Hamlet Fernández

La obra tanto gráfica como pictórica de Rafael Zarza es, sin lugar a dudas, una de las más peculiares, inquietantes y valiosas de la plástica cubana de las últimas cinco décadas. Cerca de los 80 años (imagino), Zarza ha consumado un estatus difícil de obtener en cualquier contexto artístico: su obra es prácticamente inclasificable, no sólo con respecto a las tendencias más dominantes que se han ido sucediendo en el decursar del arte cubano contemporáneo, sino también con respecto a las modas estéticas internacionales.

Zarza es conocido popularmente como el pintor de las figuras taurinas. El toro es el personaje central de la inmensa mayoría de su producción plástica.Se sabe que los atributos físicos de ciertos animales se convierten, al interior de determinada cultura, en proyecciones simbólicas de las virtudes o demonios de los hombres. Así, la virilidad, la fuerza, la ira, la elegancia, la indomabilidad, la majestuosidad del toro, forman parte del ideal de masculinidad de un arquetipo histórico como lo es el caballero español.

Y por herencia cultural, pues esos son atributos que también figuran en nuestra propia concepción de la masculinidad, por más estereotipados que nos puedan parecer hoy.La riqueza conceptual de la obra de Zarza radica en la manera en que ha sabido jugar con esa matriz cultural hispánica, pero llevándola al plano de la realidad cubana que le ha tocado vivir. De ahí que el toro sea algo así como la punta del iceberg de su discurso, es decir, es el elemento plástico y simbólico protagónico, lo más visible, lo que más espacio ocupa en la composición.El animal es representado por Zarza tanto como objeto (de torturas, de burlas, de manipulación), que como sujeto (modelo publicitario, dictador, símbolo sexual), entre otras muchas variantes. Y es que el duelo entre el caballero (el torero), y el animal feroz (el toro), no es más que un ritual estetizado del duelo entre el hombre y los atributos del animal que él desea para sí, y que al mismo tiempo pretende dominar, subyugar, someter a su voluntad de poder.

Entonces, en lo profundo, la obra de Zarza termina siendo un relato de la lucha entre los hombres, de las relaciones de poder, de la violencia, la manipulación, la muerte; pero también hay erotismo, goce del sexo, provocación carnal. Eros y Tanato. Todo ello expresado en estridentes colores: verdes, rojos, naranjas, amarillos, azules, rosados, que vibran al interior de las áreas delineadas por esos sintéticos trazos que caracterizan su singular figuración.Muchas de sus obras son poco conocidas. Le imagino un artista sencillo, modesto, que mantiene un bajo perfil. Pero también muchas de sus obras han sido soslayadas por el contexto en el que nacieron, difíciles de ubicar en la periodización del arte cubano más a la usanza.Pero el arte verdadero termina por encontrar su acomodo en la historia, trasciende lo circunstancial y desde la vigorosa actualidad de su sabiduría nos interpela.

Nota:

El jurado estuvo integrado por Lesbia Vent Dumois, José Manuel Fors, Premio Nacional de Artes Plásticas 2016, Tony Piñera, periodista y crítico de arte, y las curadoras y crítica de arte Tania Parson y Dannys Montes de Oca.