Abdel Hernández

Entre los artistas plásticos cubanos de la más joven generación, Humberto Planas ha despuntado por su originalidad. Su obra sitúa a las relaciones entre lenguaje, técnica, plasticidad y textualidad fuera de figuras de lenguaje a las que habíamos recurrido en la crítica para explicar los modos en que no poco arte posmodernista había explorado los problemas de la artisticidad, la recurrencia en el sentido del objeto a formas anobjectuales y en el del empleo de tecnicidades usualmente consideradas fuera del arte —esas formas que buscaban en las relaciones objeto-objeto alternativas al ready made. Un objeto accesorio usualmente desplazado de su posición central: el mosaico, la escalera, la columna, el arquitrabe, la bisagra, derivando a nivel técnico en modalidades de lo que hemos llamado intertexto e hipertexto, etc., y en el sentido de la relación arte-arte, a lo que Jameson definía como “pastiche”.

Figuras de lenguaje recurrentes en la plástica contemporánea de los dos últimos decenios —tanto en la plástica europea como en la caribeña y del llamado arte internacional—, aquellas llamaron la atención sobre las posibilidades del “remedo” y el “zurcido” en tanto técnicas que comunicaban las posibilidades de la plasticidad con asuntos de textualidad, que derivaron en formas diversas de la “urdimbre”: el llamado “tejido textual”. La movida de Humberto Planas conoce estas cosas, le son inclusivas a una conciencia crítica, pero va por otro lado.

Las imágenes seleccionadas por el artista como metáforas aluden al proceso de recubrimiento y protección, sostén y andamiaje, vaciado, molde y secado que, sumados al carácter usualmente temporal de tales estructuras, implican en él sólo encofrado en tanto metáfora de asuntos de muy diverso orden que remiten a modos en los que aspectos de sentido y aspectos técnicos no pueden ser separados, así como esas técnicas que remiten a profesiones y especialidades distintas tampoco pueden ser separadas sin referencias a principios de imbricación senso-tecno. Elementos de escultura, carpintería y construcción, por ejemplo, están presentes, entre otros, en sus obras, pero no pueden ser entendidos en el encofrado y el arquitrabe sin referencias a conceptos como “comprensión”, “adecuación”, “ambientación”, “modelado” y “remodelación” que engloban las referencias técnicas antes mencionadas a nivel funcional.

El artista acentúa así, en unas obras, ese carácter de desplazamiento según el cual su propio arte le es al arte lo que el encofrado al texto comentado: un architexto que le hace archipiélago. Su obra ocupa así, ante sí misma, una posición humilde. Y ante el arte con mayúsculas, crítica a la osificación e hipostaciación del valor de la obra de arte como objeto de valor único, fetiche. Si bien no se trata propiamente de formas architextuales en sentido estricto, en algunas de sus obras estamos en presencia de un tipo de poética del architexto, es decir, obras que funcionan a nivel de producción de sentido como desplazamientos poéticos al modo del architexto.

Un ejemplo de esta especie de poética en archipiélagos textuales la tenemos en esa obra que fue hecha como si fuera un encofrado del edificio de ISA —Instituto Superior Universitario de Arte—, donde tenemos la producción de un sentido que le es al texto comentado —la arquitectura misma del edificio—, como si le fuera accesorio, mientras por otro lado, siéndole su archipiélago, lo puntúa, lo espacia, lo modela, lo remodela, lo hace texto. Presentada en paralelo a la Bienal de La Habana en el ISA —año 2000—, se trataba de una obra destinada a estimular en los espectadores, tanto la contemplación poética, como la reflexión crítica. La comunidad de profesores y estudiantes contemplaba las obras del artista mientras alrededor podían observar los encofrados que son realmente utilizados por los constructores en la remodelación de los edificios y mientras, a su vez, los constructores podían también contemplar las obras del artista.

Me refiero también a obras como la mostrada en un boulevard de la Habana Vieja que funcionaba como si se tratara —a través de la forma del arquitrabe— del proceso de construcción de una arcada que haría un semicírculo para el paso de los peatones mientras caminan por el boulevard. Ambas piezas temporales. Las obras mismas de Humberto no son textuales. O bien le hacen archipiélago al texto architextuándolo, o bien poetizan la dimensión temporal de ellas mismas y de su relación al espacio, liberándose e independizándose la mayoría de las veces, en tanto formas imaginativas, estilísticas y poéticas, tanto ante la arquitectura a la que en ocasiones comentan como ante las alusiones al encofrado como forma funcional, en algunas de las cuales resalta y en otras le sirve simplemente como inspiración. Me refiero en este caso a piezas como las presentadas para el Salón Anual de la Escuela de Arte —Saarbrecken, Alemania, 2001- 2002—, entre las cuales están Árbol, que es precisamente —en sentido de una metáfora ecológica— un encofrado temporal de un árbol en una zona de estacionamiento de automóviles y Parque infantil, exhibida en el mismo Salón y que consistió en una forma que parece uno de esos parques infantiles actuales realizados en formas simples donde los niños pueden jugar; formas que aluden a esos parques que se encuentran precisamente en lugares como Cheeke Cheese y MacDonald, los parques plásticos inflables y desmontables que se llevan hoy a las escuelas de los niños por un período de tiempo con fines de recreación, entre otros; una forma temporal en la que los niños pueden realmente jugar.

La obra plástica de este joven artista supone una movida específica dentro del arte experimental de la más joven generación a que he hecho alusión recientemente para referirme al resurgimiento de nuevos lenguajes experimentales entre coetáneos y contemporáneos jóvenes artistas plásticos de distintas latitudes: cubanos, anglos, anglosajones, europeos, caribeños…

*Publicado originalmente en revista Artecubano 3, 2005. Aquí les dejo el link de una entrevista realizada al artista.