Nelson Herrera Ysla

Muy pocos deben imaginar que en un sencillo pueblo o ciudad como San Antonio de los Baños, con no más de 15 mil habitantes en las inmediaciones de La Habana, encuentre artistas creando como si estuviesen en San Francisco, Lyon, Amsterdan. Esa es la primera impresión que provocan Los Transferencistas al adentrarnos en sus dominios estéticos y privados, específicamente en el taller donde producen la mayor parte de sus obras en tiempos donde ya los grupos o colectivos de creación en Cuba (Enema, Taller Arte de Conducta, DUPP, Los Carpinteros, DIPP, los últimos en activo del siglo xx y principios del xxi) han disminuido o desaparecido a pesar de que asoman, sin embargo, en otras ciudades de Cuba: son los casos de Catorceoctavos en Sancti Spíritus y Mar Adentro en Cienfuegos, sin proclamas ni gestos que llamen la atención y en constante proceso de discusión y desarrollo de ideas.

Surgido pocos años atrás, este singular grupo de jóvenes artistas desdeña intelectualmente la creatividad individual (sin renunciar a ella) para actuar de manera colectiva en obras multidisciplinarias que dicen mucho de algunas de las principales orientaciones del arte contemporáneo a nivel mundial. La noción de autor, por consiguiente, se desvanece progresivamente en sus manos y mentes ya que se trata de algo casi imposible de ignorar o desconocer: la superproducción artística actual que observamos se encuentra demasiado cautivada por el ego, vanidades, y por algo más que espectacularidad.

Se trata de un grupo de creadores liderado por Lázaro Lacho Martínez (radicado en México varios años) al que se sumaron progresivamente Reinier Usatorres, Ivette Cedillo (mexicana de origen)  y Yosvel Hernández (músico), interesados por igual en conceptos y nociones que no necesariamente culminaban en formalizaciones definidas o legitimadas por la historia del arte. Los viajes e intercambios entre México y Cuba estimularon en ellos una movilidad fecunda de ideas pues esa experiencia de descubrir nuevas técnicas y materiales de trabajo en otros territorios les ha permitido soñar a pierna suelta para llevar a cabo cada propuesta artística. De tal movimiento y oscilación física, no solo de ideas, alimentan sus conocimientos y saberes en busca de una estética sospechosamente nueva pues ya hoy resulta difícil mostrar elementos que no encuentren su correlato en otros contextos, años, décadas o siglos atrás, lo cual, por cierto, no les resta importancia a lo que producen sino familiaridades y empatías propias de todo acto creador en los tantos territorios de la cultura.

Alejados de cualquier intención figurativa, la inclinación fundamental de Los Transferencistas es la abstracción, tendencia que marcó significativamente la expresión estética del siglo xx al dividir el arte en dos corrientes esenciales, figuración y no figuración, y encarnar así, por vez primera, una libertad sin precedentes en la historia de la creación. Sin dudas, se amplió la noción de polisemia hasta nociones y lugares inclasificables aún por la historiografía y la crítica, tal como sucede con las obras de Kazimir Malevicht, Alexander Rodchenko, Mark Rothko, Jackson Pollock, Piet Mondrian, Frank Stella, Lygia Clark, Rogelio Polesello, Luis Tomasello, Sandu Darie, Sean Scully, Antonio Vidal, Carmen Herrera.

La libertad conceptual y formal es muy importante para ellos. Eluden motivaciones ideológicas, el sesgo de la historia y sus contextos, narraciones y anécdotas, en fin, todo aquello que se interponga entre el acto creador y los diversos sectores de público hacia los cuales se dirigen: una sutil comunión los anima a expresarse más allá de las contingencias y coyunturas de la inmediatez, como devolviendo a la expresión artística parte del aura perdida ante los horrores del mundo moral. ¿Van en buscan de una nueva estética, un nuevo paradigma formal? Eso el tiempo lo dirá, pero no hay dudas de que en un sobrecogedor empeño en torno a cuestiones entrañables para la creación se encuentran trabajando.

A ello suman las contaminaciones, influencias, transversalidades, transferencias, que ocurren entre expresiones no solo visuales en el universo contemporáneo. De ahí la inclusión de un percusionista en el grupo capaz de crear y alentar obras a partir de sonidos o circuitos sonoros que inducen a la integración de todos en un mismo fin.

Esa apasionada y racional búsqueda de la libertad artística sustenta la sostenibilidad del grupo, orientándolo a cualquiera de los dominios contemporáneos sin prejuicios. En su afán discursivo echan mano de música grabada, sintetizada, sonidos encontrados y documentados, y hasta el humilde y nunca bien ponderado silencio, tan substancial en la historia musical.

No es desdeñable la cercanía geográfica del grupo con la Escuela Internacional de Cine y Televisión, ubicada a escasos kilómetros de San Antonio de los Baños, la cual ha originado notables obras individuales y colectivas y formado a creadores de casi todas partes del mundo. Igualmente pudiera mencionar la adyacente localización de la Universidad de Ciencias Informáticas con su alumnado inquieto, al tanto del considerable crecimiento de la experimentación en los campos de la tecnología digital y las comunicaciones. Tampoco, si creemos en cierto trasfondo como efluvio y contexto espiritual, debemos descartar el hecho de que en esa localidad nacieron artistas y músicos valiosos en la historia de la cultura cubana pasada y reciente. Factores todos de consideración a la hora de deslindar las causas de esta experiencia transferencial ocurriendo en momentos de tanta confusión en todos los sentidos habidos y por haber.

Conscientes de momentos culminantes en la historia del arte, Los Transferencistas han sabido asimilar algunos de ellos desde el mismo instante en que Pablo Picasso formalizaría aspectos de la iconografía africana (por medio de la apropiación… o transferencias morfológicas podríamos decir ahora) dentro de los territorios y cánones europeos para arribar luego, con más sensatez y prudencia, a las costas del cubismo mientras asomaban sus cabezas el fauvismo, futurismo, el dadaísmo, y otros ismos que sentaron las bases de las vanguardias en la era moderna. Luego, en sus investigaciones y estudios, captaron la onda expansiva única, inimaginable, sorpresiva, proveniente de Marcel Duchamp hace poco más de 100 años. Para no hacer larga una historia asaz documentada, es posible afirmar que numerosas experimentaciones en los campos neurológico, astronómico, ingenieril, alimentario, informacional, químico, de reciclaje de materiales han sido transferidas, conscientes o no, a las artes visuales en cualquier región del planeta (incluyo aquí creaciones de África, Asia y El Caribe) sin distinción de culturas ni de específicas condiciones sociales y económicas. Ellos las conocen a plena conciencia, las manipulan a su antojo con total discernimiento de su ductilidad y aprovechando, incluso, las posibilidades de préstamos ideológicos con total desprejuicio.

Las transferencias, lo saben, horadan los impulsos y movimientos de numerosos creadores y son tan legítimas como la “originalidad” candente que se otorga a algunos. Una de sus virtudes radica en estimularnos a sentir (sobre todo ver y oír) el mundo de manera integral, sistémica y no en compartimentos estancos.

Pero a Los Transferencistas no les interesa tanto esa capacidad en cuanto a apropiaciones y asimilaciones formales sino las que ocurren en los ámbitos de la emoción, las sensaciones, los gestos, desprendidas de lo físico y corporal, en tránsito hacia algo más allá, hacia lo que ellos mismos consideran profundo y genésico. Tal búsqueda a ultranza del origen de nuestros actos y movimientos los mantiene en un continuo proceso creativo que no arriba a una orilla u otra, ni a puerto seguro: todo lo contrario. Ese desprendimiento de tradiciones, costumbres y hábitos legitimados en los terrenos de la cultura les conmina a abandonar todo tipo de asidero conceptual, ideológico, incluso filosófico.

Se mueven sutilmente entre las ideas y las experiencias sin abrazar unas u otras del todo, lejos de cualquier excusa pues la libertad es quien los ilumina y guía en medio de esa selva oscura que Dante escudriñó en el camino de la vida hace más de 5 siglos. La libertad es su don más preciado: no les permite dejar huellas ni rastros de su propia creatividad pues de obra en obra, de año en año, sienten y presienten un sinnúmero de perturbaciones posibles y aptas para estremecerlos a cada uno por su cuenta, en el más estricto sentido individual y en pos de la obra colectiva.

Pareciera una vuelta a la semilla, a lo primigenio o, como ellos gustan decir, a casa, que ilustre esa preciada independencia y espante toda analogía, toda forma dominante o no y deje libre los conceptos en su estado más puro. Así lo experimentó un día en su sensibilidad Lázaro Lacho Martínez hasta descubrir respuestas afines en Reinier, Ivette y Yosvel y comenzar a considerarse entre sí como grupo.

En sus obras sorprende el influjo de la abstracción realizada en Cuba y varias partes del mundo, la imagen dúctil que emite y connota significaciones, señales, signos, disonancias, quiebres. Abstracción en grandes telas, paredes y formatos que en unos puede remitirnos a la pintura parietal ancestral, en otros al graffitti callejero; en otros a una suerte de opaca y velada figuración y, en ocasiones a la denotada mancha casi en estado puro que tanto ha sobresalido en esta tendencia moderna. Pintura elaborada, en apariencia, por diversas manos en constante movimiento, prefigurando la participación activa de miembros del grupo, iniciada y completada a su vez frente a nosotros.  Se observa entonces así, pues, un delicioso “manoseo” de pinceles y espátulas, intercambios jugosos de líneas y colores, densidades orquestadas en divertido silencio para alcanzar ese grado de sanación que conciben en tanto “función” para el arte contemporáneo sin ánimo, por supuesto, de preceptiva o dictamen sino un más que puro placer, subjetivo y objetivo.

Igual para espacios cerrados (galerías, museos, centros de arte) que para espacios públicos, la obra de Los Transferencistas estalla, explosiona en cada superficie que les entregan para dejar constancia de un oficio el cual, por demás, ha sabido identificarse con una música compuesta en representación de sonidos abiertos y difíciles de rastrear en los laberínticos y complejos escenarios de la vida cotidiana. Composiciones musicales construidas bajo los mismos presupuestos de sus obras visuales, al punto de verla tanto como escucharla: tal es su grado de compenetración e integración en esa experiencia colectiva que viven.

Desde el año 2001 participan en varios proyectos de exhibición en Cuba y el extranjero, desde una modesta galería en San Antonio de los Baños o Bejucal hasta museos, centros de arte y palacios en La Habana, Ciudad de México, Cali, Dubai, Venecia, conscientes de sus potencialidades para movilizar la mente humana por los meandros de la plasticidad y sin necesidad de recurrir a consabidas formalizaciones ya gastadas por el uso indiscriminado de estereotipos.

Su avidez y curiosidad por encontrar auténticos impulsos en la propia creación los lanza en carrera veloz por las autopistas de la contemporaneidad, desarrollándose a sí mismos como creadores independientes e integrantes de un grupo llamado a ocupar espacios en la visualidad cubana actual.