Gretel Acosta
La desmemoria de Cuba asusta. Viene de todos los órdenes,
sin ordenanzas, tropical.
Como en este contexto, el «mundo del arte cubano» no es
una excepción, el que un artista esté fuera de la Isla un tiempo corre el
peligro del desvanecimiento. Sin embargo la buena contradicción es que también
se olvida rápido la ausencia. Se inserta rápido, se está, si se «toca» un poco
«tierra». De hace aproximadamente tres años hacia acá hemos visto el regreso
expositivo y la apertura de estudios en Cuba de artistas que por largos períodos
de tiempo estuvieron fuera del circuito insular, donde la actualización off line requiere presencia física.
Motivos promocionales, recuperativos, personales, generacionales, comerciales, el
motivo que sea ¡sea bienvenido!
La presencia de Katiuska Saavedra en el espacio habanero Seis Seis sin dudas pertenece a este
fenómeno de retorno que en mi opinión es de lo más interesante que está
pasando.
Y ese tema de estar, de «tocar», de presencia física, es
total en Santa Gana. Es llegar y
tocar, es presionar. Y marcar, y grabar. Marcar es como suave; grabar, más
hondo.
Grabar puede remitir a accionar con el sonido, a
materializar, a registrar el sonido, a impregnar de él una superficie.

Superficies de contacto, como los pezones de Katiuska,
que reciben nuestros sonidos, o nuestras vibraciones; porque eso es siempre el
sonido, una vibración más larga o más corta, distendida o intensa. Y recibir el
sonido que proviene de ella. Su vibración.
Grabamos sonidos en Frottage
sin mediaciones, frotándonos con las piezas de lijas y manipulando la grabación
que amplifica la resonancia de lo real real que de otro modo sería
imperceptible.
Frottage te da pero, como ocurre en toda interacción, se queda
con algo nuestro a cambio. Nos quita algo de ropa, y de superficie de piel;
depende de cuánto queramos comprometer en el intercambio; depende, de nuevo, de
la intensidad.
Entonces grabar aquí, además de la cuestión del sonido,
es cuestión de imprimir.
Y modos personales de grabados son también los dibujos
presentes. Katy imprime el carboncillo en la cartulina con su cuerpo desnudo:
ahí están los pétalos de sus nalgas, las abstracciones esféricas de sus senos,
las líneas producidas con lo que quieran ustedes imaginar. Estos dibujos
performáticos por supuesto recuerdan a las antropometrías del gran Ives Klein, quien
después de untar los cuerpos desnudos de sus
modelos con pintura de su famoso International Blue Klein (IBK), indicaba,
vestido de traje, a las mujeres dónde ponerse para plasmarse contra el lienzo.
A Klein le interesaba mantener la distancia entre la obra y el creador; de ahí
la mediación de lo que llamó sus «pinceles vivos». Pero también hay que indicar
que eran pinceles bellos y que hay elementos de la performatividad que
funcionan mejor realizados por el mismo artista y otros mediante la utilización
de otros actuantes.
Klein de seguro lo sabía, y Katy lo
sabe, de ahí que aproveche siempre sus sugestivas cualidades escénicas, una de
ellas es ese caribeño parecido con Marina Abramović.
Necesitamos más performance, necesitamos
artistas mujeres.

«Sentada en una silla» no es solo que The
Artist Is Present sino que A las 12
el Diablo está suelto, hay ganas, y es bienvenido.
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