Literalmente echando humo. Tal es mi aviso sobre Mente perdida, intervención de Ernesto Leal en La era Hans Haacke ha terminado, una obra work in progress de Luis Gómez en Procesual Art Studio. Leal llenó el espacio de un humo infinito que provocó el dolor de cabeza de pocos e hizo que todos, incluidas las obras, adquiriéramos una rara condición espectral.

No señor, ese remix no era para hacer lobby ni relaciones públicas. En ese estado fantasmagórico no se podía ver ni pensar claro. En una rápida ecuación analógica Mente perdida es al espacio expositivo lo que una semanal fumigación de nuestros hogares en la Cuba del dengue. Una suerte de limpieza que genera lo contrario: aniquilación, intoxicación, enfermedad. En este caso Leal contamina el ambiente ya contaminado por poses, prejuicios, pero lo hace de manera literal, apelando a un componente físico-químico. Mente perdida, vista así, no es un estado de excepción.
Si para entender la sofisticación de La era Hans… es necesario conocer al menos parte de la trayectoria de Luis Gómez en esa vertiente de autoconciencia crítica del arte, su mordacidad y su lucero ético, lo mismo puedo decir de Leal. No se tratan de gestos aislados. La puesta en evidencia de los agentes del llamado mundo del arte es una operatoria que en ambos es bien conocida. Tomemos sólo una obra de cada uno: B-Side&Polite de Luis Gómez y Trastornos del lenguaje, de Ernesto Leal. Si Trastornos… parecía ser la summa, Mente perdida es la versión más escatológica y agresiva de ese propio mundo.

La era Hans Haacke ha terminado toma como punto de partida miserere, un inmensa “pintura” conceptual de Luis Gómez expuesta por vez primera en el Centro Wifredo Lam, luego en Italia, y por último en el Museo Nacional de Bellas Artes durante la 13 Bienal de La Habana. En ella, pasando revista a las fórmulas exitosas del discurso artístico contemporáneo, Luis propone una suerte de receta, retomando la estructura de un diccionario, llena de elementos que pueden ser de utilidad a la hora de hacerte visible. Para llegar ahí, interviene el significado clásico del vocablo miserere: Salmo 51 (Apiádate de mí señor) y música cantada en el Oficio de las Tinieblas. Esta conocidísima acepción de miserere proviene a su vez de una corrupción de traducción al pasar de una lengua a otra, pero cuyo significado primero es cólico, dolor, infección. Luis escribe en letra gótica: “miserere [avant-garde] bis. una oposición racial a través de una venta racial; un juego de oposición política en un espacio institucional artístico…”. miserere es el salve.

Entendió Luis que esa lección en que devino su miserere y que devela los mecanismos decantadores de la propia institución en que estaba emplazada, infectada y hedionda, fuera de ella no tiene sentido. Su mordacidad comienza a palidecer una vez que abandonas el ambiente que le da vida y al cual le habla. Entendió Luis que todos tenemos a nuestro Rockefeller en el closet. De ahí que al ser invitado para intervenir Procesual Art Studio, un espacio privado habanero, el opuesto de los anteriores, decidiera descubrirle otra vida a su pieza, la que adquiere en el camino, fuera de su hábitat, desmembrándola con esa habilidad instalativa que pocos tienen.
miserere se desarticuló mediante un gesto postestructural como pocos. Perdió su orden canónico para llenarse de incoherencias, vacíos y paréntesis. En una escritura esquizoide llena de saltos y rupturas que se convirtió en La era Hans Haacke ha terminado alardeando de un timing perfecto, pues el New Museum newyorkino le dedica una retrospectiva al artista de origen alemán. (De hecho los créditos de dicha exposición cuentan en la pared como créditos que le pertenecen a La era…como parte de Mente perdida. Hablando de apócrifos vaya, que a Luis, a Ponjuán y a Ernesto le encantan esas narrativas).
La pieza ha dejado de serlo para convertirse en una condición: Es CULTURA en capital letters. Hay otro ramalazo aquí: Si la era Hans Haacke ha terminado, los homenajes locales y toda metodología que se le parezca dejan de tener sentido.

Creo entender que Luis parte del supuesto de que siempre hay un pacto. Que toda la dosis de vehemencia crítica, molestia, discrepancia y anti-sistema que pueda ostentar un artista siempre serán actitudes que pasan por ciertas mediaciones, tamices, acuerdos y consensos. Incluso que esas actitudes están diseñadas por el sistema. Son posturas contaminadas. La era Hans Haacke ha terminado es esa caída en cuenta: acaso sólo hay pureza en el mineral o en el diamante de Nadie escucha, flotando solitario en las redes. Esta idea del contagio como propiciador de nuevas cepas y realidades artísticas es una práctica que se le propicia bien a Luis, dada su condición de profesor y en consecuencia, su destreza para el tallereo, su aptitud para la colaboración y el ser en comuna.
Por ello invita a Eduardo Ponjuán, quien apela al ready made e interviene, rectilíneo y cartesiano pero sensual, los fragmentos de Luis con carátulas de discos de acetato, poniéndole eros, rostro y nombre a la fórmula, insertando letra sobre letra, impregnando de nostalgia el ambiente. Tapizando con cierto orden vintage la destrucción que Luis propició. Creando capas y más capas.Cierra un ojo y dispara es el nacimiento del collage en esta serie.
Dos bolsas de papel del MoMA a modo de esculturas flotan en la pared: estamos en la era souvenir. En la época ligera.
Pero La era Hans… es el fin del monopolio y una oda a la transversalidad. La próxima semana que ya fue el sábado pasado, el invitado a la remezcla fue Ernesto Leal, quien no será el último. La serie continúa en enero. Es ahí que vimos Mente perdida o, creo ver, aquella vida en las tinieblas que está en uno de los significados del vocablo miserere.
Si hasta ahora Luis Gómez y Eduardo Ponjuán se habían prestado a la promiscuidad, a coquetear con la ruina del aura, con la noción de autoría líquida y por añadidura con la rigidez identitaria; con darle cuerda a las argollas de significados, con la idea de la polifonía multireferativa y el network, sus intervenciones mutantes no renunciaron a la estructura del objeto tradicional. Como paso primero Luis deconstruyó, otorgando nuevas lógicas de sentidos más Ponjuán (cosa extraña en él) no radicalizó, no llevó hasta sus últimas consecuencias el gesto provocado por Luis. Se mantuvo en la materialización objetual, en un área de representación moderna donde aún nos sentimos cómodos.

Ernesto Leal, quien es un rabioso anti-moderno y años atrás solía exponer con Luis, entendió por dónde venían los tiros y fumigó el ambiente. Con un mínimo pero violento gesto nos multiplicó por cero, a nosotros y a las obras. A la tradición del arte. Al mundo del arte. Quiero que sepan que no es algo atípico en él, acostumbrado a trabajar con varias nociones de la escatología, o más exactamente con lo “incorpóreo”. Recordemos Psicofonías (Instituto Superior de doble Agentes), 2011. Se trata de audífonos colgando del techo con “grabaciones de voces y señales de el más allá realizadas en varias universidades. Escucha lo que realmente ocurre en el aula mientras ‘no hay nadie’. La oscura naturaleza del saber puesta al descubierto”. Todo debidamente señalizado: facultades de Filosofía, Derecho e Historia del Arte de la Universidad de La Habana. Este detalle era el único link con lo “real”.

Puedo disertar sobre la connotación del humo en el habla cotidiana. El humo como algo falso, vacío, leve. Magia. Algo que está “echando humo” es que está muy bueno. Subir los humos a la cabeza: creerse cosas, sobrevalorarse. Andar bobeando. Con la mente en otro lado, es tener la cabeza llena de humo…Todo ello puede tenerse en cuenta pero no más que el ser un gesto anti-representacional, anti-identitario, anti-robusto y anti-metafórico. Tal es Mente perdida. Prescinde de nuestro punto de vista y eso es demasiado para un solo corazón. La niebla es niebla, no jodas, y cualquiera aparece de la nada.
El sábado 21 el humo pesó en Procesual Art Studio.
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