Elvia Rosa Castro

Como prometí, iré compartiendo por acá mi libro Aterrizaje que de aquí en lo adelante se llamará CUBA: ARTE Y AUTISMO MORAL (lo muerto no puede morir). Y está dedicado a Emilio Ichikawa

El proyecto está compuesto de las siguientes partes:

Introducción: DESVELOS

Capítulo 1: DEL CINISMO O HIPERREALISMO DE LA APARIENCIA

Capítulo 2: EL SILENCIO SE DESENCADENA (INTRODUCCIÓN AL DIOGENISMO CUBANO)

Capítulo 3: CUBANOS EN EL SIGLO XXI: artistaje, happy hour y transdilema

Comparto hoy DESVELOS

Quién se ha creído

que mi canto

yo lo cambio

por espanto…

Aris Garit

La primera versión de este libro, con sólo dos capítulos, fue publicada por Ediciones Luminaria, de la provincia de Sancti Spíritus, en 2012. Habiendo nacido y vivido allí, nunca alguien me había pedido un libro para ser publicado en la villa, y toda vez que lo hicieron, viviendo ya en La Habana, les ofrecí mi desvelo de quince años: un estudio sobre el cinismo en su variante filosófica y su aterrizaje en el contexto cubano del siglo XIX.

El volumen se tituló Aterrizaje. Después de la crítica de la razón cínica y contó con una tirada de 500 ejemplares que fueron comprados por mí, los amigos de mi padrino en el poblado de Jatibonico (ingenieros todos) y un puñado de lectores dispersos entre Cuba y Miami. Gilberto Padilla lo recomendó para el Premio de la Crítica pero nadie le hizo caso. Con su opinión, el viaje de Manuel Sosa desde Atlanta a Miami para presentar aquella cosita que se deshojaba con solo mirarla, y los criterios de aquellos papeleros que recalaron en Jatibonico con el sueño de echar a producir la papelera más grande de América, me sentí feliz y pensé en doblar por segunda. Este que leerán aquí es el resultado.

II

En el segundo lustro de los años ochenta donde mejor se disertaba sobre temas filosóficos era en el Bodegón de Teodoro, suerte de ágora dionisíaca en la Casa de la FEU (1) de la Universidad de La Habana. A diario maestros y discípulos nos reuníamos allí para beber cerveza clara del país, jugar dominó y escuchar a Elena Burke en vivo. Allí se perdía la solemnidad del tinglado medieval que eran nuestras aulas, aunque de igual manera seguíamos siendo bizantinos y el plato fuerte eran las discusiones retóricas. No por casualidad, uno de los mejores ejercicios teóricos de la Isla fuera titulado por su autor, Alexis Jardines, Diálogo entre el sobrio y el ebrio.

Cierto día, Emilio Ichikawa, entonces profesor de Historia de la Filosofía en la especialidad de Historia, y yo, alumna de tercer año de Filosofía, convenimos en fundar una Filosofía de la Liberación. Y me lo creí, pero desde esos años hasta acá Emilio y yo nos vimos apenas tres o cuatro rápidas veces. De todas formas, él tiene la gracia de provocar en mí apuntes tras lo que escribe, no importa si para afirmar, refutar o sólo disfrutarle, pero siempre desde una primera fascinación (2).

Fue así que precedido por su Premio de Ensayo de La Gaceta de Cuba, en el que disertó sobre libertad y autonomía, surge “El precio de las vacantes (vuelven el cinismo y el arte)”, texto mío publicado en la Edición 287 de la revista El Caimán Barbudo, y el cual releí asombrada en virtud de la insólita nota editorial que lo acompañaba en la entrega. El editor de esa revista me acusó, entre otras cosas, de coquetear con el discurso del exilio, de haber escrito un ensayo totalizador, etcétera, etcétera. (Aquello fue un golpe bajo pues viviendo en Sancti Spíritus, Cuba, en esos años, eso era lo peor que podía pasarte, sobre todo si vivías, como yo, en el “quinto de la periferia”). “El precio de las vacantes…” era en verdad un texto totalizador en tanto le confería al cinismo las mismas cualidades que a la sustancia: omnipresente y causa sui.  Tras esa publicación, signada por la censura, sobrevino un intenso debate que fue mencionado recientemente por Dean Luis Reyes en la polémica sobre la libertad de creación a raíz del filme de Yimit Ramírez, Quiero hacer una película. Repentinamente, yo estaba en el centro de mira de aquellos jóvenes inquietos que aún quedaban en la isla, y del oficialismo conservador en el campo cultural. La censura de ECB generó un efecto contrario a los propósitos de sus gestores, poniendo en solfa, de paso, el despotismo editorial de esa publicación en esos años (3).

III

Luego de leer a Janet Batet sobre la “era cínica” en un número de la revista Loquevenga (4) y también, luego de escuchar a Gerardo Mosquera en aquella mesa redonda que convocó Rufo Caballero a propósito de la exposición Relaciones peligrosas (5) comencé a escribir varios ensayos, entre ellos La conjura de los fieles y El pastiche cubano y el sujeto recobrado, donde defiendo la idea de que si hablamos de cinismo en las artes plásticas cubanas nunca será igual a ese que se genera en el llamado centro y que tiende a la abulia e indiferencia totales. En Cuba, nada, absolutamente nada es tan lineal. Luego aprendí que en ningún sitio del planeta tampoco.

Dos años más tarde, continuó el uso y abuso del término y me pareció legítimo demostrar que si podemos hablar de un cinismo artístico en nuestra Isla es porque este existe a nivel social. Que existía, en consecuencia, un cinismo cubano. Y digo cubano, algo que engordaría nuestro ego, porque continúo pensando que existen diferencias, tanto en relación con aquella escuela que le dio origen como con el que existe en las sociedades de bienestar.


Para incursionar en el escenario artístico me aferré a los arquetipos de Hermes y Prometeo y de Norman Brown con Apocalipsis y∕o metamorfosis, sobre todo su capítulo Dionisos en 1990. De alguna manera ese background está contenido en este libro aunque me haya desentendido de ellos, al menos como evidencia, más no en espíritu. Mi libro Erizando las crines (o del arte y otras recetas), del 2001, compendia estas y otras especulaciones de toda una década. El caso es que yo, que pretendía cerrar una polémica, resulta que la abrí. Y aquí debo distinguir algo: el mundillo de las artes plásticas se desentendió del asunto y esta cayó en las manos de Víctor Fowler (6) y Emilio Ichikawa, quienes no solo me defendieron sino que pusieron sobre el tapete la crisis editorial de una revista que cuidó su espacio a toda costa, bajo los atuendos de la precariedad y la provisionalidad intelectual. Compró pesca’o y le cogió miedo a los ojos.

Esto fue hace muchos años, en 1998. Con todo ese precedente quise emprender una investigación para la cual no conseguí el financiamiento necesario pues creo que fui a dar al lugar equivocado: la Fundación Ludwig de Cuba. Otro sitio artesanal en materia de pensamiento, acaso el más estorbante.

IV

Ahora regreso con esta entrega, que se diferencia de la primera en la añadidura de un tercer capítulo dedicado a las artes visuales, campo que me acogió desde 1994 y el cual me ha permitido pensar y actuar con cierta autonomía.

La manía de pensarlo todo desde la ética ha traído como consecuencia que mis ensayos sobre el arte producido por artistas cubanos, de una u otra manera, hablen del cinismo, el doblez y la apariencia. Por otra parte, todo arte es diogenista por naturaleza. Así que todo en mi escritura se complementa.

Sólo espero que, debido al extenso arco temporal que media entre cada escrito, no se convierta este volumen en un Frankenstein inmetible y cínico por demás. Notarán, eso sí, una evidente diferencia en la manera de estructurar los capítulos: los dos primeros, escritos bajo los mandatos del tratado tradicional, sin despiste mental ni formal, perfilan al cinismo desde el punto de vista filosófico mientras el segundo aterriza en el ideario (o en los idearios, plurales) del siglo XIX cubano. Abruman un poco pero no aburren. Por mera ignorancia y analfabetismo y porque creo todo lo que vino después tiene un origen decimonónico, obvié el análisis de la República, cuyo bache me llevaría a invertir otros quince años más. La condición actual está resumida en un post de Facebook que flota solo, descentrado, en una página del libro y pertenece a Jorge Ferrer.

El tercer capítulo se ha tomado ciertas libertades y posee acápites que me han permitido escribir rehusando la tiranía de la linealidad. Aunque todos los apartados se dan el lujo de ser especulativos, el tercero, terminado al vivir en otra lógica cultural, aporta ciertos datos sin caer en el positivismo que tanto adora la academia. Ruego me digan si hay algún servilismo colegial en estas líneas, al menos en términos metodológicos, y le prendo candela al bosque. De todo menos caer en la anorgasmia.

Viviendo fuera de Cuba he tenido acceso a una variada bibliografía sobre el tema, inteligente y copiosa, digamos. Sin embargo, he preferido dejar casi intactas mis especulaciones, sin contaminarlas con “lo último” o con textos que aun siendo excelentes, no llegué a conocer en los años que escribí los dos primeros capítulos. Conscientemente, quiero reproducir esa sensación periférica de incompletez. Somos lo que hay.

V

Nuestra Cuba del siglo XXI aún sigue siendo una moderna y totalitaria Cuba. Esta condición nos ha hecho herederos de todos los mitos modernos de progreso social, igualdad, emancipación, el Gran Sujeto y la Gran Nación, siendo a la vez caribeños y periféricos. Cuba ha vivido, y continúa viviendo, en una suerte de Matrix tautológica y tiránica o burbuja grotesca donde la suma de modernismo y totalitarismo, con la fanfarria de consignas legitimadoras prevalecen sin que a muchos interese a estas alturas del partido.

La Cuba del Siglo XXI, esa que premia lo impolíticamente correcto (machista, homofóbica, racista y vulgar), esa Cuba que ha agotado todas las fórmulas de supervivencia después de la caída del Muro de Berlín, ha perdido irreversiblemente su dirección: misógina al fin, no tiene Alexa ni a una Siri que la auxilie.

Esa Cuba, un poco más informada gracias a los Parques Wi-Fi, los datos 3G y a los Paquetes Semanales que circulan de manera alternativa a la programación televisiva oficial, ha sufrido un colapso ético. Ha experimentado el desplazamiento de la utopía y el ideal colectivo hacia el pragmatismo en su versión insular: una práctica individual chacalista que no respeta al otro y vierte en ese otro la frustración que siente frente al Estado. Ha suscrito todos los descréditos: pertenece a una sensibilidad que no cree en consignas, ni líderes, ni épicas, ni verdades absolutas.

Y ese desencanto es experimentado de la única manera en que podemos asumir esta fractura ideológica: transitando del dolor más conmovedor al más cínico placer. La llamada “gozadera” (suerte de bacanal ejercitada por vacantes y bacantes), el refugio en nuestra memoria histórica y en algunos nichos espirituales han sido algunas válvulas de escape. En esta lógica, el arte está incluido.

Notas:

(1) Federación Estudiantil Universitaria.

(2) Ichi falleció víctima del Covid-19 en el año 2021. Aun así, continuaré usado el tiempo presente. Emilio revisaría casa oración de los dos primeros capítulos con una emoción sin límites. Solíamos escribirnos por correo electrónico de una manera poco ortodoxa: en el asunto del correo iba lo que debía decirse y el cuerpo del correo permanecía vacío. Mi vecina Marcia, quien jamás había cruzado una palabra conmigo, un día me grita en calle Línea, “Elvita, Elvita felicidades, están hablando de ti en Radio Martí. Recomiendan tu libro sobre el cinismo, etc, etc…” Luego supe que era Emilio. Sería ca. 2012. En La Habana el libro fue presentado por Ricardo Quiza y en Miami por Manuel Sosa. Lo mío, por si no lo han notado, es estar rodeada de amigos. En La Pequeña Habana Pescao (Alcides Herrera) era el encargado de coordinar el espacio. A la hora de la presentación la gente empezó a aglomerarse fuera del local, pero adivinen: no había tal espacio coordinado. Sosa, visiblemente molesto, le propina un gaznatón a Pes, quien juraba que todo era una conspiración de aquel grupúsculo de teatro que a última hora tomó el espacio por asalto. Yo, que nunca he sido muy ecuánime que digamos, pregunté si podíamos hacer aquello dentro de la pizzería. Y así se hizo. Hermosa y memorable noche.



(3) Rialta ha hecho una compilación sobre tales sucesos.

(4) Publicación alternativa que circuló a mediados de los años noventa del siglo pasado en Cuba. Se trató de una revista realizada con materiales povera y reciclados pero con un rigor teórico y artístico insuperables.

(5) Realizada en 1995 y cuyo tópico central era la preeminencia del tropo en el arte cubano de la década del noventa en el siglo XX cubano.

(6) Fowler ha dado un giro no estoy segura si inusitado, pero el caso es que ahora sus energías las emplea en defender a la oficialidad insular.

Portada: Luis Gómez: Un sueño Sufi. Para portada de esta intro hubiera preferido Salga el sol por donde salga de Orestes Hernández pero no pude enocntrar imagen de esa obra. Un sueño Sufi siempre la pensé como portada del Primer Capítulo.