Amalina Bomnin Hernández

Una queda sujeta a la isla de disímiles maneras: porlazos de origen, familiares, por el encanto del trópico, la sabrosura criolla, y también por el anhelo del cambio. Tal condición la supo sublimar de la mejor manera posible Dulce María Loynaz, esa voz imprescindible de la lírica universal:

La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva/ Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube…/ La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas.

Traigo sus versos a colación porque, si bien Loynazveía a las criaturas de isla como seres singulares, la demoledora verdad es que el destino de cada cuerpo en la isla suele ser escasamente considerado noticia, alarma, o motivo de análisis dentro de los medios internacionales si se trata de violaciones de los derechos humanos, capitalismo de estado, o represión crónica. No obstante, teniendo como estandarte aquella frase vendida como propaganda, a diestra y siniestra, de que éramos una potencia médica y educativa, algunos hemos tenido la dicha de buscarnos problemas, como dicen los mexicanos, chingando quedito, o no tan quedito, en algunos casos, con tal de no hacernos de la vista gorda. O sea, la propia educación que pretendió adoctrinarnos sirvió de podio; el mismo yugo que nos censuró nos permitióser libres: Patria Y Vida, seguiremos. 

Martí, nuestro Apostol Nacional, a quien le han retorcido en tantas ocasiones su influencia dentro del proceso social cubano, señalaba:

Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro.

Como mencionaba aquella pieza de Lázaro Saavedraque llevaba por título El arte un arma de lucha.Instalación sin nombre (1988): crítica a la propaganda y el realismo “socialistas”, tal escudo le sirvió a Héctor Antón Castillo para lanzar al viento cuatro verdades. Sus consideraciones no daban tregua a la mediocridad ni en los gestos artísticos, el proceder de la institucionalidad, la nomenclatura política, y tampoco en críticos, curadores, coleccionistas o galeristas. Se erigió en el Caronte de la escena artística cubana. 

El 28 de enero de 2024 falleció en La Habana, Cuba, Hector Antón Castillo (1963-2024), dejando un legado significativo sobre la creación, en sus sentidos más amplificados, a través de su trabajo como periodista y crítico de arte. No es posible escribir mejor que alguien que tenga formación periodística. Es un hecho. Lo supe desde niña cuando veía los textos de ErenaHernández, quien más tarde me mostraría todos los atajos posibles para escribir dignamente, y corregía mis primeros artículos hasta que sintió que podía soltarme de la mano. Héctor decidió quedarse en la isla y convertirse en aquel psicopompo encargado deconducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, el cielo o el infierno. Nos vimos en escasas ocasiones,pero bastaron para calar su agudo análisis, cáustico humor y carácter provocador. Sabía remover el piso, en el mejor de los sentidos posibles.

Hace unos días, justo una semana antes de esta lamentable pérdida, Héctor fue parte de un merecido homenaje a Hernández en redes sociales, y comentaba su célebre texto La isla tropológica como una suerte de semblanza ineludible para entender lo que se ha dado en llamar Nuevo Arte Cubano, al referimos a la creación artística en la isla durante los años noventa. El día que ví el post del artista Elías Permut sobre el trabajo de Erena, quien solía tomar al toro por los cuernos cuando de crítica se trataba, -como solemos decir los que llevamos cercana influencia hispana-, y luego el comentario de Héctor resaltando su lugar en la crítica de arte nacional, pensé que solamente alguien cercano a él podía hacer justicia respecto a un trabajo que quizás no ha tenido el lugar que merece. Nunca llegué a responderle como dios manda, dándole gracias infinitas.

Si Héctor hubiera vivido en Ecuador le habría invitadoal aula de clases. La manera en que resolvía congeniar el chiste popular, las referencias más cultas y el mordaz comentario hubiesen sido los mejores ingredientes para la imprescindible voz de la crítica cultural que se ausenta tanto por estas tierras. Le podría haber dictado clases a los chicos en el Centro de Escritura Académica de Universidad de las Artes, espacio que suelen ver más como camisa de fuerza que como oportunidad para expandir sus valoracionessobre el arte. La emergencia de herramientas como Chatgpt comporta desafíos inmensos a los que debemos comulgar con el juicio crítico como arma ineludible ante la banalidad humana. Les hubiese brindado una clase magistral de cómo sobrevivir en las más agrestes condiciones sociales sin aspirar a la aceptación, y al tiempo, sin renunciar a expresar libremente las opiniones, aunque estas significaran mantenerse “al borde del camino”, que es lo mismo que decir vetado. 

En pocas ocasiones me he animado a escribir tras el paso de la muerte. Arturo Regueiro, Juan Carlos Flores, Dulce María Loynaz, Jean-Luc Godard, y Héctor Antón haría el número cinco en la nómina de nombres que me llevaron de hinojos a la cuartilla. El camagüeyano obtuvo el Premio Nacional de Crítica de arte “Guy Pérez Cisneros” en dos ocasiones (2004, 2008) y en el 2006 recibió el Premio de Crítica en el Concurso auspiciado por la revista Videncia con el texto Las paradojas inconclusas de Pedro Pablo Oliva. Sólo alguien con un profundo sentido de la justicia podría haber puesto su mira en un artista como Oliva; no porque no fuera merecedor de tal deferencia sino porque siempre vivió en mi natal Pinar, y su osadía al franquearse respecto a la ausencia de libertades políticas en la isla ya sabemos que significó otro de los agujeros negros en el historial de censura gubernamental.

De cómo el caimán se mordió la cola al salir de su isla, El “arte útil” de Tania Bruguera, Vía crucis de una Bienal (Apuntes de un viaje hacia ninguna parte), Cattelan vs. Cattelan, La jaula de la melancolía (Bas Jan Ader), Cero o el infinito (El caso Ezequiel), El arte de consumir arte, Visiones, lentejuelas, pirámides (o James Lee Byars), Cuerpos de la nación performática, Discurso de actualización sobre el estado actual del arte malo cubano, son algunos de los títulos de la prolífica trayectoria de Antón, quien publicara en revistas cubanas como La Gaceta de Cuba y ArteCubano, y en los últimos años solía colaborar con medios independientes como Rialta, El Estornudo, e Hypermedia.

La escritura de Héctor se afanaba en la búsqueda de alegorías de abigarrado choteo cubano para mofarsede los artistas empresarios, de los que facturan millones y toman (o al menos tomaron) Chivas Regal en sus casas después de pintar murales de propaganda política. Ahí entraba también el sistema de subastas cubano con sus argollas respectivas, su crítica al concepto de cultura cubano-americana, los acomodos y autoengaños de los artistas cubanos que se ganaron el calificativo de “internacionales” y hoy viven de aquellos ecos, pero sin poner un chícharo, y también sobre cómo el Ministerio del Interior cubano contribuye de manera eficiente en la construcción de los artistas mejor que los galeristas o espacios expositivos en la isla. 

Ya estarás recibiendo los óbolos para pasar a algunos al nivel que les corresponda en el viaje final, porque si algo no hacías era estar inactivo. Aprendimos de tu laboriosidad e incisivo sentido crítico, creo que en eso probablemente coincidamos muchos, y los que no lo acepten quizás sean los que les toca la peor de las travesías. Debes estar gozando desde ya al ver hacia dónde direccionas a unos y a otros, y esperamos que nos sorprendas cuando nos toque llegar y antes de recibir nuestra moneda lances uno de esos acertijos que nos haga reír hasta en el último minuto. 

Guayaquil, 04/02/2024

Imagen de portada: Julio César Llópiz-Casals

Los textos de Héctor Antón en este blog: