Axel Li

Llegado el momento Feijóo quiso exhibir en el capitalino Lyceum. Sería con su amigo y coterráneo Ernesto González Puig. La gestión había sido suya. Para el verano de 1952 estaba coordinada la exposición. Sin embargo, la muestra “fracasó porque ni Ernesto ni yo pudimos conseguir dinero para montar en marcos nuestra pintura, ni para alquilar un auto que la llevara, junto con nosotros, y nos trajera a Santa Clara” (1). El cronograma del Lyceum quedaba así alterado.

Retrocediendo en el tiempo, Feijóo ha recordado en su autobiografía que, en 1947, habla de Martí en la Academia del Bejuco: “A los asistentes a la academia di una conferencia sobre Martí antiyanqui.// De ella quedan unos apuntes, citas del pensamiento martiano, tomado de sus cartas y de sus artículos para La Nación de Buenos Aires” (2). Habría una segunda, que titula “Martí y la politiquería”, destinada también para sus “amigos de la ‘Academia del Bejuco’. En un viejo papel mío aparecen solamente algunos de los pensamientos que cité de José Martí y la politiquería de su tiempo (y de todos los tiempos) escritos por él (…)”. Reproduce varios. Algunos de ellos son:

  • Un déspota no puede imponerse a un pueblo de trabajadores.
  • Un gobernante que falta al programa por el cual se le elige, es un ladrón al puesto que ocupa.
  • Jamás debe apartarse de los cuidados públicos la gente honrada (3).

El punto “culminante” sería 1953: año del primer centenario del natalicio del Maestro. Como su proceder artístico y sus afinidades eran de otra índole, no asociamos a Feijóo con algunas de las varias acciones, que conocemos, para celebrar tal acontecimiento. Como cubano siente y evoca la fecha patria de un modo distinto, aunque muy similar a la de ciertos artistas que también protestan. La suya es una protesta de alcance nacional en defensa de valores, principios y de los más pobres que viven en una República y que se hacen llamar campesinos. En y para ellos escribe a propósito del centenario de José Martí. En la popular revista Bohemia deposita unos dardos críticos y así los titula: “Martí en rosas blancas” (10 de mayo de 1953) y “Martí y la pureza política” (26 de julio de 1953). Desde el orden bibliográfico son unos tempranos escritos-reportajes sobre e inspirados en Martí.

Algo pasaba hacia aquel 1953. Algo que Feijóo también denunció desde el soporte periodístico, pero que antes había elaborado y pensado como texto escrito y visual. Miguel Ángel Quevedo le había abierto las páginas de su revista al fotorreportero, porque lo de Feijóo eran crónicas además ilustradas, con fotografías propias, de la vida de nuestros campesinos.

“Notas del Centenario” es el cintillo que tienen a modo de encabezado o estrategia editorial, pero esos textos integran una serie que es radiografía doblemente mortal. Las cronologías de Samuel Feijóo advierten de sus colaboraciones periodísticas de denuncia en 1952 y 1953 y que suyas son también las fotografías. En sus memorias nos expresa:

Continué yendo a los campos donde se explotaba y atormentaba con la miseria al campesinado, para denunciar tamaños abusos con tan buena gente, “la mejor masa nacional” como afirmara José Martí (…) Llevaba mi cámara y fotografiaba los hechos (…) Por muchos años fui repórter (fotógrafo y escritor) de la revista Bohemia, atacando el abuso social en nuestra patria. Pero escribí también, en aquellos años, crítica de arte (…) Era yo un activo artista y pensador, un testigo-en-acción, que recorría los campos cubanos por años, sufriendo la miseria campesina a la vez que gozaba la belleza del paisaje. Ese sufrimiento me llevó a la denuncia pública de las causas de la miseria del campesinado, de su abandono oficial, en variada prensa, pero sobre todo en la revista de mayor circulación en Cuba, Bohemia, cuya pauta editorial lo permitía (…) y fotografiaba para ofrecer pruebas irrefutables del tan cruel abandono de los sin trabajo, los hambrientos, los campesinos impedidos de llegar a la cultura y a los aprendizajes (…) 1953 fue un año muy pródigo en mis reportajes, de denuncia de todo tipo (…) Ello me ocasionó una grande simpatía popular, la que a veces me asombraba, dado que Bohemia era leída por todos los cubanos (…) (4).

Una (re)lectura actual ha detectado aciertos en sus colaboraciones de Bohemia, pues Feijóo con “mordaz verbo, sin temores ni tapujos, documentó para la prestigiosa revista cubana la ausencia de atención médica en el campo cubano, suplantada por la sombra lóbrega del curandero y el horror del tiempo muerto, como ciclo fatal de vida en el que se asfixiaba la familia guajira (…) Le dedica una increíble crónica a la labor del desmochador de palmas, [nos muestra] un ejemplo de heroísmo casi desconocido tomado de la vida real e igualmente denuncia, con una visión adelantada, la extinción del monte cubano (…) Tanto lograría hermanarse con la espiritualidad de la cultura campesina a través de la apropiación de su mapa simbólico y de su mitología, como establecer un compromiso social, [para denunciar] las precarias condiciones de vida de aquella población, tan mayoritaria como olvidada por todos” (5).

Asociado a su primer ensayo escrito-visual, redacta desde Cienfuegos una carta el 25 de abril de 1953 a la revista, en particular, a uno de los cercanos colaboradores del director Quevedo. A Ortega, “que atendía mis reportajes en la revista” (6), le informa en esa carta que “Martí en rosas blancas” es el nuevo texto que remite, “el cual posee, según creo, la cualidad martiana de aunar el éxtasis al dinamismo, o sea: con el texto central entro al pensamiento martiano más puro y con las fotos entro a la acción viva, lo ‘social’ actual, cosa tan amada de Martí. De este modo las fotos dinámicas se unen al texto extático para formar un solo cuerpo” (7). Tanto ese como “Martí y la pureza política” participan de la filosofía del texto principal y de otro secundario, que existe a modo de pies de fotos: parrafadas, muy explícitas y directas. Compositivamente sus líneas quedan casi hermanadas, pues los “sub-textos” que acompañan a las fotografías de actualidad pueden leerse de modo arbitrario. Lo mismo casi ocurre con ambos artículos inspirados en Martí. Son casi unidades autónomas sus partes, en las cuales lo cita, reflexiona y critica parte de su presente. El más apasionado, y el más sobre Martí, es el del día 10 de mayo. En ese se pasea por símbolos de una poética –ajena y propia– que repercuten en la enumeración y ejemplificación: las palmas, las rosas (blancas), la muerte, la noche… Se asombra y analiza Feijóo: “Guerrear sin odio fue su consigna. Así lo predicaba, guerrero original, guerrero distinto, mago de una guerra que quería blanca. ¡Qué extraña prédica la suya, llena de alusiones poéticas (…) con sorpresas como aquella de nombrar, en plena locución conspirativa, a las palmeras patrias, ‘novias que esperan’, como conmovedora excitación a la pelea! Encendía Martí a los errantes cubanos de su tiempo con una imagen poética iluminada de nostalgia” (8). Ya en el final, recurre Feijóo a la muerte como destino y hecho real. Revoletea y encuentra el camino para afirmar: “En un carro de mucho verde le llevamos a su morir, en un carro hojoso, centelleante, que cruza los caminos de América conduciendo a su tumba imposible a un hombre extraordinario, un hombre ‘loco de luz y hambriento de verano’, sabio cultivador de la rosa blanca del amor entero, alimentada de su sangre de poeta (…)” (9). (Décadas después, el artista Vicente R. Bonachea lograría alcanzar esa visión del Martí fallecido y tendido en un sublime carrito de vegetación: me refiero a la pieza objetual En un carro de hojas verdes, 2000).

de hojas verdes, 2000). “Martí y la pureza política” se sitúa en la órbita de los políticos y los destinos políticos de ciertos sectores en los años 50. Tema de opinión, como solían tratarlos Bohemia y tantas publicaciones de entonces en Editoriales o artículos de reflexión. Busca Feijóo en el Maestro aristas para juzgar y enunciar. Martí es cuando más un comodín para iluminar aquel presente, calzado en el pensamiento martiano. La entrada ya nos lo indica: “La pasada reunión en Montreal entre políticos Auténticos y una facción de los Ortodoxos hizo del tópico de la pureza política una actualidad cubana ruidosa y abrupta, mantenida durante semanas hasta hoy (…)” (10). No obstante, demuestra nuevamente de sus lecturas martianas. Evidencia que cada idea que le inquieta puede ser respaldada con doctrinas de Martí. Las fotos ofrecen ese contrapunteo ciudad-campo, los actos cívicos y los niños en formación. Las que corresponden al anterior, “Martí en rosas blancas”, son un tanto similares en intención, pero una es distinta: una escultura a Martí lo irrita, al no encontrarle encantos artísticos que niegan el simbolismo con que está la Isla inundada de las representaciones tridimensionales sobre el Maestro. Retrata la pieza para fustigarla. Ella evidencia señales de un tipo de modernismo en la figuración martiana, aunque menos osada que la de Juan José Sicre para la figura del Martí en el monumento de la entonces Plaza Cívica de La Habana. Como “Feas imágenes”, así titula-encabeza el pie de foto de ese otro Martí que elige para negarlo: “A Martí, tan preocupado por las Bellas Artes, se le han erigido numerosas estatuas, carentes de belleza. He aquí, por ejemplo, un adefesio en piedra, en el parque de Cruces, Las Villas, levantado a su memoria. Uno de los mejores homenajes que, por respeto a Martí, debe efectuarse en este año de su centenario es el de limpiar de estos esperpentos los parques, [las] plazas y plazuelas de la Nación. La Dirección de Cultura debe eliminar, por decoro estético, todas estas falsas esculturas que ya nos lastiman demasiado” (11). Quería la retirada de los públicos “esperpentos”… pero no ahondó ni ¿valía la pena? escribir demasiado sobre el asunto. El suyo no sería el único reclamo. Si hoy efectuamos un cotejo, la intuición artística de Feijóo coincidiría con los criterios de un hombre del siglo XIX que sí pudo expresarse (en 1940) con más propiedad, por ser también un creador y alguien que vio de cerca al Maestro:

Dentro de algunos años será un problema establecer la certeza de un verdadero retrato de José Martí. El pobre apóstol ha caído en manos de sus admiradores ignorantes y de los filisteos especuladores. Pintores y escultores utilizando el efluvio divino del infeliz mártir, han tomado su efigie como un señuelo y la han pintado o esculpido “por lo que habían oído decir” (…) Hay mucha gente, todavía, que conoció a Martí, no ya en la emigración y en ese hospitalario Cayo Hueso que le veneraba, sino mucho más joven, cuando era pasante en el bufete de su gran amigo, el muy noble Don Miguel Viondi. Todos esos reculan espantados ante los bustos que se hacen del Maestro, o los retratos que de él se pintan (…) no se sabe qué espíritu “emprendedor” creyó descubrir en la frente de nuestro excelso paisano un signo distintivo de su personalidad, y le dio en aumentar las proporciones de esa frente, y otros imitadores han llegado a constituir el fenómeno (…) No hay derecho a llevarlo al ridículo, pintándole un frontal monstruoso, como no hay razón tampoco para retorcerle hacia arriba las guías de su gran bigote como si fuera un mosquetero del tiempo de Enrique IV de Francia. Así lo he visto en un busto reciente, y podrá quizás resultar más airoso pero seguramente menos apropiado (12).

Feijóo, como buen observador y aventurero, quizás conocía el llamado Martí hirsuto (1952), busto en yeso patinado de su amigo escultor Mateo Torriente, y en el que pudo reconocer cualidades superiores y tomar como patrón en las cercanías del año del Centenario. (Obra casi desconocida y en exhibición en la actualidad en el Museo Provincial de Cienfuegos). Además de la amistad de ambos, en la casa cienfueguera de Torriente fue donde existió desde los años 40 la ya mencionada Academia del Bejuco, en la cual se “dibujaba y se modelaba. Ocurrían sesiones de noble música (…) y se daban lecturas amistosas y fundamentales de poesía y de estética varia y abierta (…) Era aquel como un oasis dichoso, sí (…) allí estábamos, activos y cándidos” (13).

En lo personal, no logro imaginar a Feijóo sin trazar sobre el papel, una tela o cartulina algún bosquejo de un Martí iracundo en líneas y, tal vez, en colorido. Me lo imagino en la Academia del Bejuco en algún instante, donde procura dar con su (mejor) Martí visual: ese que hoy no conocemos del también Samuel Feijóo artista. Es difícil pensar que desde la imagen no haya realizado un Martí sentado, enmarañado en la naturaleza, en diálogo con las aves, atento con el verdor y la variedad de nuestra campiña… Una imagen de ficción, como tratado: sería ideal. Pero nos entorpece una clave de Samuel y que debemos retener: “No explicar nada. No esclarecer nada. No descubrir nada. No innovar nada. No inventar nada. Nada de eso me tortura” (14). Por consiguiente, sería posible la inexistencia de su(s) Martí, porque otros artistas como él o nunca lo ejecutaron o lo hicieron tardíamente por puro compromiso. Habiéndolo leído, defendido y promovido, ¿acaso Feijóo nos dejó sin su propio retrato de José Martí?, ¿pudo suceder?

“Martí encuentra su paisaje” no es más que una tal posibilidad visual y que sí resulta real –en palabras– para Bohemia. Es su otro retrato del Maestro. Y, por supuesto, respaldado también por fotografías que el mismo Feijóo hiciera entonces del paisaje cubano y con sugerentes-explicativos pies de fotos: con nueve instantáneas fotográficas queda editorialmente redondeado su texto. Este es un paseo por el último diario de Martí. Es un comentar cronológico y selecto, un presentar momentos del también éxtasis martiano por el monte de su Isla a través de una prosa de asombro y descubrimientos. Cita, introduce a Martí, lo complementa con apuntes y juicios:

(…) 38 días vive Martí su paisaje; 38 jornadas de íntima gloria, de regocijo, de esplendor vegetal (…) Su primera noche en Cuba la duerme en el suelo, cerca de una casa campestre. Aquella primera noche cubana duerme sobre la tierra amada, soñada, idolatrada. Gran noche para un poeta que ha añorado con lágrimas su hermosa tierra. Gran noche cuando entra en ella para descansar brevemente sobre un suelo fragante y con el aire sacudido de rumores forestales que su oído de poeta entenderá como una música de bella magia (…) El 21 y 22 de abril los pasa avanzando [,] “lomeando” como él anota. Se da un “baño en el río, de cascadas y hoyas [,] y grandes piedras, y golpes de caña[s] a la orilla”. Para Martí, que llegaba de la agitada New York, aquel baño en un paisaje tropical, en la Cuba de los bosques, fue una delicia imponderable. Se comprende cómo Martí marchaba embriagado del paisaje, lleno de un entusiasmo vegetal, poderoso (…) Muere Martí el 19 en Dos Ríos, tras haber escrito páginas maestras sobre nuestro paisaje, impresiones cortas, certeras, que apenas pudo revisar. Murió con el íntimo goce de haber amado enteramente a su tierra, a la alegre gloria vegetal de su tierra, de monte suave y río claro. Le fue dada esa dicha final. Murió entre árboles cubanos (15).

Guiado por precisos fragmentos, Feijóo nos devela algunos de aquellos que lo asombran como lector y amante de una campiña que sigue viva todavía a mediados de los años 50. ¿Los que elige son sus fragmentos favoritos del diario martiano?

Pero sobre las imágenes fotográficas –árboles, bohíos, ríos, caminos, palmares, un portón–, Samuel las encuentra en cualquier ruta (occidental) de sus andanzas de aprendizaje y reafirmación. Si él hubiese irrumpido en la geografía oriental con sus ímpetus de búsquedas y de (re)hacer reportajes, si hubiese caminado por nuestros lejanos lomeríos en aquellos años 50, ¿con qué no se hubiese encontrado Samuel?, ¿cuántos hallazgos no habría efectuado?, ¿acaso no le habría dado voz y rostro a aquellos ex niños que conocieron a Martí y que transmitirían sus anécdotas para lo que sería muchísimo después el libro revelador Martí a flor de labios (1991)?, ¿de Samuel Feijóo no hubiésemos tenido un temprano título así? Pero Feijóo entonces no repasó el oriente cubano. Tampoco, quizás, un libro como ese estaría en su mapa de intelectual. Cada cosa tiene su momento.

Es obvio que Feijóo en el relato que hoy valoramos como serie suya –“Notas del Centenario”– tenía y quería ofrecer además su propia lectura del bello diario martiano, que entendemos mejor incluso por la existencia de tanta bibliografía pasiva sobre el mismo. Su homenaje martiano en 1953-1954 fue de grupo, pero desde las artes de la imprenta, la palabra escrita y la imagen fotográfica: con sus ideas y sus fotografías. No a través de la galería de arte sino desde la revista popular –como Bohemia– que inundaba a toda la Isla (y más).

Muchos años después otro sería el centenario que estaría en conmemoración: y bajo la imantación simbólica del Maestro.

En el 2014 tendría lugar una exposición homenaje por el centenario de Samuel en el Memorial José Martí, La Habana. Fui convencido de poder apreciar, por fin, el posible Martí (visual) de Feijóo. Sin embargo, no hubo nada: ninguna señal gráfico-visual que cumpliera con mis expectativas como crítico de arte. Era la ocasión para hacerlo (y mostrarlo). Mas, allí no estaba.

Todavía no sé si pudo ser la tela o el papel el soporte para dibujarlo-pintarlo. Veo para José Martí, a través de Samuel, el uso de ambas técnicas de una imagen que no me canso de imaginar. Otra imagen que rebase la temprana visión poética de Feijóo de Martí en la variante de “monte de paz”, según la cual, Martí ya es paisaje, manigua, monte. Su rostro sobre él podría ser ese por consiguiente: el de la diversidad vegetal, la encarnación de la naturaleza insular.

Ni tan siquiera sé si existe el retrato del hombre. Insisto. Bien pudo ocurrir el acto artístico en plena manigua, sobre una hoja equis o el tronco de una palma. Tal vez, el Martí visual de Samuel Feijóo pudo estar en los adentros de nuestro paisaje. Pudo dejarlo a la intemperie, entre el calor y el rocío, la lluvia y la noche. Sería ese, con certeza, el mejor museo para un Martí a lo Feijóo. ¿Tendremos que buscarlo?, ¿documentarlo?, ¿vale insistir?

Es evidente: hay mucho que buscar todavía –e interpretar– entre sus papeles y acumulaciones gráficas. Esencialmente lo leyó, en casi toda su extensión. Lo pensó en voz alta. Es imposible negar lo martiano en Feijóo en otros horizontes que, perfectamente, bien pudieron ser. Creo, como de costumbre, en las huellas… ocultas.  

Habrá que buscar con obstinación. Invocar y recitar –por ahora– algún texto suyo a modo de estrategia cómplice. Opto por su poema “La cortina de gargajos”:

Gracias a ti, cortina maravillosa,

he podido sobrevivir.

Me has evitado la gloria,

el triunfo, el despegue, la

crónica de inlaborioso fuego laudatorio,

el film consagratorio,

el sillón académico

cagado por todas las mariposas

(…)

Oh gargajo

benemérito: ayúdame.

De rodillas te lo suplico.

¡Sálvame del cronicón,

la inmortalidad, el pedestal de papel rosa,

el jediondo tibor de la fama! [sic]

Sálvame:

déjame esta libertad para vivir

(…)

Si nos fijáramos bien, pregonó sobre su libertad. Una secuencia fotográfica recoge el hecho en el inicio de la década del 80. Feijóo además de actuar, con cara de asustadizo y loco juguetón, readecuaría luego una de las fotografías de aquel día: dibujándola, alterándola con líneas y apuntes manuscritos. Añadidos que necesitaba, pero sin tapar el gran mensaje (ajeno) que llevaba sobre sí. Es el día en el que lleva puesto un pulóver blanco, que tiene impreso un texto bien diseñado y con sabor a cubanía: “Yo/ soy un/ hombre/ libre”. Resulta ser este un nuevo enunciado en el que quedan excluidos e implícitos –al unísono– dos vocablos cruciales y que parten de Martí: sincero y palma.

En el “Yo/ soy un/ hombre/ libre”, lo demás resulta obvio (siguiendo la fórmula martiana): por tanto, Samuel Feijóo culto era. Lo fue. Todo lo sugiere desde su pecho. Así quedó retratado: ¿por casualidad?

Del “poeta José Martí” aprendió ese mensaje. Y otros más.

*Versión/variación de un texto todavía inédito: “Feijóo: huellas de Martí” (2014), presentado en la Peña del Júcaro Martiano, Camagüey, enero de 2015.

Notas:

(1) Samuel Feijóo: El sensible zarapico. Editorial Letras Cubanas, [La Habana], 2013, p. 223.

(2) Ibídem, p. 153.

(3) Ibídem, p. 154.

(4) Ibídem, pp. 230-232, 308.

(5) Beatriz Gago: “Feijóo: otra perspectiva”, El Correo del Archivo, La Habana, No. 20, 31 de marzo de 2014. (Boletín electrónico, que circulaba vía e-mail, del entonces Archivo Veigas. Arte Cubano, La Habana).

(6) Samuel Feijóo: El sensible zarapico, ed. cit., p. 322.

(7) Ibídem, p. 323.

(8) Samuel Feijóo: “Martí en rosas blancas”, Bohemia, La Habana, año 45, No. 19, 10 de mayo de 1953, p. 211.

(9) Ibídem, p. 216.

(10) Samuel Feijóo: “Martí y la pureza política”, Bohemia, La Habana, año 45, No. 30, 26 de julio de 1953, p. 20.

(11) Samuel Feijóo: “Martí en rosas blancas”, Bohemia, La Habana, año 45, No. 19, 10 de mayo de 1953, p. 212.

(12) Héctor de Saavedra: “La figura de Martí”, Diario de la Marina, La Habana, año CVIII, No. 50, 28 de febrero de 1940, sección “A través de la vida”, p. 4.

(13) Samuel Feijóo: Mateo Torriente. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, Cuba, 1962, p. 16.

(14) Samuel Feijóo: Libreta de pasajero. Editora del Consejo Nacional de Universidades, Universidad Central de Las Villas, [Santa Clara], 1964, p. 158.

(15) Samuel Feijóo: “Martí encuentra su paisaje”, Bohemia, La Habana, año 46, No. 5, 31 de enero de 1954, pp. 43, 98.