Manuel Sosa

Libros para sanar la mente. Libros para salir del laberinto. Libros para imaginar el diván del alienista y grabar su voz. Y la gente que quiere atarse al placer de la lectura y a la vez depender del criterio del Otro, por dejar de escucharse a sí mismos. Los manuales de los cómo y los por qué sustituyen así dos maneras de desbrozar las certezas: el asimiento de las realidades posibles (pasando página tras página, eludiendo el entorno) y el uso del sentido común.

Cuando alguien tiene que ir a la biblioteca o la librería para mejorar su vida, y desdeña la voz propia, no merece (ni obtendrá) vindicación alguna. Esa pulcritud para petrificar un fracaso y enumerar y nombrar las etapas que servirán de auxilio es el ingrediente principal de estos nuevos evangelios. Diez pasos para mejorar esto y diez reglas para desintoxicarse de lo otro.

Lo mismo ocurre a nivel empresarial. Se elaboran recetarios para mejorar el rendimiento de trabajo, las relaciones entre patrones y subordinados, la conciencia del individuo en vísperas de integrarse al colectivo. Se pretende así garantizar que aquel que aprieta un botón en una fábrica lo haga con la conciencia metafísica del hecho: que el botón empujado extraiga la realidad sobrante, y que el trabajador no sea un mero depositario de ritualismos.

Por supuesto, quienes llevan la delantera, para no perderla, son los evangelistas y los terapistas (¿o son uno los dos?), descubriendo siempre los mejores atajos hacia Dios o la sanidad.

Es de esperar que el hombre siga huyendo de sí, para escuchar la jerga prodigiosa de quienes han disfrazado los refraneros populares con lenguaje técnico y expresivo. Mientras las matrículas sigan aumentando, no decrecerán los seminarios ni las sesiones, ni los folletos.

En portada: Jesús Hdez-Guero, Ëpoca incorrecta para escritores célebres, 2013