Magaly Espinosa

Más que cualquier otra cosa, lo que ofrece la instalación a las                           multitudes fluidas y circulantes es un aura del aquí y el ahora.

Boris Groys.

La obra Silent Specífic concebida por el artista y profesor René Francisco Rodríguez y la curadora y crítica de arte Dayneris Brito, posee la particularidad de haber nacido en el medio digital y de presentarse en forma de instalación integrada por intervenciones públicas virtuales, en  la exposición que recientemente la incluyó, Viva de devolución (1). Es decir, una obra en proceso, diversa y de gran riqueza estética, ha permitido que se encuentren dos de las formas creativas más revolucionarias de las últimas décadas.

En el texto curatorial se argumenta:

“Lanzamos la convocatoria masiva hacia la gran mayoría de nuestros contactos, amigos y viejos colegas que no necesariamente concebían la intervención pública como método de trabajo. Los retamos a ocupar La Habana sin moverse de su asiento, imaginando una cruzada que tomara por sorpresa la geografía interna -cercana o alejada-, remarcada por sus conflictos y quiméricas formas de sobrevivencia. Le pedimos a cada artista seleccionar un espacio potencial de creación sobre el cual debían proyectar su obra a través de una imagen o video. Fue entonces cuando comenzamos a tejer todo un cuerpo de tres creadores de efectos visuales que modelarían con el artista y nosotros cada idea concebida, una diseñadora gráfica, un fotógrafo y un diseñador de página web para generar lo que sería la conclusión del proyecto; la plataforma visual que albergara todas las obras de Silent… con sus autores y textos respectivos. Tras concebir lo que fuese la estructura principal del proyecto, motivados por las nuevas vías de exhibición que Internet nos abría, consideramos que debíamos tirar el cable a tierra que permitiera que Silent… se anclara en la ciudad al menos de una manera sutil. Decidimos apropiarnos del QR como el rastro fortuito, una marca física y palpable de todas esas utopías recogidas en un solo proyecto, de forma tal que a cada obra se le dispuso un código que aludiera a su emplazamiento real en la ciudad.
Aunque muy pronto quizás para tomarle el pulso a los resultados, estamos enteramente agradecidos de la posibilidad que nos han regalado tantos artistas que confiaron desde el inicio, y sobre todo demostraron con qué fuerza arrecia el arte cuando sus protagonistas, desprendidos de un árbol sin copa, vuelan a enraizarse en la complicidad de lo unívoco” (2).

Fue una de las instalaciones que mayor impacto provocó en la exposición, entre otras cosas, por la originalidad desde la que son mostrados ese tipo de espacios de la ciudad de La Habana. A su vez, cada imagen estaba acompañada de un texto de ficción del crítico y curador Orlando Hernández. Las imágenes que parten de la manera en la que esos espacios se muestran, se transforman bajo la mano de sus creadores en alegorías de los mismos, unas portadoras de un fuerte sentido del humor, otras más ácidas, y Orlando, con su acostumbrada facilidad para las bromas y agudeza para la crítica, aprovecha muy bien esos contenidos reflexionando o dialogando desde personajes que presuntamente los habitan. Ambos, personajes y narraciones, endulzan o agrian cada ocasión que las imágenes muestran.

El video y las imágenes digitales empleadas junto a los magníficos comentarios de Orlando que acompañan a  las piezas, lo que imaginan o fantasean desde la visión y las palabras, muestran un arraigo por una ciudad que pese  a todo sigue siendo mágica.

Javier Castro

Esta obra es una de las más singulares de las producidas alrededor del arte cubano de las últimas décadas, incluida, como señalé anteriormente, su calidad de proyecto digital en una galería.

El medio digital facilita que una obra se haga asequible a un amplio círculo de espectadores, y en la galería se expone en loop, lo cual permite una percepción consecutiva de cada una de ellas, despertando la imaginación, las sensaciones y los recuerdos de aquellos que han vivido o viven atravesando los espacios públicos de la ciudad, acercándonos a comprender cómo la coincidencia de imagen y texto pueden completar metáforas de nuestro estado emocional y vivencial, cómo se puede llegar a recuerdos, aunque hayas vivido muchos años en el exilio, aunque estés a punto de partir, aunque permanezcas en ella a pesar de todo.

Pongamos varios ejemplos de las obras que la contienen a través de una selección que consienta apreciar, las reflexiones y los componentes socio-culturales que han colmado los contenidos de las piezas y las orientaciones temáticas que se reiteran.

Uno de los videos que provocó un mayor impacto fue la pieza Black on black, del artista Javier Castro. Él muestra una especie de muro que limita el mar y sobre ese mar, de manera indeleble, aparece y desaparece el rostro de un hombre negro ya maduro, inexpresivo. El comentario de Orlando imagina lo siguiente: 

“…Entrando o saliendo de la claridad o de las tinieblas. Apareciendo y desapareciendo. Buscándote. Metido todavía en el torbellino de los recuerdos. Los dos sentados por última vez en aquel arrecife, mirándonos, llorando. Sin saber cómo despedirnos. De verdad que lamento no haberte dicho que esa noche venían a buscarme, y que la lancha no podía esperar a que te decidieras. Pero no pudo ser de otro modo”.

Una imagen puede provocar diferentes lecturas y Orlando elije interpretar las situaciones que ellas contienen desde una crítica que se desliza bajo la metáfora, pues ella lo ayuda a inventar, idear circunstancias, detalles, situaciones, que nunca sabremos sobre su certeza, pero que siempre comprendemos en sus significados. Esto es contradictorio, pero es la realidad que nos envuelve, aunque parezcan fantasías de un escritor.

La obra de Alexandre Arrechea La ciudad oculta en su silencio. La tribuna antimperialista, contiene varias imágenes de una concentración frente a esa tribuna. En medio del tumulto se vislumbra un grupo de máscaras sobredimensionadas en hileras que la atraviesan como dispuestas a su uso. Los rostros pueden ser diversos y las máscaras esconder lo que realmente somos a semejanza de las circunstancias a las que se sujetan las expresiones de nuestros rostros. Orlando en un fragmento de su texto comenta.

“…Como se sabe, para lobos, se recomienda usar máscaras de cordero. Y viceversa. La hipocresía, la mentira, la falsedad siempre han sido muy mal interpretadas. No son en modo alguno despreciables. Engañe y mienta con soltura, con naturalidad, como hacen diariamente con usted. Protéjase. No se deje tocar la cara. Nadie tiene por qué saber la verdad. Ya el viejo marxismo lo dijo, no existe una verdad absoluta, solo verdades relativas. Sea marxista. Manténgase relativo”.

La obra digital de Glexis Novoa reproduce la imagen de una pared formada por altos relieves que repiten la palabra CUC. Una moneda esconde diversos procesos económicos, variadas formas de concentrarse las relaciones sociales, es una síntesis de esas relaciones. Ya el CUC desapareció del contexto social cubano y la memoria a la que acude Glexis es la repetición del símbolo, como intentando hacernos recordar todo lo que significó. En uno de los fragmentos de su texto Orlando fantasea:

“¡El viejo CUC, cará! Se nos rajó como una cañabrava. Qué chiste y en qué momento. Pero a río revuelto… ya tú sabes. Todo vale cuando hay que defender las conquistas. Aunque después de todo era dinero falso, ¿no? De mentira. Que puede aparecer y desaparecer a conveniencia. Dinero oportunista. Kamikaze. Dispuesto a inmolarse por el Poder en cuanto se lo piden…”

Fernando Rodriguez

El video de  Fernandito Rodríguez Black carpet for a blind date, incorpora una imagen del edificio del actual Ministerio de Relaciones Exteriores, mientras que por su costado derecho suben unas máquinas que asfaltan las paredes. A partir de ella, Orlando recrea un diálogo entre el Ministro y un personaje que trabaja con él, apropiándose de ese poder de síntesis de la imagen que concentra matices y detalles sobre la vida social. Este texto es uno de los más agudos e irónicos de los que acompañan las obras, en esta ocasión lo reproduzco íntegramente:

“Oye, ¿y ese ruido? / Las máquinas, Ministro. / ¿Qué máquinas? / Las de pavimentar. Estamos haciendo lo que usted recomendó. / Qué recomendé? / Subir más la producción por ese asunto de La Habana Ciudad Maravilla. / ¿Y que hace esa gente echando asfalto en el costado del edificio? / Subiendo la producción, Ministro. Creo que ya mañana llegamos hasta arriba/ Ustedes son unos bestias, no entienden nada, por eso estamos como estamos. Pero ni piensen que voy a parquear allá arriba, yo sigo parqueando donde siempre, eh? Imagínate cuando tenga que salir urgente para una reunión o cualquier otra gestión de trabajo? ¿No pueden ir a pavimentar por allá por Rosario, en Arroyo Naranjo, o en Carraguao, Palo Cagao o como se llame? Con ese ruido uno no puede concentrarse/ No, Ministro, en esos lugares primero tiene que pasar Servicios Comunales, para poder ver dónde está el firme de la vía, porque durante tiempo se han ido formando montañas y volcanes de basura con agua empozada dentro y hasta que todo eso no se seque… / Oye, no me inventes cuentos, por favor. Aquí no hay volcanes ni nada de eso. Dile a Mercy que me traiga café, anda”.

La pieza en video de José Bedia, Con todo lo que es mío, nos recuerda la poética de sus pinturas y dibujos, las figuras que las forman, los sentidos antropológicos que las identifican y con el agudo escrito de Orlando podemos idear un contenido que conduce desde la memoria personal del artista hacia el fondo de una circunstancia socia: la partida y el regreso desde esa memoria. Un segmento texto nos propone una lectura posible:

José Bedia

”Siempre quise volver. Regresar. Sobre todo durante esos breves ataques de nostalgia que alguna vez todos sufrimos. O durante los chispazos de extrañeza ante parajes y rostros nuevos, desconocidos. Sabía que no estaba solo. Podía establecer diálogos, complicidades, pero no con las personas que me rodeaban, sino con los espíritus que siempre me acompañan donde quiera que voy. Plantas. Animales. Piedras. Astros. ¿Acaso no era suficiente? Pero a menudo me sentía solo. Así que una noche cogí mis dos maletas—la de ganar y la de perder— abrí la puerta y me fui. ..”

En azul intenso está concebida la pintura de Rocío García Samurái, que se aprecia colocada en el costado de un edificio de la Av. 23 en el Vedado habanero, simulando que este personaje está dispuesto a saltar sobre la ciudad. En el texto de Orlando sentimos que es ella quien nos habla, pues las obras de esta creadora se cargan de las contradicciones que sostiene las relaciones humanas, formas caprichosas de darse el amor, apropiándose de los más diversos personajes a los que pone en situaciones difíciles. Como es la vida, apariencias que engañan:

“…Quizás porque estoy aterrada de estar viviendo en esta época grosera, sin delicadezas, donde todo está expuesto, a la intemperie. Y por eso no me importó regresar un momento a una imagen antigua, sentimental, pasada de moda…”

Rocío García

En las imágenes que René Peña ha elegido para participar, aparece su rostro en dos fotografías colocadas en la pared superior que se encuentra a la salida del túnel de Línea, en el barrio del Vedado. La Habana es una ciudad que él conoce como nadie porque se trasvierte en cada recoveco, cada personaje que deambula de madrugada, cada guiño hacia el amor, desde sus propias experiencias metido en la cultura popular. Orlando conoce a René, sus bromas, sus chistes incorporando sus vivencias, son amigos y es posible que por ello susurra desde un diálogo imaginario del artista con su abuela cuando esta le insiste

“De cuerpo entero. Se lo he dicho y redicho mil veces desde que usted era un niño. Negro de cuerpo entero. Por dentro y por fuera. Si hay otros que quieren ser blancos por fuera y negros por dentro, o viceversa, ese es su problema. El color suyo es éste. Negro por dentro y negro por fuera. No creo que sea mucho pedir. Mírese…”
Para eso lo he encuerado. Para que se vea completo como ante un espejo. Y ahí se va a quedar de penitencia hasta que lo aprenda. Mírese otra vez. Negro. Si quiere, repítalo. Negro. Negro. ..Quédese encuero ahí hasta que lo aprenda, carajo. Eso decía mi abuela”.

Valga citar la obra digital de Fidel García Arquitectura negativa desde la que propone transformar el último piso del edificio del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) vaciándolo y dejándolo solo en su estructura básica. Orlando conjetura sobre aquellos transeúntes que deambulan por la Rampa sin fijarse en el edificio, por eso no notan cuando este transforma su último piso:

“Allí se han ido acumulando, año tras año, por más de medio siglo, un enorme y apestoso tesoro: todo aquello que debimos saber y no supimos, aquello que no pudimos ver, ni oír, ni leer porque fue motivo de escamoteo selectivo, de prohibición, de drástica censura. Es lo que se dice, y lo que han arrojado nuestras investigaciones. ..”

Por su parte, la artista Sandra Ramos participa con la obra Generación veleta, en ella aparece con su conocido autorretrato, mostrándose como una niña con el uniforme de pionera, pero en esta ocasión se sitúa con la cabeza de frente al mar y el cuerpo de espalda a él, metaforizando las dos realidades que vivimos. Orlando la ingenia en una conversación con su maestra que contiene dudas e inquietudes sobre lo que se le enseña, terminándolo así:

“…Una vez tuve un sueño: que ya estaba celebrando mis Quince y que en una de las fotos aparecía yo con pañoleta y saludando así. Me morí de vergüenza. Mis amiguitas se partían de risa. Una pesadilla. La pañoleta era rosada y con brillitos, pero así y todo. De verdad que estoy muy confundida”.

La pieza digital de Hamlet Lavastida, S/T, consiste en un conjunto de imágenes que reproducen rejas con el rótulo GAESA, colocadas a lo largo de los aproximados 8 kilómetros del malecón habanero, una peligrosa reja que todo lo encierra y controla. Orlando imaginando una narración personal nos acerca  a una de las situaciones más complejas de la realidad de la isla hoy.

 “Entreabrí un poco los ojos y de repente la vi. Fue como una especie de revelación religiosa o algo así. Debía sentirme un ser privilegiado. Mucha gente no logra ver la Reja durante toda su vida. Por más que le digan y le digan, no logran verla…”

Tanto en estas obras, como en el conjunto de las que forman parte del proyecto, se valúan en sus contenidos dos vertientes fundamentales: una que ilustrar la vida cotidiana y la cultura popular, vinculadas a temas políticos, y otra cuya intención se centra en relacionarla con experiencias personales.

El lenguaje popular con la gracia y sabiduría que lo caracteriza, Orlando lo incorpora de manera tan armoniosa, que no dudamos de comprender desde ese lenguaje, aunque no sepamos con seguridad qué sucede, lo que cada personaje nos cuenta de sus actos, posturas, elecciones, inquietudes y deseos. Esta inclinación de lo político en su significado y connotaciones personales, le imprime a esa vertiente una fuerza mayor, porque no basta con las alcances sociales de la vida y los poderes políticos en sí  mismos, sino cómo penetran el espacio privado, cómo lo connotan y lo marcan, creando dolores que no se olvidan con el paso del tiempo. Esto no es algo casuístico, es una comprobación de lo que constituye un valor en el arte cubano, cuando se comporta como documento,  conciencia crítica y memoria de aquello que nos constituye.

La utopía, ese componente persistente y complejo que nos ha acompañado durante más de seis décadas, sale de entre las sombras de lo que vemos y leemos, es parte inseparable de la vida social, de la propia ciudad, de sus recodos, misterios e historias urbanas. De ahí que la idea de emplazar las piezas en espacios de La Habana, de la carga política que ello conlleva  no sea fortuita.

Qué ciudad tan poderosa, orgullosa y arrogante, pues atrapa tantas historias sociales y personales de vidas que entran y salen, que se detienen en ella intentando que las arrope.

Las interpretaciones que Orlando ingenia para comentar las obras son tan potentes que a veces nos parece que lo que se nos cuenta ha sucedido o sucederá realmente; partiendo de lo que cada artista ha creado, escribe su propio cuento, sin embargo, uno de los detalles más valiosos se encuentra en cómo muchos de ellos nos develan y nos acercan a la poética de esos artistas y esto puede inspirar a leerlos íntegramente en la plataforma digital.

No consiste entonces en un amasijo de proyecciones, es una síntesis  formada, hasta el momento, por 62 de los mejores artistas del arte cubano, integrada por voces de diferentes generaciones, diversos tipos de arte y formas creativas, voces que se comunican entre sí, que saltan las barreras de generación o tipo de arte, atrayendo vivencias, criterios, impresiones y destinos del cubano del presente.

En portada, obra de Elio Rodríguez, Macho

Notas:

(1) Curadora Patricia Kasaeva. Utopia126. HabaGallery. Barcelona. España. Septiembre, 2021. Formó parte de las celebraciones anuales por las fiestas de La Merce´, la más importante de la ciudad de Barcelona.

(2) Statement del proyecto en Instagram.