Helga Montalván

La muestra Inventario, expuesta en la galería este mes de septiembre, toma la ciudad de Matanzas como un gran almacén de arte. Curada por Yamila Gordillo con la asistencia de Vilma Roque, resulta una muestra colectiva de referencia del arte en la ciudad que todos esperábamos hace bastante tiempo.

Con elegancia y mesura, la visión curatorial supo aglutinar propuestas de muy diversa índole y técnicas, afianzada en un concepto bidimensional y pictórico que sabe trasgredir a conveniencia. Es innegable que la visión de la Expo y el espacio galerístico logran una sinergia profunda, restaurada en la disposición de las obras en primer y tercer plano atendiendo a sus dimensiones, con lo que logra un elegante efecto de profundidad que funciona además a nivel conceptual desde el ejercicio curado.

Me refiero a las obras de Ernesto Millan en el primer espacio, en correspondencia con la obra instalada de Yunior Salomón. La primera (Mi isla, fotografía digital de Ernesto Millan) refiere una Cuba cambiante y doliente que queda reflejada en la obra instalada Fuerza de trabajo, de Salomón, en diálogo con el diseño interior del espacio. Este eje fundamental, va dialogando en superficie y composición con el resto de las obras, donde la cotidianidad de una ciudad es recogida en pinturas intimistas y cotidianas en la tetralogía pictórica que conforman las obras de Yunier Díaz Mesa y las de Adrian Socorro.

Los paisajes marinos exquisitos de Enrique Casas, y el ejercicio figurativo de Adrian Sancho. En esta tetralogía pictórica se advierten coexistencias y estilos muy personales. Más experimentales y efectistas, moderados o clásicos. De esta se deducen los contrapuntos entre la vida privada, los espacios de fuga del individuo y la vida íntima, en la que Adrian Socorro sin proponérselo, continúa una tradición voyeurista muy particular de nuestro contexto.

La presencia del dibujo digital y la fuerza de las redes hacen eco en la obra de Josviel Damian Valdez, como evidencia del desplazamiento actual de los soportes convencionales. Y cerrando la muestra, como sorpresa voraz, nos impelen los collage foto-pinturas de Alejandro Baró, que indagan y deconstruyen la historia colonial a través de la intervención en las imágenes de la historia del Arte clásicos con sesgos donde el elemento racial y homoerótico se inmiscuyen con particular sutileza, desmontando toda una tradición visual e histórica.

Así, Inventario consigue establecer una nueva pauta de la producción actual de los artistas en la ciudad, reubicando los preceptos que se tenían como inamovibles en el contexto.