Pedro E. Rizo Peña

El agua, su superficie y esa inigualable cualidad reflectante siempre será motivo de los artistas para inspirarse. Esa capacidad de vernos a nosotros y a los objetos desde otra perspectiva será siempre imán por las sensaciones que provoca más allá de lo sensorial y si más profundamente en lo perceptivo. Luis Alberto Saldana Soto, se aventura en mirarse en ese “espejo” tratando de dilucidar el significado de las imágenes que mediante reflejos nos devuelve el agua… pero no sólo el reflejo físico, sino esa multiplicidad de realidades que a través de las sendas de luz nos devuelve la superficie de ese medio.

Me atrevo a señalar que Saldaña se ve embrujado por las figuras ilusorias que al paso se encuentra ante cada espejo acuático. Imágenes algunas que rozan en lo surrealista, otras devuelven un paisaje imposible de ubicar, están aquellas que evocan iconos religiosos como la Virgen de la Santísima Caridad del Cobre, el día a día de los cubanos y sus bicicletas y sus botes de pescadores igual tiene una presencia.

Esta serie en especial, de la obra de este artista, atrae…acostumbrado de los hiperrealismos que suele pintar, las obras de #reflejos van a un nivel subconsciente del trabajo de este joven no citadino… Es tal vez una recreación artística del mito de Narciso, donde el artista traslada a los objetos esa necesidad de autodescubrimiento personal. Pero a diferencia de ese relato antiguo, Alberto encuentra en el reflejo de la realidad -a veces distorsionada por el movimiento de las ondas en el agua- un mundo nuevo y no la simple representación vanidosa de las cosas. Una nueva narrativa paralela al espacio que tradicionalmente los artistas llevan a sus lienzos.

En las piezas presentes en esta ocasión, se abre una mirada a esa dimensión desconocida –ya había dicho que es una ventana al subconsciente- escondida y remota que ya no sólo el artista sino todos los que nos acercamos a los lienzos poseemos. Estos reflejos son esa ventana a un espacio irreal, casi imposible. Los polidípticos presentes –dos- son un ejemplo, se nos antojan paisajes de las orillas de los ríos, pero la distorsión de la imagen nos desvía de las formas tradicionales del paisajismo, así como de los colores que suelen acompañar usualmente estas representaciones, se rompe el equilibrio académico y se abre un diapasón de oportunidad para expresarse. Es entonces, el agua que refleja, un nuevo personaje en las piezas de Luis Alberto.

Algo impacta una y otra vez en esta exposición – alejada de la ciudad y emplazada en una galería fuera de los circuitos reconocidos: la falta de límites en cada una de las piezas, gracias a la sensación de libertad que siempre acompaña al agua, así como la presencia de imágenes que no están directamente en la escena, una especie de realismo mágico. No hay relación directa entre observador y objeto, y sin querer nos convertimos junto al artista en un reflejo más en esas pinturas espejos.