Luis Enrique Padrón y Arlettes Sandó

Foto de cubierta: De la serie Hacinamiento, 2019

Enrique Báster es obsesivo en su proceder.
Pincelada sobre pincelada, entre empastes y veladuras; modela una pintura
concreta en su justa dimensión. Su actitud, entre mesurada y frugal es consecuencia
de un arduo proceso de razonamiento.

El color en su trabajo es el catalizador de sentidos;
cada composición, recurso o accidente, tiene el propósito de afirmar su complexión
como artificio. Para nuestra sorpresa, en ello no subyace violencia alguna: nos
presenta un matiz robusto, íntegro, dotado de un brillo tan especial como el del
carbón recién apagado o el de la tierra mojada.

De la expo Pinturas en Clave Baja (Vista parcial)

En su construcción la repetición tiene un valor
determinante. La luz y la sombra, la profundidad, el ambiente, la tensión y la
armonía son invocados a partir de la quiebra de la unicidad pictórica. La
pincelada es un fractal que nos recuerda la historia misma de la pintura como
proceso, y rememora esos momentos de ensayo donde el pintor juguetea con los
tonos en el borde de la tela, la paleta o la imaginación; gestos entrecortados,
aglomeraciones caóticas y espontáneas, procacidad, dispersión y automatismo;
luminosos episodios que serán consagrados en nombre de lo trascendente. Se dice
que la verdadera pintura es aquella que el artista sacrifica, encubierta en el
fondo de la tela o desparramada en el piso del taller; porque encarna toda la
energía del proceso de pintar. Advertimos entonces que el impulso creativo de
Báster, confluencia de operatorias de encubrimiento y revelación, es arqueología
del color abnegado.

Ocaso o un mañana muy temprano en la mañana (after románticos y abstractos), 2019

Con frecuencia nos alerta que su pintura es
abstracción basada en hechos reales, a sabiendas de que no será ni el primero
ni el último afanado en tamañas disquisiciones. Ciertamente su obra no es ajena
a la autoconciencia pictórica, realidad otra reivindicada por las vanguardias
del siglo XX. Pero la objetividad a la que se refiere se manifiesta en ciertas
situaciones simbólicas y vivenciales, que ofrecen tratamiento a las dinámicas
sociales contemporáneas.

De acuerdo a esta lógica podemos advertir un
pulsar melancólico en estas pinturas en clave baja que hoy nos presenta. La
penumbra pugna con la luz, batalla que cobra cuerpo en armoniosas escenas. Hay
cierto regodeo, un poco de resignación, y alguna que otra dosis de cinismo. La
fatiga, así personificada, es el regusto de la resistencia. Pero nada ha de
turbarnos, pues en las regiones etéreas de la verdadera poesía no existe el
mal, tampoco el bien.