Luis Enrique Padrón

Para Kmilo Morales crear tiene un carácter espiritual; su imaginería escapa de la posible asociación a lo religioso y de cualquier otro remanso simbólico simplificado para ser signo de un sentir aún más complejo y profundo. Es una práctica que requiere paciencia, disciplina, sabiduría, generosidad, diligencia (…) Es crear un lugar de contemplación, quizás para meditar sobre la pintura misma (…) Es hacer un viaje, adentrarse en el proceso y habitarlo, es tomar todas las experiencias y plasmarlas en un área en blanco que termina por convertirse en un lugar, un espacio, un templo.

Definitivamente se trata de un iconoclasta y su motivo fundamental es la creación en sí misma, como proceso real, estado mental, territorio, forma del conocimiento, sensación, tiempo y espacio. Concibe la pintura como ritual de consagración, episodio en el que todo esfuerzo racional gira en torno al sentido ulterior del arte. La forma plástica expresa sin muchos contratiempos esa trama tan personal y vivificadora, en la que se cuecen el cuerpo, el alma y todas sus energías. Y queda sublimada en una sensibilidad entre austera y sacra, silenciosa y plena.

El tiempo en todo ello figura como leitmotiv, razón por la cual hace del trabajo en serie, siendo esta la estructura fundamental de su discurso. Cada idea de interés es un fenómeno temporario, una vía de auto-comprensión cuya forma depende del temperamento cotidiano.  Se trata del ensayo de un tiempo distinto al ordinario, del tiempo de la creación, que ahora eclipsa al tiempo vital y funciona como símbolo total del tiempo del universo.

Su obra, distintiva además por la monocromía, el interés en los contrastes de textura, la ambición por la luz y el valor que adquiere la acción o proceso de trabajo en la expresividad plástica, ofrece continuidad a la pintura concreta cubana. Por demás, no obedece a un impulso figurativo y se resiste a ser subsumida como abstracción. Se inscribe en la ideología natural-humanista del Nuevo Realismo francés y su apología de la huella humana, la muerte y la eternidad.

II

Recuerdo que llegué a La Habana siendo un recién graduado. Venía ávido de conocimientos. Me había especializado en grabado aunque siempre me sedujo la pintura. En aquellos años en la capital se hablaba de su “regreso”, noticia que anunciaba una verdad un tanto paradójica porque la pintura nunca ha estado ausente entre los hombres. Quizás haya sido una estrategia promocional en pos de reavivar la mirada sobre ella, pero lo cierto es que se trataba de un momento favorable para un joven aprendiz como yo. Me metí a escondidas en cada clase del ISA y San Alejandro que pude. Así fue como estuve en el taller de color de Rocío García y conocí a Lázaro Saavedra, Michel Pérez Pollo e Inés Garrido. He tenido la suerte de dialogar con grandes artistas cubanos. Creo que notaban mi avidez a lo lejos.

Anduve inmerso en una constante búsqueda durante tres años. Así re-encontré a Miquel Barceló. Su manera de entender la pintura me resultó muy interesante y durante algún tiempo me condujo. Desde ese entonces descubrí que me interesaba hacer una pintura directa y con materia. Gerard Richter fue otro de mis referentes. Un día llegó a mis manos un documental donde se mostraba su proceso de trabajo, un gran hallazgo para muchos artistas de mi generación. En ese entonces descubrí también un pequeño libro sobre Japón y con él, un jardín Zen. Aquella imagen significó la Eureka para mí. Yo quería pintar así como un monje rastrillaba la arena. Pronto comencé a indagar sobre esa cultura. Cuando leía sobre Zen cambiaba dicha palabra por pintura o arte y descubría nuevas verdades.

En aquella etapa Michel Pérez fue el principal responsable de mi evolución. Recuerdo que cuando le hablé de mis ideas con los jardines su consejo fue sencillo: tienen que ser orgánicos. Nunca lo he olvidado. Tan pronto me puse manos a la masa me visitó en el estudio. No hablamos mucho aquel día, pero gracias a sus exhortaciones luego pude alejarme un poco de lo que estaba haciendo y ver con más claridad.

La energía de aquel encuentro atrajo mucho, cambió todo. La Revista ArtOnCuba tuvo que ver también en ello. Yo tenía planes para exponer en la Casa de Cultura de Plaza de la Revolución con estas piezas y tuve muy buena promoción. El mayor saldo de esa primera exhibición es que Michel me pidiera de a poco ser su asistente. Ha sido uno de mis mayores logros personales. No creo que arribara por mí solo tan rápido al punto de comprensión en que hoy me encuentro. Él me ayudó a desarrollar un pensamiento en paralelo a una manera de hacer. Lo más importante, me enseñó a mirar. Y el mayor consejo que me dio siempre fue “decir gracias y no”.

Cuando Miquel Barceló me invitó a su estudio en París, yo, sin saberlo bien, estaba a punto de experimentar uno de las sacudidas más importantes dentro de mi aprendizaje. Él era mi principal referente, se trataba de una gran oportunidad para mí. Por eso lo primero que hice al llegar a Europa fue ir a verle. Mi primera experiencia visual, táctil, olfativa – física en su justa medida- sobre la pintura del Viejo Continente fue a través su obra. Solo después de eso pude ir a los museos.

Me ha ocurrido en varias ocasiones que arribo a importantes conclusiones a través de mi propio trabajo y luego descubro con ellas a grandes maestros de la pintura. Así fue como conocí sobre la obra de Robert Ryman, por ejemplo. Fue Flavio Garciandía quien me regalara mi primer catálogo sobre este gran artista estadounidense. Pero recuerdo que mi encuentro con Barceló me condujo a una experiencia diferente. Después de hablar y pintar un poco juntos, aquella tarde del 13 de febrero de 2018, él me sugirió que fuera a ver las obras de Pierre Soulages en el Museo de Arte Moderno de París. Allí fui entonces, y descubrí el libro Soulages in Japan, un catálogo en el que aparecían algunas fotos suyas en unos jardines japoneses. Aquel pintor francés vivía fascinado por este motivo, así como yo. Después de ese viaje y durante un buen tiempo pensé que ya no tenía nada más que hacer.

(Continuará)

*Texto publicado originalmente en https://tumaletinartblog.com/2020/04/24/una-carrera-contra-el-tiempo-sobre-kmilo-morales/