Entre las publicaciones Zig-Zag (1938-1960) y Revolución (1959-1965) son notables las diferencias. Más que el eje año 59, que las sitúa en dos tiempos cercanos y dispares y ya este influye demasiado en las diferencias, me interesa enfatizar en una (no tan) obvia: en el ansia por un empeño más cultural. Las voces cantantes de Zig-Zag jamás vislumbraron –pudiendo– que la caricatura podía salirse del soporte cotidiano, tomar otra fisonomía o alzar vuelo por medio de libros de humor. Importa poco que Roseñada y sus más cercanos colaboradores editoriales, hubiesen apostado por el humorismo popular, convencional, tradicional o como se le desee catalogar. Pero hoy duele pensar que desaprovecharon una gran (nueva) variante. ¿Cuánto de Prohías, Silvio o del mismo Nuez no podríamos tener en forma de libro?, ¿cuántos libritos temáticos –caricatura personal, caricatura costumbrista, caricatura política, etc. – no hubiese podido patrocinar ese semanario? Zig-Zag sí tenía taller propio, papel y un gran público. El resto estaba garantizado. ¿No es vendible lo que se pregona?, ¿cuántos cuadernillos populares no habría podido costear de las mismas situaciones humorísticas que publicaba semanalmente?, ¿no repetía a veces una misma caricatura y solo las diferencia(ba) el texto humorístico en letra de imprenta?, ¿repetir, a veces, no entraña compendiar?, ¿por qué no se compiló humorismo en Zig-Zag a través de libros? Los planes y fines de ese semanario humorístico eran muy claros. La modernidad solo se le avistaba con el paulatino crecimiento de las tiradas de sus ejemplares.
Conrado W. Massaguer para 1957 estaba entretenido y ocupado en otros asuntos, como los del turismo y el de escribir-soñar su autobiografía. Con Massaguer se hubiera podido contar, pues siempre llevó y dominó el sentir de empresario (cultural) y, por demás, era un eterno defensor de la gráfica: ilustración, diseño, fotografía, etc. Nadie habló sobre esto con Massaguer, ni sus colegas del periódico El Mundo que, igualmente, como periódico tenía sus propios recursos de impresión al alcance. Massaguer, aunque pudo pensar en los libros de humor hechos en Cuba en los años 50, no debió tener muchos ánimos para volver a empezar aventuras editoriales. Era ya casi un anciano y sus (antiguos) talleres tenían otro(s) dueño(s). En esencia, le faltaba el capital propio. Aunque sabemos que él sabía ingeniárselas. Ya lo había hecho muchos años antes: por eso, Massaguer tenía publicado libros propios. Y, dicho sea de paso, supo colocarlos en las manos de lectores potenciales. ¡Qué lectores! Y, ¿de dónde sacó fuerzas (y dinero) Massaguer para imprimir su ¿Voy bien, Camilo? en 1959, poco tiempo después del triunfo de la Revolución?, ¿acaso no tocó las puertas de la sede de los productos que difunde a página completa como publicidad (excesivamente) revolucionaria en ese (sub)valorado libro de caricaturas?, ¿qué lo animó a dejar la más temprana huella humorística cubana en forma de libro realizada después de 1959?, ¿qué misión gráfica entrañó o pudo significar “Estudio Massaguer”, la variable editorial que identifica-presenta al último de sus libros?
Nadie en la Isla, con influencias, pensó en la cuestión de ampliar los horizontes receptivos del arte de la caricatura, ¿o sí? Por lo menos, los de más recursos, nada hicieron. Tuvo que ocurrir en el otro extremo.
Los más jóvenes, sin recursos, pero con demasiados deseos por remover y renovar el ámbito visual de la caricatura en Cuba dieron una lección de lucidez artística. Lo hicieron unos escasos jóvenes. Ellos traían aires de cambios en el decenio de los cincuenta. Quizás, de modo muy juvenil, proyectaron e hicieron escasas exposiciones, hoy olvidadas. Dibujos repentinos y distintos, (casi) densos en contenido visual, fueron impresos en publicaciones establecidas o por establecerse. Cientos de ideas y sueños, tal vez en un por ciento alto, quedaron ahogados. Esos pocos jóvenes, en La Habana de 1957, no publicaban en los rotativos que el pueblo compraba para informarse y reír-actualizarse con las caricaturas. Ellos eran humoristas; ellos, algunos, debieron formar parte de la Asociación de Caricaturistas de Cuba; ellos, algunos también, tenían a la gráfica publicitaria o la publicidad como sustento de vida; ellos tenían… una vida por delante. En la escena de los años 50 incidieron mejor con la promoción –por encargo, por supuesto, y a través de los impresos y la televisión– de numerosos productos. Los compraba el pueblo y era el modo de chocar con esos jóvenes que, por lo general, realizaban obras (anónimas). Pero esos renovadores dibujantes también se empeñaron en el humor distinto (1), que es una forma de dibujar y hacer pensar con una herramienta común: la línea. Y buenos eran. A tal punto, que tuvieron de aliado al crítico Joaquín Texidor. No estuvieron solos para la muestra colectiva Sonríase (Estudio Tony López, La Habana, 20 de junio-5 de julio de 1957), ni un poco antes con otra renovadora: Ría el día 1 de mayo. Margie y de Armas. Dibujos humorísticos (Estudio Tony López, La Habana, 1-15 de mayo). Para el citado crítico debió ser un retorno o un descubrimiento. Algo percibió. Recordemos que, en el año 53, Texidor había apoyado con pasión, también desde una exhibición, al hoy célebre grupo Los Once. Joaquín Texidor, como crítico, buscaba lo renovador.
Diez son los expositores en el taller de Tony López, y menos José Luis Díaz de Villegas (el décimo que expuso), acuerdan la fundación del Grupo 9 Humoristas. De ellos nacen sueños y aspiraciones. Y algo diferente para la caricatura moderna en Cuba: un libro de dos de sus integrantes. La joven del grupo y su esposo aprovechan varias de las obras de la exposición Ría el día 1 de mayo. Margie y de Armas. Dibujos humorísticos para estructurar el libro Dibújese una sonrisa (2): dinámico, poco ortodoxo, hecho con recortes cromáticos. Un aporte. Veamos su colofón (adviértase la fecha): “Este libro consta de 500 ejemplares. Editado por los autores y propiedad de los mismos. Se terminó de imprimir el 17 de julio de 1957”. Es un volumen confeccionado con gusto, voluntad y sin alardes de la industria tipográfica, pues predomina el sentido de la línea manual; el sentido de las hojas dinámicas para ser desplegadas fuera del cuerpo central. Tiene varias páginas (3) y una tremenda cercanía con el gusto de los libros impresos y patrocinados por Revolución, una línea en específico de lo que [sería] el empeño cultural de ese periódico (publicaciones, televisión). Ediciones R marca la gran diferencia con Zig-Zag.
II
Axel Li: Y cuando desaparece Zig-Zag–por las referencias que tengo, en diciembre de 1960–, ¿qué ocurre con la caricatura de acuerdo con sus recuerdos?
René de la Nuez: Hubo un momento sin periódico humorístico. Y entonces se funda Palante y Palante. Existía El Pitirre, pero era un periódico hecho por nosotros, un grupo de caricaturistas que éramos muy exigentes. Era una publicación, no te digo que elitista por su concepto porque no lo era, pero sí tenía una línea editorial y de dibujo muy consecuente. O sea, la idea era romper con la vieja caricatura.
Axel Li: ¿Por qué esa intención desde ustedes siendo jóvenes?, puesto que el dibujante Rafael Fornés (Fornés), el director de El Pitirre que era el suplemento humorístico del periódico La Calle, no era tan joven con respecto a ustedes.
René de la Nuez: Sucede que en arte la juventud o la viejentud no determinan. La edad no determina. Tú puedes ser un joven muy viejo y puedes ser un viejo muy joven… en arte. Fornés era el jefe de todos nosotros, era el director. Y todos lo admirábamos. Y él defendía los criterios con una exigencia tremenda. Defendió siempre el mío. Los caricaturistas teníamos como una especie de manifiesto surrealista en aquella época, no porque aquello fuera surrealista, sino por aquello de que los artistas hacían sus manifiestos. Y el nuestro fue El Pitirre. Fue un manifiesto de la caricatura revolucionaria.
Axel Li: Un manifiesto apoyado en la imagen número tras número que, sin embargo, tuvo un tiempo de duración corto si lo comparamos con Zig-Zag–por ejemplo– que fue fundado en 1938.
René de la Nuez: Sí, fue corto, duró poco. Zig-Zag era una empresa económica, que tuvo varios dueños. El último fue Ángel Cambó, que era un gran comerciante. Por eso tenía lleno de anuncios a Zig-Zag. Cuando lo tuvo con anterioridad Pumarejo, por cierto tiempo, fue cuando esta publicación empezó a levantar como empresa.
Cuando la aventura de El Pitirre éramos un periódico dentro de otro periódico y además no teníamos un criterio comercial para hacer ese periódico humorístico. Solamente teníamos un criterio estético-artístico. Era un periódico revolucionario en los dos sentidos: artístico y de contenido. Después sucedieron cosas –pienso yo–, pues El Pitirre comenzó a molestar a ciertas esferas del poder. Entonces, el poder estaba en manos de mucha gente, no solo en Fidel y, en la parte ideológica, había sus discusiones. Yo me acuerdo que hubo grandes discusiones, de tres o cuatro días, para la creación de lo que sería Palante y Palante.
Axel Li: Y en esos debates fundacionales para reorientar al humorismo cubano desde un tipo de publicación distinta a El Pitirre, por ejemplo, ¿quiénes estuvieron involucrados?, ¿quiénes participaron?
René de la Nuez: Había dirigentes del Partido y varios caricaturistas. Inclusive, hasta los que habían quedado de Zig-Zag: Ñico, Blanquito, Valdés Díaz…
Axel Li: ¿Dónde fueron esos debates?
En la antigua sede del Diario de la Marina. Fueron discutidos y analizados muchos temas: la línea editorial que debía tener la nueva publicación; que debía ser para defender a la Revolución; que se le iba a dar cabida a todos los caricaturistas; que habría un núcleo central de caricaturistas asociado a la misma y los demás serían sus colaboradores, etc. Yo empecé como colaborador, al igual que Chago. El único de El Pitirre que pasó como caricaturista fijo fue Pitín.
Trajeron a dirigir a la futura publicación humorística a Gabriel Bracho Montiel: de Venezuela, un humorista literario. En su país había tenido éxito con algunos semanarios humorísticos. Además, era un antiguo militante comunista.
De esa manera, estaba en estudio de modo “público”, aunque a puertas cerradas, la creación de la que es hoy día la más veterana publicación humorística del período revolucionario: Palante y Palante (4).
Esa reunión, evocada ahora por Nuez, debió efectuarse en 1961. Cuando circula el primer ejemplar en octubre de ese año, El Pitirre sigue publicándose: en su edición del día 15 (p. 15) celebra y anuncia la aparición unas horas después –16 de octubre– de esa otra revista de humorismo. El siguiente, sería el último número: el dibujo de portada es de Posada; 22 de octubre de 1961 es la fecha que tiene impresa.
El dibujante Rafael Fornés, su director, contaría muchísimos años después que nadie le había explicado las razones por las cuales dejaba de salir el más revolucionario de los suplementos humorísticos que ha habido en nuestro país. Hay hechos coincidentes (y desmemoria). Entre El Pitirre y el equipo de Revolución –léase además Carlos Franqui– sospecho que existieron iniciales conexiones estratégicas. ¿Por qué ese interés de Guillermo Cabrera Infante no ya por el humor, siendo él un humorista, sino por escribir los primeros editoriales –muy picanticos, contundentes– de enero de 1960 de ese suplemento?, ¿pudo ser el autor de otros más, despojándose de El Strungundrán, el seudónimo que emplea para aquellos?, ¿fueron ellos un empujoncito inicial?, ¿una coincidencia?, ¿por qué Fornés le da la idea del surgimiento de El Pitirre a Franqui?, ¿cuánto de apoyo no pudo haber en el “métele mano”, la respuesta-opinión de Franqui?, ¿quién recomienda la aparición en el periódico La Calle de un suplemento tan visualmente mortífero para el imperialismo yanqui?:
(…)
–El Pitirre nunca ha dejado de ser visto como una creación legítima de Rafael Fornés a pesar de que revisando sus números nos dimos cuenta de que no tuvo, como es normal en estos casos, el machón con los créditos.
–Nunca lo tuvo. Para mí lo importante era hacer el magazine. Esa era la verdadera obra. Yo consideraba que no tenía méritos revolucionarios para ser el director de una publicación revolucionaria. Aparecían las obras de los artistas firmadas, pero en mi caso yo me ocupaba de varias cosas: dirigía [,] preparaba y seleccionaba el material, hacía las nóminas, era el director general y atendía la parte gráfica. No valía la pena que mi nombre apareciera ni una sola vez, solo en los casos en que se publicara un trabajo mío. En cierta ocasión escuché el comentario de que yo lo hacía para salvar mi responsabilidad dado el caso de una invasión contrarrevolucionaria y un cambio de gobierno, entonces por esa vez se hizo pública mi función.
–¿Cómo surge la idea de El Pitirre, qué lo motivó a meterse en esa empresa?
–Yo había observado a través de los Salones de Humorismo la calidad de algunos dibujantes cubanos muy jóvenes y desconocidos, entre ellos Posada, Sergio Ruiz y Fresquito Fresquet. Empecé a soñar con una publicación humorística bien renovadora, porque el humor que se hacía en Cuba era a mi juicio bastante conservador. Le di la idea a Carlos Franqui y él me dijo “métele mano”. El 1ro de enero de 1960 [sic] aparece el primer número de El Pitirre, Suplemento Humorístico del periódico La Calle.
(…)
–Yo no podría decirte las razones exactas por las que [des]apareció El Pitirre. Nunca me la informaron. Hubo una reunión a la cual no fui invitado donde se anunció el cierre nuestro y la creación de un nuevo semanario, Palante, al que más tarde fui llamado a participar.
De lo que sí estoy seguro es de que el problema fue con los humoristas gráficos. Nadie lo decía directamente, pero hubo comentarios donde se dijo que lo de nosotros era una “descarga” de unos pocos sin serios intereses. Hubo además una caricatura de Cardi publicada en Palante cuestionándose si Sabino era bobo. Paradójicamente una vez Chago me dijo que yo en El Pitirre lo cerraba, que le pedía material político y que las cosas que él me traía no se las publicaba.
Yo me sorprendí pero pensé que debía estar diciendo verdad. Yo tenía la preocupación y la responsabilidad de mantener El Pitirre que era mi obra revolucionaria. En ese sentido yo agradecía las colaboraciones de Nuez que fueron siempre muy elocuentes.
(…)
Una vez yo le dije que él [Chago] sería un dibujante profesional, pero un artista no, y él me contestó que eso le había llegado al alma. Hasta qué punto uno es capaz de errar… Cuando en El Pitirre me faltaba material yo lo llamaba y él se pasaba la noche trabajando para entregarme algo. Trabajaba en Revolución, en el Ministerio de Comunicaciones, hacía sus libros y además de eso colaboraba con El Pitirre. Yo siempre pensé en él como en un soldado, como alguien en quien se podía confiar. (…) (5).
(Continuará)
*Título atribuido para unos fragmentos destinados a #elsrcorchea –y unas mínimas nuevas intromisiones– del libro El Loquito: (re)visiones. Selección y estudio de Axel Li. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2013, pp. 171-175, 186-192.
Notas:
(1) Es esta una opinión de aquel período [años 50]: “El humorismo, el buen humorismo, tiene una afianzada tradición en Cuba. En momentos en que parecía zozobrar viene este grupo de caricaturistas jóvenes a nutrirla. Tienen un estilo maduro que revela, por sus influencias, el conocimiento de los más notables cultivadores del género y una práctica constante del dibujo. Son jóvenes, pero son profesionales. Presentan el mismo [sentido] purificador de la técnica, el mismo sentido progresista y renovador”, Roberto Fandiño: “9 humoristas exponen para hacerlo sonreír”, Teleprogramas, La Habana, año II, No. XIII, 1-15 de julio de 1957.
(2) Los creadores aludidos, desde la síntesis artística, son Jesús González de Armas (Jesús de Armas) y Margarita Gavilán (Margie). Ellos son los autores del libro Dibújese una sonrisa. Temas cubanos-gatos. Margie y de Armas. Con prólogo de Joaquín Texidor. Edición Margie de Armas, [La Habana], 1957.
(3) Y tiene una pionera interpretación de Javier Negrín, quien le saca provecho al encanto poético-visual de nuestro primer libro moderno en materia de humor: “El Pitirre. Humor revolucionario (1)”, Revista latinoamericana de estudios sobre la historieta, La Habana, Vol. 3, No. 12, diciembre, 2003, pp. 193-228. (La parte de interés en pp. 215-216). Por su parte, para Edmundo Desnoesse trata del “libro germinal de nuestro humorismo blanco” (p. 116): “El humorismo”, Casa de las Américas, La Habana, año IV, No. 22-23, enero-abril, 1964, pp. 113-125.
(4) Aunque años después simplificaría su nombre solo a Palante. Su salida fue un suceso. Sus primeros años, tal vez, los más logrados. Entonces, varias publicaciones anunciaron la aparición de la revista humorística que, como Zig-Zag, debía ser del agrado del público. El periódico Revolución (segunda edición, año IV, No. 880, 16 de octubre de 1961, portada) dio también la noticia, pero gráfica, acompañada del siguiente pie de foto: “Portada… mejor dicho, una de las dos portadas del semanario satírico Palante y Palante que no tiene parte de atrás, ni para coger impulso. Desde hoy está a la venta para dolor de los gusanos. Búsquelo”.
(5) Dannys Montes de Oca: “Entrevista con Rafael Fornés”, http://dannysmontesdeoca.wordpress.com/entrevistas/entrevista-con-rafael-fornes/. [Puede consultarse también con el título “La dimensión más profunda de la caricatura: conversación con Rafael Fornés” en el catálogo de la exposición De José Dolores a Sabino. Retrospectiva de Rafael Fornés. Galería-Taller René Portocarrero, La Habana, 3-23 de junio de 1996].
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