Danne Ojeda

El fenómeno sociocultural en que ha devenido el Instituto Superior de Arte, discurre paralelo al desarrollo de la práctica artística contemporánea. Tanto es así que desde sus inicios, y al amparo de un proyecto pedagógico sui géneris, ha influenciado -y en ocasiones determinado-, no sólo la concreción del hecho artístico, sino además, las corrientes de opinión, que sobre el arte genera el discurso crítico e historiográfico. Ello ha estado condicionado por situaciones particulares que tuvieron lugar desde el surgimiento de dicha institución (1976), entre las que sobresalen: 1) Una sistemática interdependencia del trabajo docente-educativo con las preocupaciones artísticoestéticas del momento histórico y 2) Un ambiente cultural, lo suficientemente contradictorio como para hacer abortar los más fecundos pensamientos, no sólo con relación al arte como sistema autónomo, sino además con relación a la praxis cotidiana, la política, la ideología, zonas estas que en su convivencia diaria con la reflexión artística, -en tácita paradoja con el enunciado que le precede-, le hacían al arte violentar constantemente sus fronteras en pos de desplegarse fuera de su propio campo.

Digamos entonces, que la correspondencia entre lo autónomo y el “violentar” esa autonomía, pudiera ser una problemática de envergadura a la hora de abordar el fenómeno ISA y la conformación de una autoconciencia creativa. Por una parte; el análisis sobre el arte, la discusión incansable, la evaluación y constatación de influencias foráneas, que iluminaban nuevos cuestionamientos a propósito de su estructura, de la reflexión en torno a su lenguaje, a sus medios de expresión, a su especificidad como dato estético-artístico. Y por otra, una preocupación visceral en torno a su cometido histórico entendido como función, como deber ser entre tanto práctica social. Como consecuencia, el contacto que suelen establecer egresados y estudiantes, con el concepto in extenso de creación no es pura coincidencia, lo cual estimula una profundización en ambas esferas que recién enunciamos.

Detengámonos por un instante en los inicios de este proceso formativo, en el que no sin contradicciones, se llegó a la interrelación entre el trabajo docente y las preocupaciones artísticas del momento.

Crear un nivel superior de Artes Plásticas, supuso establecer distinciones entre la Escuela Nacional de Arte (el nivel profesional existente hasta el momento) y el nuevo estamento creado; y en pos de lograr dicho objetivo se consideró pertinente la asesoría de especialistas de la antigua Unión Soviética. Este aspecto hizo latente una marcada influencia de la concepción académica con relación al hecho artístico en su más amplio sentido, haciendo notoria, en la Facultad de Artes Plásticas, la adherencia a la convención representativa reconocida tradicionalmente como “realista”. La profesora Lupe Alvarez, como protagonista de este proceso, aporta reflexiones valiosas en torno a las inconveniencias de este modelo normativo, que funcionaba la mayoría de las veces a través de temas a realizar por encargo.

…la sobreestimación del arte como objeto ideológico, y una aplicación reduccionista de la tesis leninista del partidismo, influyeron en las valoraciones que, sobre la artisticidad, imperaban. …lo peor de este modelo era que fijaba prejuicios estéticos e ideológicos nocivos al desarrollo de un sujeto creativo con posibilidades de aceptar el desafío de las potencialidades enunciativas y autocríticas del arte contemporáneo (1).

Esta limitación, que nacía fundamentalmente del culto a la habilidad manual (..), y que se concentraba en la solución de problemas arquetípicos, paradójicamente, en una supuesta correspondencia con un deber ser ideológico; inhibía al arte del ejercicio crítico sobre sus estructuras, volviéndole una especie de “plástica de laboratorio”, que exigía a los artistas del momento, la realización de una obra personal paralela al proceso de aprendizaje, pero gestada lejos de aquel, a modo de práctica subalterna.

Estos inconvenientes comenzaron a saldarse, toda vez que parte de las primeras promociones, se integrara al claustro profesoral y comenzara progresivamente a enfocarse como base de la práctica pedagógica, las propuestas creativas individuales. Amén de la flexibilidad que cobraron los proyectos pedagógicos, una vez considerada que cada intervención en este sentido, debía estar sujeta a las diversas personalidades que se planteara su tutelaje y sobre todo a las condiciones siempre variables del contexto artístico. Este fue quizás el mayor logro de las intensas discusiones departamentales en busca de un consenso para el modus operandi. Una intervención sui géneris que en su evolución como especificidad ha llegado a convertirse, por su solidez y envergadura operativa, en un proyecto artístico-pedagógico, que apenas se distingue de la labor creativa de su progenitor.

A estas conclusiones se pudo llegar, después de delimitar los roles entre los diversos niveles de aprendizaje; una vez previsto que en el Instituto Superior de Arte, se descartaba el proceso de enseñanza básico del arte, la fijación de las técnicas, la domesticación de la manualidad, el reconocimiento de las normas artísticas, sino que su cometido esencial se convertía en pensar el arte, o al menos en inducir, estimular a pensarlo. Ello no sugiere la implantación de un conceptualismo a ultranza, simplemente la intelectualización del acto creativo, concebido como estrategia de intervención, considerando todos los pormenores del proceso. Es notorio, en este punto, la correspondencia con la orientación conceptualista implementada por la neovanguardia.

Por otra parte, la sistemática relación entre el trabajo docente-educativo y las preocupaciones artístico-estéticas contextuales, se verifican en la Facultad de Artes Plásticas, además, en el arduo debate en torno a los criterios de artisticidad que emergían dentro y fuera de las aulas. Pues si algo caracterizó este período fue la relación interior-exterior que se estableció a favor del diálogo. Ejemplos de intervención de los estudiantes y profesores del instituto fuera de los predios institucionales, integran el acápite precedente.

Sin embargo, desde dentro, se debatían aspectos medulares: sobre el histórico dilema a propósito de conferirle un carácter científico a la enseñanza del arte, sobre el talento artístico, sobre el nuevo movimiento plástico que se estaba gestando denominado como “Nuevo Arte Cubano”. Pero todos estos aspectos guardaban a su vez relación con el debate contemporáneo en torno a la artisticidad como categoría histórica; y es que toda postura que intente conceptualizar la esencia de la misma, pone en precario algo que le es inherente: su inefabilidad. Al mismo tiempo, este no es sino el tema que le compete a la noción de creación como “antirregularidad”, por el que abogase Morawski.

La asunción del término propuesta en lugar de arte, señala precisamente esa toma de conciencia del valor como cualidad coyuntural, entendiendo este término entonces, como algo que se “propone” como arte pero que no asevera serlo. Tal desplazamiento despojaba al hecho artístico del halo trascendental que pesaba sobre sus espaldas.

Nuevamente Lupe Alvarez, juzga este proceso singular:

Es a partir de una superación restringida de la actividad artística, que, a mi modo de ver, se va enunciando la concepción sui géneris de la enseñanza en la Facultad de Artes Plásticas del ISA (2).

La superación restringida de la actividad artística, es en primer lugar, la herencia dejada por las orientaciones vanguardistas y neovanguardistas y la consecuente entrada de ese nuevo cariz que adquiere la creación, -en tanto nuevos modos de intervención y comunicación-, que reestructuran el consumo tanto como la nomenclatura de los hechos artísticos.

En lo adelante, referiremos los modos de acción concretos llevados a cabo por personalidades específicas que, a través de un sondeo de opinión, nos han posibilitado descubrir que fungieron como personalidades claves para el desarrollo de este proceso en la Facultad de Artes Plásticas. Como continuamos constatando fragmentos, emergidos de las residuos de la memoria, de los papeles que han quedado engavetados y que pudieran ser de una importancia ínfima y sobre todo porque este comentario, como toda experiencia singular-, está sustentado en la emoción de aquellos que nos ofrecieron sus palabras, en tanto nuestra experiencia es aun demasiado imberbe y no partícipe de aquellos años; quisiéramos reiterar que este proceso fue encarado por un sinnúmero de personas que no alcanzamos a nombrar. En el caso de la Facultad de Artes Plásticas, los responsables, para bien o para mal, hemos sido todos, sin distinción,

*Tesis de Maestría de la autora, 2000: Proyectos-arte en acción de reescritura. A propósito de los nuevos proyectos artístico-pedagógicos. Ascendencia y valoración. Universidad de la Habana, Facultad de Artes y Letrashttp://pubhtml5.com/hktn/pzxl

Notas:

(1) Lupe Alvarez, “Memoria de nubes”. Y la nave va, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. p 5.

(2) Lupe Alvarez, op. cit., p 9.