Desiderio Borroto Jr.

Cuando se vuelve la mirada a la inquieta década de los años ochenta en el entorno de las artes plásticas cubanas, La Habana es el vórtice, el punto de referencia y se minimizan otros espacios y momentos, por ejemplo, los performance de Leandro Soto en Cienfuegos o la gigantesca faena desarrollada por uno de los más bizarros comisarios de exposiciones de ese instante, José Luis Rodríguez de Armas, o simplemente El Chino de Santa Clara.

A su prestancia como museólogo, se le adicionan las de curador avezado y promotor cultural, el espacio donde fraguó sus proyectos fue el Museo Provincial de Santa Clara, en la colina Abel Santamaría.

Algunos estudiosos comparan la intensa actividad curatorial santaclareña de El Chino con aquellas ideas exuberantes de Fitzcarraldo de llevar la ópera a la selva amazónica, El Chino de Santa Clara logró mover y compartir el azimut de las artes plásticas cubanas de los ochenta de la Habana a Santa Clara, ciudad que se convirtió en la segunda parada y a veces la primera para exposiciones y autores que estaban elevando las artes visuales cubanas a la categoría de Renacimiento.

Con Dora Alonso

En su sosegada pero perseverante actividad curatorial, logró que lo más selecto de la pléyade de artistas brillantes de la plástica cubana de ese decenio expusieran en el Museo Provincial de Santa Clara y que las muestras fueran esperadas y aclamadas por el público, extendió el circuito expositivo capitalino hasta el centro de la Isla.

Hasta allí llegaron con su muestras: Flavio Garciandía, Moisés Finalé, Consuelo Castañeda, José M. Fors, José Bedia y Tomás Esson. Curiosamente la exposición A Tarro Partido de Esson, posteriormente cancelada en La Habana como parte de la ofensiva censuradora emprendida en las postrimerías de los ochenta contra el movimiento plástico de vanguardia cubano, se exhibió en Santa Clara.

Estuvo vinculado seriamente El Chino de Santa Clara en la conformación del proyecto Telarte.

En lo local El Chino con paciencia de orfebre y tino arqueológico revitalizó la Revista Signos y el grupo de pintores populares, naif o intuitivos de Las Villas que fueron una revelación de la mano de Samuel Feijóo. Arrancando por el propio Feijóo pasando por Benjamín Duarte hasta Pedro Osés, el arte primitivista cubano tiene esa deuda con José Luis Rodríguez de Arma El Chino de Santa Clara fue promotor principal de los salones de la plástica joven, especialmente los de 1987 y 1988.

Además del Museo de Santa Clara se desempeñó temporalmente en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales en La Habana y en ese centro fue uno de los curadores, representando a la institución, de la hasta hoy peliaguda exposición y evento El Objeto Esculturado. Durante sus último treinta años trabajó en México, donde también dejó un huella indeleble.