Detrás del muro es un proyecto megalómano que valida la tesis de Utopía, solo que al estar en una frontera -metafórica y literal- no está en su programa ser populista en sentido estricto ni llega a los extremos. Más bien es aterrizado y viable y no pretende replicarse.  Su patria es el Malecón, y sus “descamisados” son residentes urbanos atrevidos y sabiondos. Detrás del muro trasciende al arte al insertarse en cierto discurso y dinámica cultural;  y baila sobre una cuerda floja. Tal es su encanto y su handicap: estar en el medio de la nada. En el limbo. Ni para uno ni para otros. Ni para Elvia ni para Juanito.

Elvia Rosa Castro

«No son los hechos los que
conmueven a los hombres,

sino las palabras sobre los
hechos»

Epicteto

La obra más cubana que hay en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana es Mundo soñado, de Antonio E. Tonel. Es monocroma, tiene alguna que otra pauta del minimalismo. No hay narración en ella. Frente a la instalación no vemos el arquetipo de “lo cubano” y sin embargo es nuestro mejor retrato. Ese mapa mundi en que toda la superficie terrestre está compuesto por pequeñas islas de Cuba es una obra muy cubana en la medida que expone nuestro espíritu megalómano y egocéntrico (dicen que el vocablo “cubanacán” significa centro de la tierra).

Un pequeño país, raro esto, no conoce de insignificancias.

BREVE ENSAYO SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL GOLEM

Sorprendentemente, el 20 de julio del año 2000 el diario Juventud Rebelde publicó un textillo mío titulado “La utopía recobrada”. Se trataba de unas líneas escritas con cierto fastidio pues estaba empalagada por aquellas tandas de reuniones populistas y pseudo intelectuales y de aquellos shows donde casi nadie sabía lo que decía pero sí sabía muy bien cómo asentir. En aquellas penosas escenas se jugaba el destino de la Nación. El tema era, ni más ni menos, el de la masificación de la cultura: desvarío enciclopédico llamado a convertirnos en el país más culto del mundo y en el cual se invirtieron millones de pesos.

Mi texto y mi actitud procedían de una postura elitista, aunque preferiría llamarle responsable.  Sin embargo muchos la vieron como la exposición de un pensamiento encapsulado y contracorriente. Y esto, que puede ser un elogio, en épocas de congelamiento ideológico, resulta letal. Pero ese artículo era apenas una escaramuza (porque fiel a Jameson y porque sé que de otra manera es imposible, soy partidaria de los micro proyectos y micro acciones).

En octubre de 2001 se celebró el Primer Congreso de la Asociación Hermanos Saíz y en calidad de miembro de su Dirección Nacional, fui invitada a curar la muestra de artes visuales que acompañaba al cónclave, donde se debatirían las vías en que los jóvenes podían ser más eficientes en el empeño masificador denominado ya, desde 1998, Batalla de Ideas.

Con esta “tarea” se presentaba la manera de exponer, literalmente, mis ideas y también de cumplir con otro propósito que siempre ha animado mi quehacer: promover a jóvenes artistas desconocidos en el contexto habanero y de paso, ponerlos a dialogar de tú a tú con artistas reconocidos. Exposición Útil fue el título que tuvo esa muestra y que por supuesto, contenía en sí, su contrasentido. En el recorrido por la Isla encargué o seleccioné obras que dialogaran directamente con el tópico a debatir en el mencionado Congreso y otras cuya apariencia debía ser eminentemente utilitaria pero que al ser interpeladas o convocadas a interactuar con el público se volvieran completamente inútiles y hasta fastidiosas, recobrando, en su contacto con el espectador, su naturaleza estética. El lugar escogido fue el Burgui de 23 entre G y H, Vedado, antiguo Carmelo de 32. Se trataba de un espacio heterónomo, donde confluían el público lego y el instruido y donde se consumían las más ordinarias ofertas alimenticias acompañadas de una apariencia corporativa tan agresiva como Mc Donalds o Burguer King.

Lejos de mí estaba la pretensión de llevar el arte a sitio alguno. O sí, quería “llevar el arte a las masas” para demostrar que estas no estaban aptas para lidiar con él y, de paso, cuestionar la tesis de la cita juvenil y del proyecto que tanto desgaste financiero y educacional trajo al país. Quería, además, poner la mira en un sitio: está en la naturaleza del arte la no contaminación y cuando sucede lo contrario, se convierte en otra de las tantas groseras mercancías, perdiendo su hálito emancipador. Las palabras al catálogo fueron escritas en una pegatina que se adhirió al interior de los envases de papitas fritas y cuando el consumidor terminaba de comerlas se topaba con ellas (1):

EXPOSICIÓN ÚTIL es una
vuelta a los estadios preautonómicos del arte ¿será?

EXPOSICIÓN ÚTIL es una
ilusión

EXPOSICIÓN ÚTIL retoma la aspiración de aquellos pensadores que trataban de convertirse en “servidores públicos” (2)

EXPOSICIÓN ÚTIL constituye
un convite al pensamiento y al consumo… de ideas, claro está

EXPOSICIÓN ÚTIL está al
entero servicio de la Patria

Elvia Rosa Castro, una servidora

Luego llegó el puntillazo con el corto Utopía, del joven realizador Arturo Infante. En esa ficción hiperreal los personajes, instruidos a más no dar, terminan despedazándose unos a otros en medio de absurdos propios de una tragedia. Utopía está en la misma cuerda que Mundo soñado.

Parezco, lo sé, una apocalíptica made in Teodor Adorno, cuando en verdad soy más integrada. Eso, una moderna que se actualiza en la cuerda de Benjamin pero que sólo cree en el poder de una que otra “iluminación profana”, sin mucho optimismo. El arte, en un espacio público, acaso sobrevive cuando en realidad conmueve y paraliza al “otro” o, en la mayoría de los casos, cuando está rodeado de solemnidad (algunos monumentos, básicamente aunque no estoy segura de llamarlos arte). De lo contrario, o se devora él mismo o lo devoran. En La Habana, las espectaculares arañas de Louise Bourgeois asombraron y fascinaron: tal fue su salvación.

Detrás del muro es un proyecto megalómano que valida la tesis de Utopía, solo que al estar en una frontera -metafórica y literal- no está en su programa ser populista en sentido estricto ni llega a los extremos. Más bien es aterrizado y viable y no pretende replicarse.  Su patria es el Malecón, y sus “descamisados” son residentes urbanos atrevidos y sabiondos. Detrás del muro trasciende al arte al insertarse en cierto discurso y dinámica cultural;  y baila sobre una cuerda floja. Tal es su encanto y su handicap: estar en el medio de la nada. En el limbo. Ni para uno ni para otros. Ni para Elvia ni para Juanito.

*Texto escrito en el 2015

Notas

(1) Primero el consumo primario y luego el consumo de ideas.

(2) Fernando Ortiz, Jorge Mañach…