos viejos”. Estas palabras de honesto entusiasmo las dirige Cadmo a Tiresias en Las Bacantes, última tragedia de Eurípides.
En el año 2011 un grupo de jóvenes, estudiantes de la Facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte en La Habana, realiza una exposición colectiva (1) que titulan Pijamada. Capitalizando claramente el ritual adolescente que debe haber tenido sus orígenes en una cofradía de jovencitas aburridas y sobreprotegidas, aquellos jóvenes decidieron acampar y convivir en el espacio de una galería, convirtiendo aquel lugar en organismo vivo, sobre todo tratándose de una galería olvidada de la periferia habanera. Comer, bañarse, cantar y trasnochar son acciones que minan las oxidadas reglas de la disciplina burocrática imperantes –aún- en el mundo del arte. Y de paso llaman la atención sobre este.
“No hay sentencia, solo persisten los
sucesos que dan cuenta de la convivencia, de lavarse la boca mirando las
lagañas del otro, de preparar el
desayuno para todos a mansalva de los
desconocidos que se sumen o se dividan a la hora de la verdad, de pernoctar en
la materia. No es un ejercicio conceptual, es un reto a la anatomía, tanto a
los músculos del pie como los de la cabeza: y que cada cual se exprese en la
forma q estime pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar.
No se trata de imponer una estructura (…) sino de eso mismo. No es una
exposición de arte, sino todo lo contrario y viceversa. No supone un ritual
sino una manera de perder el tiempo a cabalidad: lugar de encuentros, lugar a
la espera, para la llegada, la partida; lugar de reconciliación, lugar para el
equívoco, para el accidente de una pestaña que vomita en el aire. No se
pretende tachar sino diversificar una suma de poquedades que pueden ser
expuestas de carretilla. No se busca la armonía sino la disonancia, puntos
suspensivos: ruidos”.
Pijamada no es una exposición de algo, es un exponerse en cuerpo y alma. Y esta variante de nudismo siempre implica una cuota, una elevada suma de exposición moral. Esas líneas citadas arriba a modo de statement (ellos adoran la escritura) anuncian los ingredientes de lo que posteriormente se convertiría en Balada Tropical: salutación del albedrío, espíritu gregario y lúdico, irreverencia, sensualismo, excentricismo, escatología, humor caustico, Dadá, acumulación, cinismo diogenista (2) y alta dosis de autoconciencia artística.
Balada Tropical es un colectivo artístico formado en las aulas del Instituto Superior de Arte en el propio 2011, y está formado por la mayoría de los integrantes de Pijamada: Leonardo Luis Roque, Víctor Manuel Piverno, Jorge Pablo Lima, Nelson Barrera, Amanda Alonso del Río y Yaime Rodríguez, quienes cursaban el segundo año de sus carreras. Performances, acciones plásticas y site specifics son sus modalidades preferidas. Balada… surge en un momento en que muchos estudiantes de ese mismo curso pertenecían a la 4ta Pragmática Pedagógica (3), dirigida por el artista René Francisco Rodríguez y, contrario a esta, no poseía -ni posee- una agenda instrumental. Tampoco se consideraban una plataforma de lanzamiento o de promoción en el circuito del arte propiamente dicho aunque en la práctica lo eran. Eso sí, su espíritu se asemeja más al de una hermandad y el amor incondicional de unos por otros sobrevive al escenario artístico.
La primera acción de Balada… fue Polar Ice, un ejercicio sonoro o reproducción estereofónica bajo la tutela de Víctor Piverno, quien es, de todos los integrantes, el que ha trabajado el tema del sonido y el inconsciente en casi toda su obra. De todas las acciones esta es la más ajena a la práctica baladosa, puesto que prescindió de la puesta en escena e incluso de los integrantes del colectivo. El sonido, una laptop y un speaker debajo de un árbol fueron los protagonistas.

La autoconciencia grupal del colectivo se proyectó en una acción titulada precisamente Balada Tropical. (No estoy segura de si el título de la acción condicionó el nombre del grupo o viceversa). Desde el propio nombre -y de su poster- ya sus integrantes están despertando cierta suspicacia. Únicamente alguien perverso, con un fino sentido del humor y con deseos de disentir puede autodenominarse así dentro del contexto artístico insular. La balada es algo manso, soft, meloso y casi siempre cursi, cheo. El trópico es caos y exuberancia y agua. Mosquitos, delirio febril y virus. Caos romántico-kantiano. Caos de Antonio Benítez Rojo. El trópico es eso y un sinnúmero de estereotipos. La Balada Tropical surge enfrentada al amaneramiento y a la disciplina pedagógica. Frente a lo “académicamente correcto”. Resulta de “a little chaos”, un error en la Matrix. También surge como necesidad de proyectar todos sus atragantos durante sus horas de tertulia ilustrada, fumadera y café. Ver video aquí

Patio de las cúpulas de artes plásticas
del ISA. Esculturas eróticas de Ricardo Porro. Sombrillas de sol en la noche,
sillas al revés, ordenadores rotos dispersos en el suelo, bocinas (horns),
tanques de gas, hierros…, chatarra, instrumentos musicales y una multitud
envidiable de estudiantes conformaron la puesta en escena de aquella cosa súper
atípica. Se trataba de un concierto de música ruido donde el sonido provenía de
la improvisación sobre cualquier hierro u objeto al alcance de la mano. La
repetición de bocadillos (al estilo más punk posible) y un sonido sin historia
que va creciendo hace que la música te contagie y provoca raptos completamente
irracionales en el espectador, quien se suma al frenesí y a la locura del
lugar. Este aparente y primitivo gesto sin sentido (el llamado de la selva)
genera espacios de libertad en el que cada cual puede actuar sin miedo a la
censura o simplemente haciendo caso omiso de los requerimientos y estándares,
como Diógenes. El acto, que dura una eternidad, concluye con la absoluta
destrucción de la precaria escenografía y todo cuanto se encuentre en el área. Se
trata de una dimensión que por elemental es casi desconocida. Cero discernimiento
y por supuesto cero razón. Dionisos se apodera del ambiente del mismo modo que
en Las Bacantes y aquella bacanal
donde Cadmo esperaba menear su cabeza y olvidar. Eurípides, premoderno; Balada…,
posmoderna. Ambos eufórica y trágicamente antimodernos. Mientras Ágave destroza
a su hijo Penteo, Balada hace añicos
cualquier cosa inanimada.
Pero no fue hasta Bujía recargable –acción realizada en la Facultad de Música del Instituto Superior de Arte, 2011- que Balada…conformó una identidad y definición “corporativa”. Menos inocentes en relación con la puesta en escena, echaron mano a la noción de lo espectacular y a todas las bondades de la carnavalización. Bujía recargable fue, además, visualmente plástica y sensual.

Vale aclarar que los integrantes de Balada… poseen su obra individual diferente que visualmente dista de esas escenografías desplegadas tanto en conciertos como en site specifics, con excepción de Leonardo Luis Roque y Nelson Barrera, cuya gracia para ensamblar objetos ordinarios se replica en las acciones colectivas y viceversa (4). De igual modo las intervenciones como colectivo no son sistemáticas ni responden a un programa. En este sentido Balada… es, además, un estado de ánimo y su ritual siempre está supeditado a él.
El año 2011 constituyó un condensado de
sus acciones que al paso del tiempo se fue amortiguando. En esos años Prófugos del glamour y Alterofilia fueron dos de sus site specifics más conocidos. Se trató
de otorgar plasticidad y “combinar” objetos ajenos, rompiendo una disciplina
tradicional y proponiendo nuevas rutinas. En el 2014 tocaron en el Pabellón
Cuba. Esta vez, el concierto se tituló El
Síndrome de Estocolmo y los protagonistas, en lugar de exhibirse como
siempre, se encerraron en un cubo blanco a tocar y cantar. Fuera de ahí, el
espectador rondaba por un “sembrado” de plátanos. Letanías como “el pabellón de
la mentira” y “no le temas a los colores estridentes” se escuchaban al mismo
tiempo que se destruía el mencionado cubo y sus alrededores. Nada quedó en pie.



“El colectivo de Balada Tropical se ha preocupado siempre por crear espacios de adicción en los que el público, a través de la interacción con los objetos portadores de esta condición, experimenta un estado de exaltación que con el transcurso de la acción se vuelve ininteligible. Esta ininteligibilidad del acto creativo se produce al anular cualquier fuente de justificación, estableciendo la dominación del flujo sensorial sobre los estigmas de la racionalización. Dicho de otro modo, es importante anular cualquier estatuto de justificación para alcanzar un estado de completitud a través del acto creativo”. Así se auto explica el colectivo. Todos escriben y a veces, tratando de no dejar cabos sueltos, son densos. No logran escapar al lenguaje que emplazan pero esclarecen. Sin dudas, “Balada Tropical es una reacción adversa, un ruido en el sistema. Este grupo de muchachos se ha especializado en espectáculos que transitan por lo metafísico, lo psicodélico y lo recalcitrante. En estos eventos de naturaleza múltiple e iconoclasta, el fantasma de Dadá recorre el lugar a trompicones de alta velocidad (…) Los instrumentos reales acompañan al amasijo de sonidos que se generan con balitas de gas, chasis rotos, cajas de madera, rejas, tanques de agua. (…) Cada trabajo es una estudiada puesta en escena en que todo está diseñado para funcionar como un oxímoron. La postura de Balada es bien clara y no son tímidos al replicarla, escribirla, escupirla durante doce horas a través de un micrófono: intransigente y en loop, como una cantaleta.” (5)

Para mí está claro que este hacer anárquico y esta veneración del azar no es más que una reacción contra la tiranía del consciente y la razón. En este sentido, y también apoyada en lo que he escrito arriba, sospecho que Balada… posee un componente helénico llamativo. Balada… es un canto a la virtud y además una actitud. Es visceral y defiende el albedrío, la terapia accidental, como en Speakeasy, el happening-bar que diseñaron durante la XIII Bienal de La Habana frente al Parque del Curita, una zona áspera, donde puedes ver de todo menos el glamour de la Bienal. Allí volvieron a presentar su coctel Balada Tropical, una bombita alcohólica que si andas fuera de fonda de vas del aire (6). Uno de los gestos más memorables y frescos del evento. Un canto a la noche habanera en la zona donde más se desborda.
Coda: La predicación de la pérdida de tiempo en tiempos de eficiencia es un llamado a romper la norma y un retorno a otro tipo de contemplación que no se da en la quietud sino en el trance y la catarsis de la alteración. Balada es un gesto de emancipación y de resistencia como pocos (7).
PS. Puedes ver el vídeo aquí
Notas
(1) Integrantes: Leonardo Luis Roque, Víctor Manuel Piverno, Jorge Pablo Lima, Nelson Barrera, Amanda Alonso del Río, Yeremy Guerra, Fidel Castro, Leonel Valdéz y Pablo Rosendo. La galería fue la Mariano Rodríguez, en la Villa Panamericana.
(2) Cuando digo “cinismo diogenista” no me refiero a Diógenes de Apolonia, filósofo, ni Diógenes Laercio, historiador griego del siglo III. El cínico era Diógenes de Sínope, desterrado de esta ciudad del Asia Menor (ahora Turquía) por reacuñar monedas falsas (423-327 a.C), acontecimiento reeditado en el gesto artístico del brasileño Cildo Meireles. En el año 1970 Cildo Meireles realizó una obra titulada Inserciones en circuitos ideológicos: Proyecto Billete. El gesto consistió en hacer circular billetes apócrifos de cero cruceiro y cero dólar al tiempo que tomaba billetes “reales” extraídos de la circulación en los cuales intervino acuñándoles cáusticas preguntas referidas a la situación de Brasil por esos años.
Evidentemente se trata de un remake,
homenaje, reedición, etcétera, etcétera. El padre de Diógenes, que era
banquero, falsificó monedas, hecho del que participó el adolescente. De ahí que
fuera expulsado de la ciudad. Entre las anécdotas más famosas de Diógenes se
encuentra la que sigue: Se dice que el filósofo se encontraba recostado a unas
escaleras, en pose placentera, y Alejandro le dijo:
—“Soy Alejandro, pídeme lo que quieras”.
— “Que te apartes y me dejes tomar el sol”, respondió Diógenes.
(3) De hecho, dos integrantes de Balada pertenecían también a la 4ta Pragmática: Víctor Piverno y Nelson Barrea. Ambos, en el 2012, tomaron parte en Ciudad generosa, una intervención pública de la 4ta…durante la Bienal de La Habana.
(4) Sobre todo en la intervención Prófugos del glamour y en los conciertos. Arterofilia, por ejemplo, posee, aún más, la impronta de Nelson Barrera.
(5) Raquel Cruz Crespo y Daniel González. ”Balada Tropical”. En Raquel Cruz Crespo, Gretel Acosta y Daniel González. TAG. Cosa de Jóvenes. Detrás del Muro Ediciones y Ediciones Cúpulas, 2015. Pp. 54-55.
Kevin Beovides escribió una extensa explicación de las claves de Balada en su sitio eldiletantedigital.com pero me temo que ya está fuera de servicio. En la versión anterior del Señor Corchea publiqué una nota sobre la última intervención de Balada, censurada en Galería Habana.
(6) El coctel fue presentado por vez primera en el espacio Seis-Seis, coordinado por Sandra Contreras.
(7) A veces me recuerda el espíritu de algunas acciones de Juan-si González y la actitud de Ezequiel Suárez. Aunque el móvil de Balada no es precisamente o esencialmente político, bien pudieran contemplarse dentro de los “dangerous moving” que relata Coco Fusco.
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