Elvia Rosa Castro

ENTRE LA ILUSIÓN DE HIPERACTIVIDAD Y EL “ABURRIMIENTO PROFUNDO”

Resulta fácil encontrar un consenso en torno a la idea de que el arte de los noventa y de estos últimos años básicamente ha perdido su empuje emancipatorio y la utopía ha dejado de ser un proyecto macro para convertirse en espacio cavernícola, un reducto de la subjetividad humana, intimista, yoísta, fichteana (1). (O, en varios casos, el escenario de la utopía es el propio cuerpo humano). Este deslizamiento siempre estuvo marcado por el referente de los ochenta, de fuerte vocación emancipadora. De ahí que el llamado “renacimiento cubano” (2) se haya convertido en una carga pesada que todos han de llevar aunque incluso no les interese.

Asistimos a un fenómeno cualificado por un desplazamiento en los predios de la ética: de lo macro a lo micro, de una razón emancipatoria a la instrumental.

En el primer lustro del presente siglo prevaleció una actitud en la que no se trataba de matar el tiempo precisamente sino de aprovecharlo al máximo con el mínimo de desgaste en cuanto a responsabilidad social. Se trató de una conducta cultivada en la década anterior pero que en la temprana edad del XXI se radicalizó. Del jacobinismo estético pasaron a la broma conceptual de fuerte acento pragmático. (Debo apuntar que aunque esto puede servir de guía náutica, no significa que todo el arte producido por artistas cubanos ostente esa suerte de marca registrada). El paso de la edad pioneril a la adolescencia de este siglo ha traído una producción sumamente interesante en términos investigativos y de rebeldía cáustica. Jóvenes protagonizando “dangerous moves” (Fusco 2015). La promulgada luna de miel entre institución y artista no es tan plácida en algunos casos mientras que en otros (y esto es dominante) el asunto  no se plantea como problema, al contrario.

Alejados de las demandas de críticos y artistas nostálgicos de los ochenta, el artista del siglo XXI parece más un empresario que un creador. El artista gestiona de manera orgánica y cool su espacio en la relación institución-arte. Portadores de lo que llamo síndrome del tutorial, en cuyo reinado no se necesita ni práctica ni sedimento y por extensión, tampoco memoria, esta gente es más peligrosamente libre y no tiene prejuicios. Carece de pautas éticas (3) y genera eventos actuales signados por el “exceso de positividad”.  Se instaura un vínculo de nuevo tipo pero en ninguno de los casos desde el espacio de la ética y la moral.

Los “open estudios”, figura que se volvió protagónica en las últimas dos ediciones de la Bienal de La Habana (años 2012 y 2015), no sólo anunciaban una experiencia trend sino una manera otra de gestionar su promoción y pactar con la oficialidad toda vez que esos estudios podían verse y consultarse como parte del programa de dicho evento y tenían su “contraparte” generosa en las propias galerías institucionales. (Debo aclarar que en estos casos figuraban como parte del programa oficial).  Esta luna de miel se interrumpió por el chantaje de uno de sus artífices (bronca entre artistas que no reseñaré aquí) y ha recibido su martillazo con el decreto 349. No obstante, la “marcha no se detendrá” (4). Mientras te guardes el conflicto para la hora del té, todo puede seguir igual.

En los últimos años hemos asistido a un reordenamiento en el mundo del arte que se ha agenciado todos los calificativos que puedan imaginarse. En una ocasión hablé de búsqueda de una estética online o lingua franca para referirme a las intenciones de homologación con otros contextos culturales que a toda costa buscaban algunos artistas con el propósito de epatar rápidamente con lo visto en ferias y bienales, así como con lo estimulado a través de la becas, premios y residencias. De modo que el aliento utópico y aquella megalomanía ética que deslumbraron al circuito del arte en los ochenta fueron desplazándose discretamente para asentarse en lo pragmático cotidiano, íntimo y familiar. De la alteración al ensimismamiento.

Repito, con todo ello quiero decir que el desplazamiento se ha producido por partida doble: de lo macro a lo micro y de lo emancipatorio a lo instrumental, como nos han enseñado Adorno y Horkheimer. Toda una red minorista de productos de lujo donde la expectativa social se redujo a un topo mensurable, humano, de geografía intensa y mínima (5).

También ha cambiado la noción del paradigma o mejor dicho,
se esfumó la idea del canon y el modelo. La heroicidad, que en la Cuba del XX
tuvo sus cunas en la Sierra Maestra y en el Escambray ahora tiene un nuevo escenario
que se agrega a nuestra geografía: la cordillera del Darién, de la cual nunca
supimos en las escuelas pero sí gracias a los testimonios de miles de cubanos
que han tratado de cruzarla para llegar a Estado Unidos. Del mismo modo en que
la escritura tradicional es sustituida por emoticones y hashtags, las cordilleras, el sentido de lo épico y los héroes se
reemplazan.

Esto, por fuerza, altera los criterios de acercamiento a
una creación que a ratos desorienta tanto o más que el contexto social, a un arte
que en muchas ocasiones vota por el despropósito total, sin siquiera caer en
cuenta de su desfachatez e impudicia.

Notas:

(1) Una de las primeras en hablar sobre este punto fue Sandra Sosa en el catálogo de la muestra colectiva Latido. Luego lo ha hecho Rafael Acosta con una mirada menos apasionada. Después apareció, en el 2007, el fundamento del presente texto bajo el título “De la megalomanía ética, a la bobería al nullpunkt”, un ensayo lleno de parabienes que me ha traído gratas sorpresas. Uso el término “fichteana” como metáfora de la filosofía de JW Fichte, el filósofo alemán, quien defendía la tesis de que toda identidad existe solamente en los predios del YO.

(2) Los años ochenta.

(3) A veces el presidente el Consejo Nacional de las Artes Plásticas no era Rubén del Valle sino Rubencito y era invitado a fiestas domésticas como si de otro teenager se tratara, prometiendo y estableciendo relaciones fenicias. En el momento en que termino estas líneas Rubén ya es cosa pasada pero la conducta es la misma.

(4) El circuito del arte cubano, la muestra curada en la galería El Apartamento, por Mailyn Machado, para la Bienal del 2019 iba del tema de los “open studios” como ejercicio de autogestión. Este es un caso en que las obras no responden literalmente al criterio curatorial sino la propia galería como espacio alternativo que las contiene; y el catálogo es de colección. En mi opinión es, de hecho, la obra en sí: un mapa de La Habana señalizado con la ubicación y nombre de los espacios donde los artistas de la nómina de El Apartamento estaban exhibiendo.

(5) En la puesta en escena de Peer Gynt, del grupo de teatro El público, un duende le dice al protagonista, “bástate a ti mismo”.

Referencias:

Fusco, Coco (2015): Dangerous moves. Performance and Politics in
Cuba.
London: Tate Publishing.