Desiderio Borroto

En el año 1979, Leandro Soto se alza como comisario de una exposición que tuvo como escenario la galería de Arte de Cienfuegos, aquella muestra es considerada el chispazo para encender la lámpara de los ochenta en las artes plásticas cubanas.

Promo Pintura fresca. Cortesía Pepe Veigas

Esa exposición llevó el título de Pintura Fresca, y allí se reunieron bajo la guía curatorial de Leandro Soto nombres lasque luego serían algunas de las voces consagradas del llamado “renacimiento cubano”, entre ellas estaba Eslo Padilla, Tomás Sánchez, Gory, Gustavo Pérez Monzón , Flavio Garciandía, y un joven artista graduado de San Alejandro y de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, Carlos Alfonzo Espina, quien a esa altura gozaba de cierto reconocimiento debido a que el Museo de Bellas Artes le había organizado una exposición dos años antes con el título Experimentos de Carlos Alfonzo, además de adquirir obras del artista para su colección.

Pintura Fresca definitivamente fue una especie de ensayo de la exposición campanada, la que llamó y removió telúricamente la inercia en que iba quedando las artes plásticas de la Isla impactadas básicamente por el valladar que significó el Primer Congreso de Educación y Cultura del año 1971. Pintura fresca antecedió de manera genética a la exposición antológica Volumen Uno.

Si Carlos Alfonzo integró la nómina de Pintura Fresca y su línea estética, posición intelectual y cofradía marcaba afinidades con la muestra Volumen Uno, ¿por qué no estuvo formando parte de esa trascendental exposición?, el motivo fue el haberse marchado como parte del éxodo del Mariel seis meses antes de la mítica exposición, y esa propia decisión marcó la suspensión de una exposición personal de Carlos en la Universidad de La Habana que ya tenía hasta sus palabras al catálogo escritas por Gerardo Mosquera, en aquel entonces la voz legitimadora más contundente en el contorno de las artes plásticas insulares.

Desde el momento en que toma la decisión de salir de Cuba hasta que recibe el permiso oficial, estuvo confinado en su casa a manera de prisión domiciliaria. En esa estancia pintó varios murales, obras en las que se volcó como si lo que quisiera fuera ensancharse, romper los estrechos contenedores del cuadro y de su propia situación, de esos murales no se sabe mucho sobre su sintaxis, ni su discurso porque hasta hoy están desaparecidos.

Asentado en los Estados Unidos su obra va ganando espacios, reconocimiento y a la vez comienzan los encasillamientos, la taxonomía, unos que su obra encuadra con el neo-expresionismo, otros que es un barroco surrealista, más allá que es una pintura simbólica ajustada a la herencia afrocubana, a esta última es a la que se han sumado más exegetas y quizás tengan, sus obras, trazas hereditarias afrocubanas pero la obra de Carlos Alfonzo, si se enmarca en esa herencia, se despoja de su riqueza semántica y de su universalidad.

La iconografía de Carlos Alfonzo es una gran ganga donde fluyen imaginarios muy diversos, preocupaciones existenciales, cargas personales, activismos… En sus obras trató de encontrar la coexistencia de mundos distante físicamente y sus expresiones más cercanas humanamente sin medir el peso intelectual o de otra índole que han tratado de fragmentar, de anular a muchos y él lo había sufrido en carne propia.

Algunos estudiosos y críticos han apreciado un abrazo muy estrecho entre la obra etnográfica de Lydia Cabrera y la explosiva creatividad de Carlos Alfonzo y de cierta manera sí, especialmente si se trata de una concepción curatorial específica, de organizar una exposición porque ese abrazo apreciable es sólo una esclusa en el largo y profundo canal de su obra.

Una parte de sus obras no llevan título que es como poner al espectador en estado adivinatorio y una invitación a inmiscuirse en el discurso o simplemente ajustar las emociones a lo que se mira, otras obras si llevan el complemento verbal o título pero no como camisa de fuerza sino más bien como sugerencia en la búsqueda de la anécdota y en esta última clasificación entran las dos obras objetivo de esta reseña: Tripulants (1984) y Maternity (1989).

Tripulants

Tripulants es un cuadro con diseño que simula un tríptico o sea está dividida en tres secciones y es una referencia a los balseros, al mar tratado de domesticar para salir y llegar, atrapa las expectativas y el miedo, por ejemplo, en la sección superior los balseros alzan los brazos para ser vistos o quizás a manera de ritual que remata la sonrisa que se repite como morfema en muchas de sus creaciones, una risa que pude ser nerviosa, sarcástica, burlona o de puro júbilo.

El trayecto discursivo se desliza de los balseros implorantes o contentos hasta la escama del pez que podría ser el victimario de los que se arriesgan en busca de sus sueños propios porque se cansaron de vivir las pesadillas ajenas. Carlos Alfonzo no deja a sus tripulantes a la deriva, les otorga un destino, sin embargo, queda en el trazado morfológico de la obra, la resaca de los estilos impuestos por la política de aproximación a lo cánones del realismo socialista y su esquematización en el contexto cubano que le tocó vivir pero como artista raigal esos esquemas los desdobla y los ajusta a su poética a su mayéutica visual que sabe encontrar la respuesta del espectador.

La obra Maternity (1989) es de una etapa de mayor madurez del artista donde su mundo visual se engrana a un universo simbólico de alas desplegadas que humedece con un colorido contundente, en planos cambiante, en movimiento, dinámico donde logra resinificar cada elemento, cabeza, bocas, clavos se metamorfosean adquieren rasgos anamórficos según la perspectiva de la mirada.

Maternity

Maternity no se sumerge en la maternidad como proceso biológico sino más bien el arropamiento cambiante según la etapa de la maternidad por eso algunas veces parece que el clavo es una boca que lanza el vómito y a su vez se convierte en el ojo anamórfico mientras toda la obra fluye hacia lo metafórico.

Carlos Alfonzo, enfermo de SIDA, murió en el exilio en 1991 cuando estaba por cumplir 40 años y en sus entrañas bullía la lava de un arte singular y universal al unísono. El pintó para espantar la soledad y parafraseando a Alejandra Pizarnik… para evitar que las palabras se suiciden.

Nota de la editora: Puedes consultar otro texto sobre Carlos Alfonzo aquí: