LOS MAPAS VISUALES DE LA ESCRITURA SE EXPONEN EN LATINOAMÉRICA

Elvia Rosa Castro

Toda representación supone un tipo de puesta en escena textual y esta, a su vez, está configurada por cierto tipo de grama. El graphein, el trazo y la escritura son elementos que, aún invisibles, están ahí, en el centro de la seducción. El uso de la escritura ha sido un recurso bastante extendido en el trayecto de la humanidad. De hecho, pareciera que se trata de «el recurso», de esa imprescindible conquista del ego amasada desde los pictogramas sumerios hasta nuestros días. Si la primera «caída» del hombre puede localizarse en la autoconciencia del yo, la inmediatamente segunda puede puntuarse allí en ese gesto sedentario y a su vez alterado que constituye la escritura. Sin embargo, su existencia es mucho más complicada y menos autosuficiente de lo que parece. Ella no puede darse el lujo de ensimismarse. Necesita de un observador que se la apropie y la consuma; y en ese encuentro patrimonial de referencias y significados es que ella aparece, se muestra. Únicamente ahí, en ese micro-segundo, se convierte en texto y es en él donde existe.

Nuestra relación con lo textual ha sufrido drásticos cambios que tienen una explicación básica en el “rocío bélico” de imágenes que nos empapa, lleno de discursos y significados según sea el caso. La evocación moderna del libro y la lamparita se ha ido corrompiendo y desvaneciendo con nuevas experiencias de lecturas de las que ni siquiera somos conscientes. Ahora somos más lectores que nunca, solo que el texto está prescindiendo de cierto reposo.

Los estudios suelen hablar de texto visual, texto cultural, texto corporal, etcétera, etcétera. Las imágenes pueden leerse, deconstruirse o interpretarse aunque no exista una escritura en cuanto tal pues ellas son un tipo de representación que todo el tiempo están proyectando y reproduciendo discursos culturales. Las obras de arte ya no son vistas o contempladas, son leídas, y ello por supuesto lleva implícita una existencia textual o un significado que no se exhibe necesariamente. A ello se le conoce como «giro lingüístico» y este posee gran dosis de responsabilidad e influencia en las nociones teóricas  sobre las prácticas artísticas y la teoría de la recepción.

A mí, en especial, me apasiona ese campo de texto que no prescinde de la escritura como grama y que es, en definitiva, donde visiblemente se concreta.  Pero más que eso me interesa esa sinestesia que proviene de la fusión entre imagen que representa y texto que significa. En ese mínimo espacio en que ellos se hermanan y simpatizan y el cerebro se activa en una relación fruitiva y erótica es donde más a gusto me siento. Se trata de una figura sagitariana –mitad-mitad si se quiere- en que cada bando pierde autonomía y tiranía, dejándose domesticar y somatizar.

Varios escritores latinoamericanos han vivido tocados por esta cuestión. En su Antología de la poesía cubana y en «Las imágenes posibles» José Lezama Lima estuvo obsesionado por los orígenes y lo germinativo de la imago, mediante la cual se nos manifiesta lo invisible que fundamenta toda la poesía. Octavio Paz y Severo Sarduy se han encargado de hacer notar esa unidad. Si leemos El mono gramático nos deslumbramos con el hecho de estar en presencia de una pintura (imagen) escrita. En los tres casos (Lezama, Paz y Sarduy) estamos leyendo visiones. Las imágenes escribían a través suyo. Ellos eran médiums, traductores avezados, atentos y embriagados que escribían desde una aplastante noción figurada de tridimensionalidad.

Sin tener que remontarnos al simbolismo del xix y poder atraer más a contexto la cuestión, podemos decir que si ocurre así en la literatura, qué impide que se realice en las artes visuales, si el principio es esencialmente el mismo. Y esto resulta casi un contrasentido que teóricamente no es superado. Roland Barthes lo resumía de la siguiente manera:

Los lingüistas no son los únicos en poner en duda la naturaleza lingüista de la imagen. En cierta medida, también la opinión corriente considera a la imagen como un lugar de resistencia al sentido, en nombre de una cierta idea mítica de la Vida: la imagen es representación, es decir, en definitiva, resurrección, y dentro de esta concepción, lo inteligible resulta antipático a lo vivido. De este modo, por ambos lados se siente a la analogía como un sentido pobre: para unos, la imagen es un sistema muy rudimentario con respecto a la lengua, y para otros, la significación no puede agotar la riqueza inefable de la imagen. (Barthes, 1986: 29)

Dicho está. Hay quien habla de la imagen incluso como evocación. Pero este es un viejo e irresoluble tópico. El mismo que viene arrastrándose desde la teoría francesa y alemana de los siglos xvii y xviii, ya de manera vehemente si se quiere, con Diderot a la avanzada. La antinomia planteada por Barthes se resolvería en un tercero que los ampare y se desentienda de las dualidades excluyentes y binarias. Basta con hermanarlos en un solo espacio, una sola pieza, una solo obra. Luego, mostremos ese terreno donde el ablandamiento del ego (imagen) y el ego robusto (texto), entablan un diálogo agónico y se muestran aptos para cualquier operación. Esta suerte de ágora o interface híbrida es la que me interesó y resumí en una muestra del 2011 que llevó por título Ya sé leer. Imagen y texto en el arte latinoamericano. (1) En abril de 2016 los curadores Francine Birbragher-­Rozencwaig y Oscar Roldán­-Alzate inauguraron ConTexto. Palabra, escritura y narración en el arte contemporáneo, (2) aterrizando en obras “una investigación que, a través de la poética, la retórica y la pragmática como líneas temáticas, indaga sobre la ineludible cooperación de la palabra y la imagen en una marcha que ha oscilado a través de la historia en un vaivén azaroso tanto como prodigioso” (3). Véase este link

Es sobradamente lógico que aparezcan este tipo de compilaciones puesto que desde el simbolismo francés, de la influencia del positivismo lógico en el arte, de Dadá y sobre todo del conceptualismo, hay sobrada materia prima y tela por dónde cortar. Incuso más allá de las fronteras de nuestra vanidosa latinidad.

El collage y el fotomontaje que irradiaron desde Rusia y Alemania a partir de 1916 hicieron de las suyas. Luego de sembrar la duda sobre el origen de estos recursos expresivos (si rusos o alemanes), Benjamin Buchloh afirma tajante: «Al tiempo que el Círculo Lingüístico de Moscú y el Grupo Opoyaz de San Petersburgo desarrollaban la lingüística estructural en 1915 y 1916 respectivamente, los constructivistas establecieron la primera gramática fenomenológica sistemática de pintura y escultura». ( 2004: 123)

A partir de ellos, del productivismo y de las vanguardias artísticas, la imagen tradicional se volvería promiscua por ineficaz (digo yo): se llevaría entonces las ganancias del diseño y con este al texto, a un periplo que incluye al pop y al conceptualismo más rancio y wittgensteiniano. Ese viaje aún no termina y aunque los nombres son incontables, no dejaría de mencionar a Marcel Broodthaers en tanto sintetizó, creo que de manera insuperable, lo que para Sol LeWitt era imposible: la fusión magistral de poesía, ideología e historia del arte. (4)

Vista parcial de Ya sé leer...Centro Wifredo Lam. Obras de Inti Hernández, Milena Bonilla, Reynier Leyva Novo y Fernando Rodríguez

Algo similar ocurre con nuestra región. Solo con plantearse una tesis que incluya únicamente al conceptualismo basta para comer y llevar. De igual modo sucedería con la holopoesía y su rizomática manía de involucrar al público. O con el arte correo. Los trasiegos entre imagen y texto campean por su respeto y tal vez por esta razón, «lo evidente, lo que por ser tal, se nos escapa» (Heidegger en Sendas perdidas). Y se nos ha escapado, al menos en nuestro país.

En esta zona regional existe toda una legión de artistas que recurren al texto escrito como parte de su obra, dentro de su dramaturgia compositiva. Por su parte, existen algunas propuestas donde la relación es tautológica, es decir, donde el disegno de la composición constituye el texto mismo. Partiendo de algo tan histórico y tradicional como el uso de la grama, el arte latinoamericano a finales de los años sesenta se apropió de las ganancias del conceptualismo en una cuerda politizante que lo proyectó a escalas mucho más ricas e interesantes que el original, al reutilizarlo de una manera disidente allí donde solo había indiferencia y deslumbramiento formal por el lenguaje y su poderío (hay quien habla de racionalismo para hablar de arte conceptual, otros invierten el tópico y dicen que misticismo).

Por otra parte, puede atenderse como causa de la simpatía entre imagen y texto o del texto que se espacia, toda una tendencia que parte de las aspiraciones utópicas de Stèphan Mallarmé mezcladas con lo mejor de la poesía latinoamericana, hecho que ha influido sobremanera en la modelación visual de la región. Si en muchos casos el interés que prima es político, en otros es puramente literario. Otra causa probable donde pueda encontrarse alguna explicación al recurso de la grama escritural puede residir en el descreimiento o vaciamiento de la imagen conocida en el sentido habitual. Este darse cuenta exige de una posición: en son binario, habría que situarse (creo) en los dominios del texto absoluto o en la pura mineralidad, como apuntaba José Luis Brea, por lo que imagen-texto viene siendo una salida conciliadora en todo sentido.

En el tipo de obras seleccionadas para las exposiciones mencionadas el dato ocurre y transcurre. Se funden (¡ay, Lessing!), el espejo de las palabras y el de las imágenes. Es en la fusión que se hacen plenos. Y es esa pretensión de totalidad a través de una diversidad la que sí puede unir a estas muestras.

Ambas, también, tienen como foco central el tema del texto en las artes visuales a nivel regional (del Bravo a la Patagonia incluyendo el Caribe). De ahí que el primer acercamiento a las obras haya sido puramente formal, digamos a la manera kantiana, desinteresado de posibles significados ideológicos, lo cual sabemos que es prácticamente imposible. O imposible de tajo. En ambos casos se incluyen piezas aliadas a la tendencia conceptualista y su clásico coqueteo lingüístico-tautológico; otras, neo y postconceptualistas, con marcado acento en la crítica social; algunas rendidas a la vocación neoconcreta y la poesía visual; o aquellas en que el afán antropológico incluye el registro de ciertos datos. Por su parte, una variante arriesgada e ingeniosa está presente en aquellas obras donde el texto está oculto, solamente evocado y drásticamente eliminado.

Tanto en Ya sé leer…
como en ConTexto. Palabra, escritura… la selección de las piezas estuvo regida por la presencia del
fundamentalismo textual como rasgo distintivo de las poéticas de cada artista
en toda su obra o en algún período importante de sus carreras,  incluyendo a los «pioneros»
del conceptualismo latinoamericano. Esto conminó a los curadores a realizar un
periplo arqueológico-histórico desde los años sesenta y setenta hasta nuestros
días. No es casual, por supuesto, que algunos autores se repitan en una y otra
muestra.

Dentro de todo esa variedad de ejercicios escriturales sería fácil perderse (incluso a la hora de realizar una museografía) si no somos capaces de esbozar líneas, no tanto didácticas como sí guiones conceptuales derivados de los estudios realizados, convirtiéndose en una suerte de taxonomía dentro de la cual se mueven las propuestas de los artistas. Las sendas a tomar serían más o menos las siguientes:

Yornel Martínez. Árbol. Centro Wifredo Lam

-Texto como suplemento verbal, título o registro (José Bedia, Carlos Rodríguez Cárdenas, Santiago Rodríguez Olazábal)

-Texto como base estructural (Priscilla Monge, José A Vincench, Glenda León, Humberto Junca, Iván Capote, León Ferrari, Clemente Padín, Antonio Eligio Tonel, Paz Carvajal, Glenda León, Miler Lagos, Yornel Martínez, Milena Bonilla, Carlos Garaicoa, Jorge Wellesley, Dolores Cáceres). Este punto es el más abundante.

-Texto como aportador de sentido (Luis Camnitzer, Liliana Porter, Carlos Montes de Oca, Pablo Helguera, Nury González).

-Texto como no texto (Oscar Santillán, Ernesto Leal, Voluspa Jarpa, Eduardo Ponjuán, Irving Vera, Aimée García)

En las muestras, lo que manifiestan dichos tópicos (entrecruzados muchas veces) es un abanico enorme de propuestas visuales que van desde el caligrama ortodoxo al audiovisual pasando por casi todos los géneros.

A la hora de concebir Ya sé leer… nos llamaba la atención que, a pesar de que el uso de texto e imagen de manera simultánea es un fenómeno evidente y de que han proliferado este tipo de exposiciones a nivel temático, todavía no habíamos asistido a la puesta en escena de una expo compilatoria a escala continental, (5) por ello la propuesta de Francine Birbragher-­Rozencwaig y Oscar Roldán­-Alzate se torna un ejercicio necesario que alcanza a la historiografía y establece nuevos nexos que  pueden erigirse en antesala de un extenso e integrador monográfico cuya realización siempre tendrá sus grandes deudas con las Bienales de La Habana y São Paulo. (6)

Notas:

(1) Muestra emplazada en el Centro Wifredo Lam y la Galería de la biblioteca Rubén Martínez Villena de La Habana Vieja. La misma contó con 91 artistas de varios países y alrededor de 150 obras. Estuvo expuesta en abril y mayo de 2011. Sus curadoras fueron Sandra Contreras, Margarita Sánchez, Ibis Hernández Abascal y quien suscribe el presente texto.

(2) Museo de la Universidad de Antioquia y Sala S, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional, Medellín, Colombia.

(3) Palabras extraídas de la nota de prensa.

(4) Volvemos así a las primeras páginas del texto, donde mencioné a tres escritores. El belga, Broodthaers, también lo era, y se decidió por la práctica artística cuando tenía 40 años.  De febrero a mayo de 2016 el MoMA expuso: Marcel Broodthaers: A Retrospective.

(5) Dentro de nuestro contexto las más recientes son Escrituras, curada por Jorge Fernández; Trastornos del lenguaje, muestra personal de Ernesto Leal; La perra subasta, en Espacio Aglutinador y fuera de él, pero con él; Profane Expressions, curada por Glexis Novoa en Miami. En el año 2007 el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal mostró De l’écriture (With Writing). La expo incluyó a varios artistas reconocidos en la escena internacional y que formaban parte de la colección del museo como Gary Hill, Ilya Kabakov, Joseph Kosuth, Barbara Kruger, Dennis Oppenheim, entre otros. Pero, sorprendentemente, la presencia latinoamericana era nula al haberse reducido, creo yo, a la colección del Museo.

(6) Llegará el momento en que todo esto se traslade a las mismas relaciones pero a nivel online, web sites, blogs; o que se realice un acápite donde entre la literatura per se. También, y por qué no, el llamado arte naif.

Referencias

Barthes, Roland (1986): Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces,Paidós, Barcelona.

Buchloh Benjamin H. D. (2004): Formalismo e historicidad, Ediciones Akal, Barcelona, Las cursivas son mías.