Elvia Rosa Castro

Mal gobernado entonces y hoy despojados de la hacienda,

no tendremos otra salida que la minuciosidad, el auxilio

de la memoria cuando nos pidan una descripción fiel,

y así esbozarlos, castigarlos…

Manuel Sosa

Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos es un libro recién publicado que marca el nacimiento de la editorial Zuiderdok, y su autor es Carlos A. Aguilera, el inCubadorista. No es su primera incursión en esta liga: antes ya había colaborado con Juan-sí González y Ángel Delgado en sus respectivos eBooks; y con Luis Cruz Azaceta, de cuya compinchería emergió un espléndido libro impreso. Ni en el tronco ni en las ramas sino en el espacio de la ética y de lo justo. Así, Aguilera y sus proyectos son excéntricos, no sólo por atípicos dentro de una narrativa mayor sino en la idea de Calabrese de que ser excéntrico significa ser “alguien que sitúa su propio centro de intereses o influencia desplazado hacia la periferia del sistema o de sus márgenes”.

Aguilera sabe que no existe el gran relato ni “La” cartografía, por eso ha escogido el trazo de mapitas cognitivos, a lo Jameson, los micro proyectos. Esta cartografía de a poco, que va teniendo más adeptos en nuestro contexto cultural (1) (y aquí contexto es una noción mental) es la que a la postre permitirá no sólo dar F5 a la historia oficial sino de traer a presencia “lo que no se supone”. Trazar “otro itinerario”.

De tres grandes renunciantes, a saber, Antonia, Armando Morales y Peña, tenemos ya el exquisito Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos; y esto no es mucho pero tratándose de empeños individuales sin grandes mecenas https://www.amazon.com/gp/product/949226045X/ref=as_li_tl?ie=UTF8&camp=1789&creative=9325&creativeASIN=949226045X&linkCode=as2&tag=srcorchea-20&linkId=b6ee3f836f55068739f98ad97bd9ca11">Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos (Spanish Edition) o con exiguo patrocinio, es demasiado, muchísimo. Desde una contención casi bordada, el libro, cuyo único eje es una entrevista al artista, es el retrato-autorretrato de quien ha estado de vuelta, tranquilo y moderno, lírico incluso… Sin embargo, no hay que saber leer entre líneas para intuir que se trata de un libro sobre el tormento: por las obras mismas de Peña, por la intro y las preguntas de Aguilera, y por los silencios en las respuestas.



Resulta admirable ver que Peña no trafica con su renuncia como sí Diógenes. No alimenta su mito. No representa. Mi propuesta de lectura, entonces, está en el vacío, en el espacio en blanco, en lo no dicho pues ello dice más del daño que especulaciones y mil palabras.

La introducción de Carlos A. Aguilera, en cuerda Aguilera, es una joya. Del mismo modo que la obra de Umberto Peña fue anticanónica, la introducción a su libro también lo es. Un libro vertebral salido de una escoliosis. Una lección de cómo salvarse de la metástasis luego de sufrirla. De ahí su tono afectivo.

Los archivos, señores, están emergiendo como cosa buena. Horadar en la trayectoria de Umberto Peña es un aporte valiosísimo al estudio de nuestra historia que, de paso, visita los desmanes de la política cultura cubana. Rockanrolea en casa de la historiografía y la academia. Devuelve un jaque mate en clave rayo a la censura.

¡Qué regalo editorial! ¡Cuánta fortuna y privielgio!

ERC: La figura que me viene a la mente cuando veo los proyectos de inCubadora es la de Robin Hood, por aquello de ser un justiciero y andar en las orillas, en este caso tú interés por lo que ha sido marginado, lo que vive en el perímetro. A un metro del centro, a un metro de la feria. Lo que vive o vivió en una doble pertenencia o, precisamente por ello, está en el medio de la nada. ¡Tú interés por la desolación es crónico!

CAA: Jeje… Sí, es una buena manera de decirlo. Debe estar relacionado con las “ausencias” que teníamos en Cuba, donde poder leer ―por ejemplo― la obra completa de alguien era muy difícil. Los cubanos somos expertos en huecos. O vacíos. Y lo más tremendo es que eso pasaba también (y de manera más terrible) con el archivo cubano. No solo por lo difícil que se hacía ver o leer o saber de alguien en el exilio: un Jesús de Armas o un Guillermo Rosales, por ejemplo. Sino, incluso, de autores o artistas que no se habían ido o pertenecían a ese “antes” que el castrismo patéticamente (nada más patético al final que las revoluciones higiénico-ideológicas) intentó borrar y, por suerte, hoy regresa no solo como arcadia, sino como investigación, iconografía, música, saber o  imaginario.

ERC: Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos es un libro recién publicado por la editorial Zuiderdok que ya tuvo un appetizer con el eBook de inCubadora. La obra de Peña no sólo es una obra albañal, sino que es performática también: la onomatopeya, el dolor, el soma… ¿Tu interés en él viene por algún vínculo no explícito con la poética de Diáspora o por tu vocación justiciera, o todo…?

CAA: Viene por todos lados. Por mi interés en una visualidad escatológica, tanto en el sentido de Soutine, con esas reses que cuelgan, con esos colores violentos y quemados que tanto me gustaron cuando los vi en el Museo de la Orangerie, en París. Y viene por cierta conexión con Girard, con lo escatológico como poslugar, como espacio donde se activa el dispositivo sacrificio y el dispositivo fantasma. En ese sentido diría que la obra de Peña, sobre todo la que realiza hasta 1971, cuando, como dice en el libro, optó por la “protesta silenciosa” y no pintó más, es una obra política. Donde no solo se satiriza, deforma, tuerce y se piensa a ese hombre nuevo al que el destructivo estado revolucionario en aquellos momentos obligaba, sino donde la misma construcción del estilo (de su estilo) respondía a una manera muy procesual ―y albañal, como señalas― de intervenir en la realidad. De ahí que todas las onomatopeyas y títulos y frases que aparecen en los cuadros de Peña haya que estudiarlos como enunciaciones políticas, verdaderas muescas dentro de ese telón uniforme y gris bajo el cual ha sido enterrado gran parte del siglo xx cubano.

ERC: Esta entrega difiere de la anterior.  En la intro dejaste claro que querías que fuera Umberto Peña quien diera fe de su obra de vida, “hacer coincidir bios e historia”, y obviaste las notas de otros autores que habías incluido en la versión piloto.

CAA: Sí, fueron dos lógicas diferentes. Como el libro por Zuiderdok se demoraba (Zuiderdok, de hecho, se acaba de estrenar en 2020 con este libro), decidí aprovechar la posibilidad que tengo en el proyecto inCubadora de realizar dos eBooks por año, para dedicarle uno a la excelente obra gráfica y pictórica de Peña. Allí publiqué un fragmento de la entrevista más una pequeña selección de valoraciones sobre su obra; cosa siempre necesaria por lo dispersa que suele estar. Y como estos eBooks, entre otras cosas, tienen una función pedagógica y de promoción, separamos su obra por períodos, escogiendo algunas imágenes de cada uno de ellos.

Umberto Peña. Bocas, dientes, cepillos, restos, el libro que acaba de salir por Zuiderdok, es ya otra cosa. No solo por ser más completo, con alrededor de cien imágenes y la entrevista completa con Peña, sino porque se obvió lo lineal y se fue más a la construcción de lo sensual. Un libro que fuera varios libros a la vez. Y lo mismo pudiera leerse como una larga conversación (con el tempo y la reticencia del habla de Umberto), que como una suerte de autobiografía, de territorio de imágenes y/o de estudio sobre su obra. Para lograr todo esto el diseño era muy importante, ya que se trataba de no reproducir una lógica de catálogo, sino de hacer visibles todas estas líneas de fuerza que pasan sobre una obra tan concentrada y fractal como la de Peña. Y aunque al final el editor, Waldo Pérez Cino, y yo creemos que no fue posible resolver algunos defectos, como el del papel en el que se imprimió el libro, por ejemplo, creo que en gran medida logramos lo que queríamos.

ERC: Dije “parte” en la pregunta anterior pues el diseño gráfico quedó fuera. ¿No te pasó por la mente publicar algunos de sus diseños como sí lo hizo el MNBA en 1988?

CAA: Sí, pero el mismo Umberto Peña se opuso. Para él son mundos diferentes. Por una parte están sus óleos, collages, grabados, acrílicos, trapices, donde hay un trip a un imaginario muy complejo e íntimo a la vez. Y por otro, aquello que fue su trabajo cotidiano, donde se ganaba la chaúcha. Trabajo cotidiano que desarrolló por varios decenios en Casa de las Américas y por supuesto es excelente, pero que en su inmensa mayoría responde a una dinámica de encargo, de correcorre de oficina. No obstante, pienso, que esto que señalas es algo a realizar. Un libro con todo ese trabajo de diseñador de Umberto será, sin dudas, un coso fenomenal.

ERC: Sí, el encargo y la no autonomía que esto supone es una pieza clave a la hora de entender el diseño. Una amiga una vez dijo que sus tres placeres favoritos eran cagar, fornicar (ella dijo templar) y comer chocolate. Fíjate que el placer está estrechamente vinculado a la escatología en su sentido casi primario, en la sensación de liberación que produce el desagüe o la muerte. Buena parte de la producción visual de Umberto Peña está atravesada por esta noción. Tanto que él mismo se la aplica, la lleva al extremo confinándose. Al fin y al cabo el ostracismo es un tipo de muerte, civil puede decirse.

CAA: Amiga sabia la tuya 😉 Sí, como comentábamos antes, está atravesada por lo escatológico. Por lo escatológico y lo político. Diría incluso que Peña y a posteriori Esson son los pintores más escatológicos del archivo iconográfico cubano. Quizá un Carlos Enríquez antes, con todos aquellos dibujos pornográficos tan tremendos…, pero Peña tiene un lugar privilegiado en ese archivo. Aunque te voy a ser sincero. Haciendo el libro me di cuenta que también hay mucho lirismo. Un lirismo que, creo, se ve más en la producción de su última etapa, con esas nubes o formas o cacas que flotan, que giran, que se entrecruzan, que se observan a sí mismas. Pero que ya estaba desde el principio, desde sus bueyes hasta sus trapices, pasando por sus cuadros más crudos, esos donde el inodoro, el esófago y los dientes parecen dominar.

ERC: “Patada y trompetilla pues contra los simuladores, los aprovechados, los bombines y las institutrices”. Estas son palabras de Hugo Consuegra a propósito de la expo de Antonia Eiriz en 1964. Sacadas de contexto encajan en la obra de Peña. Es en el terreno de la recepción donde ella se realiza excepcionalmente. Ahí se hace extra-ordinaria.

CAA: Hay algo muy interesante en esos artistas cubanos que se dan a conocer entre los años 40 y finales de los 60s en la isla o fuera de ella (y estoy pensando en Loló Soldevilla ―recientemente desenterrada en una magnífica exposición en NY por Rafael DiazCasas―, en Antonia Eiriz, Acosta León, Guido Llinás, Carmen Herrera y otros) y es que a la vez que están dialogando con las principales corrientes artísticas de Europa y Estados Unidos, están levantando una singularidad. Una singularidad no-nacional. Singularidad que creo no era muy bien entendida en su momento en Cuba, tanto social como institucionalmente, donde el imaginario popular aspira ―continúa aspirando― al folclore, y los críticos van dos pasos por detrás o hablan literalmente para sordos, para no comentar de cómo el estereotipo-revolución ha dañado el discurso arte en Cuba.

ERC: Este libro es una gran empresa que supongo te llevó años de convencimiento, investigación, realización, producción…Se aprecia en tus preguntas y en la cautela de Peña al responder. Mi agradecimiento personal y gremial por qué no, hacia semejante empeño. ¿Algo que “cocinaste” y quedó fuera de este delivery?

CAA: Quedó fuera el Umberto Peña diseñador; territorio para el que en un principio me había preparado. Pero, creo, con Umberto, que ese es otro libro y no había que “apurarlo” aquí. Y quedó fuera el Umberto Peña diseccionado por la crítica. Libro que además de ensayos o reseñas deberá contener algunas de las entrevistas que le hicieron para que ambas maneras de pensar se entrecrucen encima de las diferentes zonas de su obra. Y quedó fuera un sueño, que es el de hacer una edición especial con todas las litografías eróticas que en 1970 Umberto Peña hizo a partir de los versos de Martí. Serie que nunca ha sido exhibida completa en ninguna parte y es una maravilla, un performance lleno de pingas y eros y dientes.

PS: El libro está disponible online en esta dirección:



Notas:

(1) Fundación Vanguardia Cubana, Fundación Arte Cubano, Artecubano Ediciones, Ediciones *, los libros producidos por Juanito Delgado, Cristina Vives y Sergio López. Los libros salidos de las colecciones privadas, etc, etc.