Elvia Rosa Castro

A Magela Garcés

El Cándido de Voltaire fue publicado por
vez primera de manera anónima y venía precedida por esta nota: “Traducido del
alemán por el doctor Ralph, con los agregados que se encontraron en el bolsillo
del doctor después de su muerte, ocurrida en Minden el año de gracia de 1759”
(Rodríguez 1975: XV). Y más que eso. En una carta a Robert Tronchin escribe,
usando un método que ya veremos en el Padre Félix Varela: “Como hallo esta obra
muy contraria a las decisiones de la Sorbona y a los decretos del Papa,
sostengo que no he puesto mi mano en ella” (Voltarie 1975: 46). Otro de los que
usó un heterónimo fue Blaise Pascal. Escribió diecisiete cartas bajo el
seudónimo de Luis de Montalvo. La primera de ellas se tituló Carta escrita a un provincial por uno de sus
amigos sobre las disputas actuales de la Sorbona.

Estos tipos de
burkas autorales que son los seudónimos constituyen una manifestación atractiva
de la conocida pérdida de autoría o de la muerte del sujeto-autor sin que, al
menos en plena gestión de la Modernidad, resultara de una estrategia consciente
de escritura intetertextual o citatoria.

Reynier Leyva Novo y Ranfis Suárez. Octanaje, 2018

Cuba, según conocemos,
comenzó su historia literaria con un mentís: se dice que Espejo de paciencia no constituye
nuestra primera obra literaria, sino un largo poema titulado Florida, escrito por el Fray español
Alonso de Escobedo. Y para colmo se afirma que Espejo de paciencia “fue una invención de los poetas del entorno de
Heredia, Domingo del Monte o José Antonio Echeverría” (Esteban 2006: 18), cuyo
árbol genealógico pasaba por Silvestre de Balboa.

El siglo XIX
cubano estaba inundado con esta práctica del uso del seudónimo: Casal en “La
discusión”, “La caricatura” y “El país” se nombraba Hermani y Alceste. Cirilo
Villaverde firmaba como Un contemporáneo, Sansueñas, Simón Judas de la Paz. Emilio Bobadilla usaba el seudónimo
de Fray Candil, y Enrique Piñeyro rubricaba los lacónicos y spielberianos A. T. y P. Niño.
En la época de Lunes de Revolución
era natural escribir bajo heterónimo, ocultando la verdadera identidad.
Posteriormente aparecieron censores bajo heterónimos y ahora se ha invertido el
juego: los escritores no suelen apelar a otros nominativos. Fermín Gabor, o La
viuda de Calvert Casey por ejemplo, serían una excepción en nuestros días,
mientras Facebook es el terreno donde esta práctica se ha refuncionalizado.

José Mesías.  Montura diseñada por el General de División Avelino Rosas para montar hombres, 1897

La hacker Lil Puñeta, quien desfachatadamente reveló el trasiego electrónico entre varios actores del contexto local cubano en la muestra colectiva El octavo círculo, perfectamente encaja en esta tradición que traza un arco entre el chanchullo, la crítica y el afán de ocultamiento. Todo ello junto provoca cierto morbo, una rica fruición que, cuando menos, provoca la conocida risita nerviosa. Todos hablan de Lil Puñeta, todos los que pudieron llegar a Novo Estudio Párraga, del artista Reynier Leyva Novo, a ver El octavo…. expo curada por Magela Garcés, sí, sí, la misma que escribió las 100 preguntas del arte cubano. Si esa muestra se hubiera exhibido en un lugar de acceso “masivo”, la Lil sería ya un mito urbano, el Banksy local. Tengo la impresión de que habrá más entregas, en otros sitios, y esta hipérbole mía dejará de serlo. No sabemos quién es Lil y no sabemos cuánta dosis de veracidad hay en lo que entregó. Tampoco importa. Basta con el estado que genera.

Por ahí van los
tiros de El octavo círculo, a donde
ya saben, van los falsificadores. Va del apócrifo como dispositivo cultural, ya
sea como operatoria lingüística, como mecanismo de resistencia o como burla a
lo instituido. Tiene que ir, en efecto, del deseo de crear más ficción. (Ojo
con el más). “(…) Precisamente
la ficción y el engaño es lo que detiene los ojos de los espectadores. Ahora
bien, ¿qué otra cosa es la vida de los mortales, sino
una comedia cualquiera, en la que unos y otros salen cubiertos con sus máscaras
a representar sus respectivos papeles?” (Rotterdam
1984: 68).

En el texto Cómo un círculo nos saca de la hiperrealidad, publicado por Rialta, hablo de la naturaleza enteramente diogenista de esta muestra, pues los tópicos que Magela atravesó para armar la muestra son hermanos gemelos de la conducta cínica y con ella, Diógenes a la cabeza: falsía y hurto simbólico. Desparpajo. Remoción de las nociones de identidad, autoría, sujeto, arte y cultura. Una expo que, tal vez sin saberlo (pues creen que anda en el campo cultural), se mete en las entrañas de la Filosofía pura y dura.

No hay más ná.

PS. El gesto de Lil Puñeta cala en la sicología de muchos de los involucrados, convirtiéndose en postcrítica pero está lejos de ser “la obra” de esa expo. Los galones de combustible de Reynier Leyva Novo y Ranfis Suárez así como la montura de José Manuel Mesías son dos obras notables, están al mismo nivel de excelencia de la entrevista de la curadora a Boris Groys.

Bibliografía

Rodríguez Rivera, Guillermo (1975):
“Prólogo”.  En Voltaire: Cándido
o el optimismo
. Ingenuo. La
Habana: Arte y Literatura.

Voltaire (1975): Cándido
o el optimismo
. Ingenuo. La
Habana: Arte y Literatura.

Esteban,
Ángel (200&): Literatura cubana.
Entre el viejo y el mar.
España: Renacimiento.

Rotterdam,
Erasmo de (1984): Elogio de la locura,
La Habana: Arte y Literatura.