Enrique Guzmán Karell
Yo nunca presenté nada ni a nadie. O sea, soy un novato en estas cuestiones, con miedo o inseguridad ante los públicos no controlados, así que espero no robarles mucho tiempo.
Mis comentarios consisten apenas en dos o tres digresiones a propósito de las miradas que nos propone Mabel Cuesta en In your face, Papi, pues la autora y sus textos son perfectamente legibles, hablan por sí mismos.

I
Para ser un buen o extraordinario escritor, no es necesario ser honesto, workoholic ni buena persona. Para eso existen los genios. Los genios de suerte y oportunidad. Y los ejemplos no cabrían en esta sala. Pero si tienes talento, eres sincero, trabajas duro, y en ti habita y late un buen corazón, habrás avanzado mucho, muchísimo, en el difícil arte de reinventar la propia existencia, en la posibilidad de restaurar las esquinas rotas de nuestra natural imperfección, en la capacidad de crear mundos y escapes tan ciertos como la propia realidad, e incluso, en el difícil empeño de explicar adecuada y persuasivamente esa esquiva realidad.
O sea, soy de los que cree que lo extraordinario entonces no son solo las cualidades naturales de los genios estéticos o intelectualmente encumbrados. Lo realmente extraordinario sería poseer una sumatoria más compleja, al final más útil y humana.
Ser, por ejemplo, además de talentoso, honesto, trabajador, carismático, bondadoso, rebelde ante lo injusto, buena persona; y para colmo de colmos, y en el mundo de hoy, acá y ahora, ser mujer. Y mujer rebelde, cuestionadora, irreverente, frontal, en este orden no solo de hombres sino de machos, de dueños, jefes y dirigentes acomplejados y tóxicos; esos que al final, y claramente, son violentos.
Mis abuelos habrían dicho que merecer tal retrato es cosa de varones, de varones heterosexuales, rudos y valientes.
Pues bien. Mis abuelos estarían equivocados pues todo eso y bastante más es Mabel Cuesta.
Una muchacha —todavía lo es— que siente su familia, su barrio, su provincia y su país, de un modo que te conmina a hacerlos tuyos. Que te contagia.

Les cuento que a nada estuve de hinchar por Matanzas en la muy pobre Serie Nacional cubana de pelota. Por lo que si eres apático y te parecen mal los entusiasmos contra la falta de información veraz, contra lo injusto y la discriminación, recomiendo te apartes, pues de ella no podrás escapar. La buena noticia es que si te dejas llevar puede que ella también saque, o te ayude a sacar, lo mejor de ti.
La cosa es también que siempre me pregunté, cuánto le ha costado a la mujer, a lo femenino, ser aceptado en el panteón de las letras por derecho propio. Y digo de las letras para no ir más allá y hacer de esta presentación algo más patético y grave. Pero desde mi aparente y robusta masculinidad —que no es tan indiscutible como cualquiera creería o ahora mismo puede ver— desde hace rato me he cuestionado, qué ideario de mundo, de humanidad y vida, tenemos todos por solo contar con idearios no solo masculinos sino rabiosamente machos; como si los varones partiéramos de un complejo de inferioridad primigenio, anclado en el fin de los tiempos, que ha logrado apartar a la mitad de la población mundial de unas palabras ordenadas que terminan siendo símbolos, ideas que se convierten en hechos y leyes, en obligaciones, también en valores estéticos y sentimentales comunes.
Desde hace rato, y desde lo empírico, desde la simple sumatoria de nombres masculinos en mis lecturas, me pregunté qué habría sido de este mundo si la sensibilidad femenina no solo hubiera estado presente en las labores del hogar y los hijos sino en el indiscutido poder de la palabra, los panteones religiosos, la política, en suma, el poder. No hay dudas que este mundo sería otro, diferente, menos áspero y rocoso.
II
In your face, Papi, desde su título, es un statement reivindicativo, rebelde, que pareciera te reta, te conmina al ruedo de temas espinosos, preteridos, pendientes. En especial parece convocar a quienes se sienten amenazados por una voz mujer que no se amilana, que habla en igualdad de condiciones, con conocimiento y propiedad.
Mabel escribe tan tranquilamente bien, con tanto talento y seguridad, que pareciera no importarle los tonos o los registros múltiples en los que se mueve con habilidad y soltura. Lo hace mejor que bien tanto en los análisis propios de «lo literario» o artístico, en sus crónicas y retratos de sus realidades inmediatas, como en sus aproximaciones a las relaciones arte y sociedad, el complicado diferendo Cuba-Estados Unidos, la condición de emigrante —y en particular de emigrante-superviviente cubana—, y lo hace sin rehuir de los temas polémicos, aunque desde el respeto, calidad y soltura de quien pareciera una doctorante en ciencias sociales.
En lo personal me molesta sobremanera que varios de sus textos, en los temas que me son más cercanos, no tengan mayor repercusión, más atención. Pero eso no habla de ella sino del lugar en el que estamos parados como mundo, país y nación.
Y acá señalo otra cuestión que me obsesiona desde hace un tiempo a esta parte.
Desde casi siempre, tanto academia como intelectualidad interesada en las problemáticas sociales se han conformado con las variables duras de las ciencias sociales a la hora de describir, explicar y hacer hipótesis sobre la realidad. Hablar de inflación, crecimiento económico, democracia, flujos migratorios, partidos políticos y elecciones pareciera algo seguro cuando en verdad todos sabemos que esas variables por sí solas no nos entregan un panorama del todo exacto. Cuando se ignora el rol de las percepciones, el impacto emocional y los estados de ánimo de los sujetos sociales, el resultado nunca será más cercano a lo real ni el retrato estará completo.
Quizás por eso buena parte de la intelectualidad y la academia, con excepciones puntuales, no pudieron, no pueden ver con anticipación o mayor claridad, eventos como el 11 de julio, la invasión a Ucrania y sus repliques o las masivas oleadas migratorias cubanas.

Mabel mujer, Mabel escritora, Mabel profesora, Mabel pareja, Mabel hija, amiga y vecina.
Es tantas cosas, que a veces uno tiene la sensación de que son varias. Y entre esas varias, y gracias a su talento indiscutido para explicarse, persuadir y convocar, hay una que merece ser más atendida y reseñada.
III
En la noche de ayer, Mabel y Neysi llegaron sobre las 10 y algo. Bien cerca de las 11. Tal vez… No puedo ser exacto. Estaba, estoy, estábamos todos, algo rotos.
Una parte importante de esa base estructural que nos hace ser lo que somos, esa que responde a nuestra educación sentimental, a nuestra banda sonora nutriente y formacional, ya no está entre nosotros. Ayer murió Pablo.
Entonces coincidimos en la orfandad, el desamparo, el vacío que nos deja. Nos preguntamos en silencio, ¿ahora qué hacemos ante tanta soledad?, ¿qué nos queda en medio de tantas malas noticias?
Pero en medio de ese dolor, compartido por tantísima gente que uno respeta y quiere, también es posible ver algunas luces, como relevos posibles. Personas que bebieron savias y valores de gente tan talentosa y buena como ese Pablo que ayer se nos fue y hoy nos une.
Ahí está Pablo, como valor compartido de muchos de nosotros, con una Mabel Cuesta que nos dice, In our faces, Papis queridos, que el dolor y el llanto tantas veces presentes en un libro que disfruté como si no la conociera, del que aprendí y gocé cada una de sus 146 páginas, que existen lágrimas y sentimientos que no son pasivos ni holgazanes sino incentivos para la acción, los reclamos de justicia y la seriedad y compromisos con sus compatriotas y el espacio publico.


Ayer fue un día muy triste para mí. Bastante. También para Mabel, Neysi, Ferdecaz y los otros que mascullábamos historias mientras escuchábamos, Pablo tras Pablo y más Pablo.
Y en ese triste y ocre lugar que pareciera no ofrecer salidas, también era posible ver un país posible, más habitable y justo, más generoso y gentil; ese que uno siente se nos escapa, no nos toca. Un país con muchas Mabeles. De Mabeles poetas, Mabeles profesoras, Mabeles cocineras, Mabeles enfermeras, Mabeles que sean lo que quieran ser sin tanto permiso. O sea, sin ningún permiso.
Ese país tan negado por tanto tiempo por los machos y los poderes de siempre.
Gracias, Mabel. Gracias
Fotos tomadas del muro de Facebook de Milkos D Sosa.
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