Elvia Rosa Castro

No resulta descabellado pensar que Diógenes es, a la manera nietzscheana, un “Hércules del deber” que actúa, un performer de naturaleza divina. La Academia, por su parte, evidentemente no estaba ni estará lista para exponerse en la plaza pública. La Academia es ciega a la luz del sol y necesita del perro –cínico-, cual lazarillo para andar por el mundo, al menos de manera fragmentaria. La Academia es un ente incapaz de auto parodia. De este modo, el cinismo no sólo expone lo que cree legítimo, sino lo que niega o justifica. Es decir, Platón se “masificaría” por negación, en las burlas del hijo del banquero de Asia Menor. Diógenes sería el modelo; y el espacio público, la pasarela. Se trataba, en suma, de una actitud asentada en lo retiniano, en cierto hedonismo transgresor que iba más allá del canon, de la norma. Goce en el sufrimiento, placer en la tortura. Razón versus soma. Relajamiento intelectual, ablandamiento del ego.

Ahora bien, si las manías de Diógenes se hubieran “masificado”, si todo el mundo hubiera querido ser un renunciante diogenista, ¿se mostraría contento el performer o buscaría otras vías para seguir epatando y así dejaría de ser un cínico?

A todas luces Sloterdijk (¡no es para menos!) se deja seducir por Diógenes cuando en la Crítica de la razón cínica expone al materialismo cínico como algo saludable frente a la teoría platónica, en tanto vuelta a la sensualidad perdida:

“El quinismo griego descubre como argumentos la animalidad del cuerpo humano y de sus gestos y desarrolla un materialismo pantoquímico. Diógenes refuta el lenguaje de los filósofos con el del payaso: ‘Cuando Platón formuló la definición de que el hombre es un animal bípedo e implume (…) Diógenes desplumó un gallo y lo soltó en la escuela con las palabras: ‘Esto es el hombre de Platón (…) con uñas planas. (Tomado de Diógenes Laercio). Diógenes y los suyos oponen una reflexión esencialmente plebeya” (2003: 178).

Magic Boom Art. Thinker. Magic Boom Art es el seudónimo usado por un joven artista de Nuevitas

Cuando Antístenes habló de caballos y caballeidad era evidente que los cínicos tendían al nominalismo (negación de la verdad del concepto), que aborrecían las abstracciones. Con ello dislocaban, desmontaban, o ponían en solfa, los métodos filosóficos en boga (11). Más adelante, Sloterdijk resume: “Su arma no es tanto el análisis como la carcajada”. (2003: 254) (¿La risotada de Lezama Lima ahogando el canto de La Lupe?). (12)

Existe una máxima pascaliana que creo, está aludiendo a Diógenes: “Burlarse de la filosofía es verdaderamente filosofar” (Pascal 2014: 21).  Walter Benjamin, ubicado en el otro punto, llama la atención sobre la risa y aclara como nadie este punto: “En sus edificaciones, en sus imágenes y en sus historias la humanidad se prepara a sobrevivir, si es preciso, a la cultura. Y lo que resulta primordial, lo hace riéndose. Tal vez esta risa suene a algo bárbaro. Bien está. Que cada uno ceda a ratos un poco de humanidad a esa masa que un día se la devolverá con intereses, incluso con interés compuesto” (1998: 173).

Más allá de esa inexacta y extraña dicotomía que Benjamin establece entre humanidad y cultura, describe por aleación justo lo que ha sucedido con Diógenes. No pasemos por alto el hecho de la simpatía con que el griego es mirado y recordado, incluso hasta en aquellos artículos o reseñas en que es comparado con un homeless o, todo lo contrario, un dandi, pero de manera despectiva. Esta ambivalencia en las analogías, esa refracción de su personalidad, ese enfrentamiento entre una apariencia pordiosera y una jactancia intelectual han convertido a Diógenes y al cinismo en arquetipos por supuesto, pero más que eso en ideal. A lo largo de la historia él ha recogido el plus-valor que se merece y el que no. ¡Hijo de banquero al fin!

FECA

A estas alturas, un poco tarde quizás, debo hacer una observación de rigor: Sloterdijk utiliza el término quinismo para referirse a los antiguos y cinismo –con c– cuando habla de los modernos. “El quinismo antiguo, el primario, el agresivo, fue una antítesis plebeya contra el idealismo. El cinismo moderno, por el contrario, es la antítesis contra el idealismo propio como ideología y como mascarada.” (Sloterdijk 2003: 189). El teórico alemán apela al legado de Adorno y Horkheimer en relación con las morales emancipatoria e instrumental y establece la analogía que sigue: el cinismo moderno es un “cinismo de los medios”, mientras que en el antiguo predomina el “quinismo de los fines” (Sloterdijk 2003: 304).

A estas alturas, un poco tarde quizás, debo hacer una observación de rigor: Sloterdijk utiliza el término quinismo para referirse a los antiguos y cinismo –con c– cuando habla de los modernos. “El quinismo antiguo, el primario, el agresivo, fue una antítesis plebeya contra el idealismo. El cinismo moderno, por el contrario, es la antítesis contra el idealismo propio como ideología y como mascarada.” (Sloterdijk 2003: 189). El teórico alemán apela al legado de Adorno y Horkheimer en relación con las morales emancipatoria e instrumental y establece la analogía que sigue: el cinismo moderno es un “cinismo de los medios”, mientras que en el antiguo predomina el “quinismo de los fines” (Sloterdijk 2003: 304).

Me gustaría pensar en una razón práctica –la cínica- poniendo en solfa a la razón pura. Las dos recibieron sus arrolladoras críticas en su momento; igual ambas contienen su verdad a medias. Como se ha visto líneas arriba, siempre he utilizado el término a la usanza: con c. Ello tiene su explicación en dos razones fundamentales. La primera tiene que ver con una discrepancia. Me parece que Sloterdijk yerra cuando ve en Diógenes a alguien que tenga que ver con los fines, convirtiéndolo así en el precursor de lo que ahora todos conocemos como “moral emancipatoria”. A mí me gustaría ver en Diógenes un filósofo del despropósito en el mismo punto en que sabemos que su propósito se reduce a algo tan general y abstracto como “estar preparado para todo”. La otra razón se encuentra en la médula de todo este estudio, y es esa que ubica a la apariencia y a la renuncia en la mira de todas mis especulaciones, actitudes que se presentan tanto en la antigüedad como en la contemporaneidad. Siendo así, intuyo que estas optarán por un camino que flirtea con el del pensador alemán, más sólo a veces. Ergo, usar un único término, en este caso, cinismo con c no resulta una desobediencia teórica.

Julio César Llópiz-Casal. Sostenga sus criterios

Sin embargo, no le falta razón a Sloterdijk cuando ve y aplaude en Diógenes el regreso a lo sensual. Es cierto que a tanta solemnidad teórica le faltaba la risa (ya Aristófanes estaba haciendo de las suyas en sus comedias, sin ser precisamente un cínico). Es muy posible que Alexis Jardines, teórico cubano que ha estudiado el tema de lo sensual, no comparta ni el entusiasmo pascaliano citado con anterioridad ni el del alemán. En sus libros El cuerpo y lo otro y Los afanes del yo, paradójicamente, no le dedica al griego ni una línea siquiera, lo cual puede llevarme al siguiente razonamiento:

1) en el campo de la Filosofía tradicional o fundamentalista gastar el tiempo en Diógenes significa algo poco serio (13) y,

2) ¿debe la filosofía complicarse solamente con los enunciados teóricos? ¿La producción teórica debe constituir un a priori de sus intereses? ¿Se deshace esta ciencia de algo tan vital como el performance cínico o el llamado hedonismo en Filosofía?

En portada: Antonio Gómez Santiago. Cocodrilo. Bicho come bola

Para leer las partes anteriores de este capítulo, siga los siguientes links. Si considera que este blog le ayuda en sus investigaciones y desea apoyarlo, puede adquirir los productos publicados aquí o donar via PayPal dando click en el botón