Elvia Rosa Castro entrevista a Juan Carlos Freijoso

Juan Carlos es dueño de una casa que puede considerarse un land mark en La Habana.  Y cuando hablamos de algo que es referencia habanera en materia arquitectónica y diseño de interior, estamos hablando de sofisticación, cosmopolitismo y buen gusto. De algo más allá de lo local. La belleza de La Habana, en ese sentido, es de apaga y vamos.

Originalmente era de un familiar con el que él permutó y una vez allí se puso a innovar dentro de una construcción de Miramar, un elegante chalet de los 50, con jardines y mucha iluminación natural. Juan Carlos añadió un baño que para su época era el último grito, techo de vitrales, piedras, algo así como la gruta de María Antonieta en el Palacio de Versalles: un oasis irracional en medio de un diseño mid-century modern. También pintó su cuarto-dormitorio todo de negro, como si allí fuera a revelar negativos. En 60 y 7ma había una casa partida a la mitad: en la planta baja, todo diseñado con aires entre moderno y tradicional; y arriba el excentricismo de un alma vanguardista, también de un toque exquisito. Pura esquizofrenia y eclecticismo con aroma de buen gusto.

Todo en esa casa es coleccionable más allá de la casa en sí: las fuentes en los jardines,  los muebles, los accesorios; y arte, buen arte. Más la jovialidad de Juan Carlos y sus dotes para la tertulia.

Gracias a su generosidad pudimos contar con un lienzo atípico de Segundo Planes en la expo Ya sé leer. Imagen y texto en el arte latinoamericano. Un plano de color con una mancha que decía: “esta cosa está condenada al tiempo de privación de libertad y solamente por ser cosa”.

Juan Carlos colecciona desde bien joven. Comenzó en un período intermedio en que ya los arquitectos y doctores no podían hacerlo, y aún no había emergido la oleada de jóvenes dealers y coleccionistas que ahora conocemos. Y esa pasión le ha pasado factura pues estamos hablando de una práctica no bien vista por el estado cubano: coleccionar es ser rico y ser rico se opone conceptualmente al socialismo.

He estado haciendo unas rondas de entrevistas a coleccionistas y ahora ha llegado su turno, cuando en verdad debió ser el primero, no sólo por su veteranía en estos menesteres sino porque pasé varios años muy cerca de él, disfrutando de su compañía en cada rincón de La Habana, Miami Beach y de New York también. Verán que el arte le apasiona pero no es su única pasión.

Le envié estas preguntas que  aquí reproduzco y él me fue bombardeando por correo con respuestas que sospecho escribió desde su celular. Respuestas descasadas pero yo a él le perdono todo.

Por tanto, las preguntas las leerán en bloque y las respuestas también. Estoy segura que disfrutarán esta entrevista igual que lo he hecho yo. Debo poner la teja primero: las imágenes de las que disponemos ni por asomo dan fe de lo que hablamos aquí, increíblemente.

PREGUNTAS:

1-Cuándo te diste cuenta de que querías coleccionar arte? Había gente tan joven coleccionando en esa época?

2- ¿Tenías alguna predilección por algún artista específico, algún género?

3- También algunos artistas te regalaban obras no? 

4- No sé si varias pero al menos tienes una anécdota con Dulce María Loynaz….

5-¿Puedes contar el horrendo proceso q sufrieron algunas de tus obras y q hoy son exhibidas como si nada en Bellas Artes?

6-Como coleccionista cubano ¿qué valor le confieres a Subastahabana como proyecto?

RESPUESTAS

Breve, breve! Al decir de Beatriz Maggi. Desde niño me apasionó el arte y comencé a guardar y ordenar postales y fotos de diferentes temas. En la adolescencia tenía una amiga que era novia de Osvaldo García que había ido a Holguín (nací  en La Habana pero me inscribieron en Puerto Padre, Las Tunas, donde viví hasta los 9 años) para hacer su servicio social. Un día me mostró tres dibujos (tinta/ papel) y terminamos haciendo un canje por una cartera de mi hermana. También por esa época descubrí la filatelia. Durante varios años  me di a la tarea de agrupar los sellos correspondientes al período de la Revolución. Así mismo me fascinaban las temáticas de flora y fauna. Años después perdí este interés y vendí mis álbumes.  En la universidad conocí a Abilio  Estévez. Un día me llevo a conocer a Servando C. Moreno. Poco tiempo después le compré varios dibujos a lápiz de color q él le había regalado. Más tarde se consolidó la amistad con este maestro y me regaló tres óleos sobre tela, el tercero (El pan nuestro de cada noche) me lo entregó cuatro meses antes de morir. Esa obra se encuentra actualmente en la colección de arte cubano del MNBA. 

Así, casi sin proponérmelo, estaba iniciando una importante colección de la pintura de la vanguardia cubana. No tengo referencias de jóvenes coleccionando arte por esa época. Poco a poco fui descubriendo a algunos coleccionistas q ya estaban atesorando obras importantes: Héctor G. Mesa, Alfredo Guevara, Carlos Piñeiro y Paco Chavarri. Por aquellos años solo recuerdo a un joven q iba a menudo a un sitio obligado para las polillas devoradoras de conocimiento. Era un apartamento en la calle Dragones 262, su dueño llamado Fortun recopilaba las cosas más diversas: libros, antigüedades, joyas y objetos de utilidad de todo tipo. Ahí conocí a José Bedia q tempranamente buscaba los objetos que eran de su interés. El actor Enrique Santiesteban tenía algunas obras. A él le compré un Acosta León y un Portocarrero. Ya alrededor de los 27 años había logrado conseguir una representación de la mayor parte de la vanguardia plástica cubana.

La academia nunca me interesó. Casualmente compré dos o tres cuadros de esta etapa. Entre ellos un Domingo Ramos: “Tres viejos olmos “, un formato grande con empastes admirables. También por esta época fui descubriendo el fascinante mundo de las antigüedades. En los primeros momentos me incliné hacia las artes decorativas. Era más fácil, el mobiliario vendría después. Debía imponerme y cambiar el gusto de mis padres. Mi pasión inicial fueron piezas de arte colonial pero después la fascinación total fue el art nouveau.      

Hasta el timbre de la puerta de mi casa era exponente de ese estilo. Una pareja q tenía por esos momentos q podía viajar por ser hijo de un diplomático cubano, me regaló unas reproducciones de posters de A. Mucha, traídas de Checoslovaquia. Así las paredes compartían los maestros cubanos con el art nouveau. Llegué a tener la colección  de  cristales firmados  (E. Galle, Daum, Lalique) de este período más grande de la isla en manos privadas. Así mismo, muebles, piezas de metal con cristal (WMF), jardineras de mayólica y las esculturas en bronce más increíbles.

Es gratificante sentir cómo al coleccionar te vas metiendo en el quehacer del artista, como vas conociendo sus gestos sobre el soporte hasta darte cuenta de cuando estás frente a una falsificación.

Aunque me busque enemigos, te diré q las galerías y las casas subastadoras están llenas de obras falsas de los artistas cubanos más remarcables. Hasta en SubastaHabana hubo problemas…Esto ha incidido grandemente en el desinterés y la baja cotización de los exponentes de la vanguardia cubana. Si los comparamos con el resto de latinoamericanos salta a la vista enseguida.

La representación de los cubanos nunca fue muy amplia en Sotheby’s y Christie’s y en estos momentos es mínima. Solo Lam y unos pocos caballos de batalla sacan la cara y logran cifras jugosas. Se  podría escribir mucho sobre este tema, indagar en las causas: la no existencia de un mercado dentro de la isla, entre otras razones. Sobre todo no ha habido una estrategia efectiva por parte de galeristas.

En los ‘70 era difícil ver alguna falsificación. Las obras apenas tenían valor de cambio y muchos artistas consagrados por el tiempo aún vivían. Se conseguía un Víctor, un Amelia, un Porto  u otros por unos pocos pesos cubanos. Por eso era común q los creadores regalaran sus obras. Incluso años más tarde siguió sucediendo lo mismo, Servando C. Moreno se llevó el récord de obras regaladas. Todos sus amigos y los q no lo eran tenían sus piezas.

En esos años solo interesaba la pintura de la vanguardia. Lo q estaba aconteciendo en la plástica del momento solo era de interés de los artistas que lo protagonizaban y de los críticos interesados. El arte del momento no es muy dado a ser coleccionado.

Hoy lamento mi desinformación de lo que sucedía en las artes plásticas en el momento en que estaba en la Escuela de Letras donde solo interesaba la literatura. En más de una ocasión oí comentar que “los pintores no tenían cerebro“. Sí, así mismo aunque te parezca increíble.

Coleccionar en Cuba nunca ha sido fácil por diversos motivos y sobretodo en décadas anteriores. Los coleccionistas generalmente intercambian, venden y por supuesto compran; y esta actividad no siempre fue bien vista por las autoridades. Claro que unido a esto se vincula una actividad comercial no autorizada,  llevada a cabo por comerciantes que no son coleccionistas.

Un flagelo recurrente, q ha golpeado a muchos, es la receptación. Es difícil a veces estar seguro de la procedencia de las piezas y por ende salir airoso de ese delito. Particularmente nunca me vi involucrado en algún caso, aunque eso le puede ocurrir a cualquiera.

Un momento muy desagradable para mi fue cuando un día fui citado a la rectoría de la Universidad de La Habana. Allí entre otras cosas fui acusado de llevar material homosexual y pornográfico a la Escuela de Letras. El hecho en cuestión había sido que llevé los dibujos a color, antes aludidos, de Servando C. Moreno a un aula para mostrárselos a dos compañeros. No hubo más testigos pero aún así trascendió.

Creo q nunca uno acaba de depurar una colección. Hay piezas q llegan para quedarse pero con otras te das cuenta q ya no tienen sentido en el conjunto q atesoras. También las motivaciones cambian. Las artes decorativas fueron perdiendo interés para mi y paulatinamente me he ido deshaciendo de ellas. Solo retengo algunas por diversos motivos.

Con las artes plásticas me ha sucedido algo similar pero aún conservo una cantidad apreciable, aunque dista mucho de lo q llegué a tener. Tengo que aceptar que ya estoy viejo y no tengo herederos.

Como te decía el interés principal de la colección fueron los exponentes de la vanguardia pero décadas después incorporé algunos de los contemporáneos. Aún tengo Carlos R Cárdenas, Segundo Planes, Sandra Ceballos, Ezequiel Suarez, Jose Franco y Carlos Quintana.

Un hecho q me marcó definitivamente en mi interés de coleccionar fue un lamentable incidente ocurrido con las autoridades gubernamentales. Me vincularon a una extracción ilegal del país de ciertas obras y a pesar de múltiples reclamaciones fui sancionado con el consiguiente decomiso. La pérdida económica fui sustancial pero más impactante fue el daño emocional q conllevó esto. Esos cuadros nunca los hubiera vendido. Dentro de una larga lista estaban las obras de Servando y La tempestad de Tomas Sánchez (se puede ver en las salas del MNBA), obsequiadas por ambos amigos.

Esta anécdota  macabra cuenta con material suficiente para ser narrada en un libro. La persona que la desencadenó reside actualmente en Miami y tiene una galería. Fue un proceso mal intencionado lleno de absurdos y arbitrariedades.

Además del placer de vivir rodeado de arte, coleccionarlo me permitió crear vínculos muy valiosos con muchos artistas, críticos e interesados en general. También me trajo situaciones q impactaron mi vida para siempre. Sería muy largo contarte estos episodios.

Conocí mucha gente interesante. Cerca de los 20 años, un sacerdote que oficiaba en una parroquia de Marianao tenía infinidad de antigüedades. Le compré algunas de las primeras piezas de mi colección. Pero el recuerdo q  tengo más trascedente de él es q era amigo de Dulce María Loynaz del Castillo y un día me llevo a su casa para que viera lo que estaba vendiendo.

Casi en la miseria, vivía rodeada de obras de inmenso valor  en una casa venida a menos y en un total abandono. Después de la introducción me miró fijamente y con sarcasmo me preguntó: “ y usted tiene dinero para comprarme algo? “ . Entre otras cosas seleccioné un quinqué de cristal rojo conocido como “gone with the wind“ de la etapa colonial . Lo conservé por algunos años.

Sería pedante citarte todas las personalidades que han pasado por mi casa atraídas por el tema del arte.

Servando C Moreno: El pan nuestro de cada noche. Óleo/tela, 1981. Obra decomisada por la policía. Actualmente en el MNBA. Se hizo una gigantografia con esta pieza para la publicidad de la expo q se hizo con el tema erótico y se puso en la entrada del museo.

Nunca entendí  cómo funcionó (y hablo en pasado  porque parece ser algo que quedo detrás) SubastaHabana a pesar de contar con un equipo de especialistas de prestigio. Me hubiera gustado conocer qué criterios tenían para seleccionar los artistas a participar tanto los muertos como los vivos, así como las obras. Que intereses de diferente índole movían a los integrantes de la “comisión “ que determinaba lo que iba a ser subastado?

En realidad siempre me pareció todo muy arbitrario. Dependía de lo que apareciera o se lograra recopilar?

Se hizo bien la publicidad?  El catálogo tenía calidad indiscutiblemente. No obstante la participación era mínima: algunos extranjeros q viajaban para la ocasión. La ausencia de coleccionistas nacionales era de suponer…

Pienso que pudo diversificarse la nómina de artistas así como incrementar la participación de artistas contemporáneos en las diversas ediciones y buscar mayor diversidad en las técnicas y soportes de las piezas seleccionadas

Sin embargo, a pesar de todo, creo que desde el punto de vista económico, funcionó. Incluso se alcanzó récord de ventas en subastas reconocidas como es el caso de Figura con ave, de Servando. Este óleo era de mi propiedad y se vendió por € 38 000.