Elvia Rosa Castro

Elizabet se baña pero no se seca. Tal vez Lao Tsé, Turner, Cézanne, Rothko, Jung, Nietzsche, Hesse o los simbolistas franceses practicaban esta rutina pero no me consta. Dejarse el agua en el cuerpo no significa para ella esa actitud vegana de rechazar ciertos textiles sino que lo asume como un ritual de connotaciones cercanas a la ablución: el agua que limpia y purifica debe quedarse impregnada en el cuerpo. La que sella un pacto con algo que te trasciende.

Chubasco, 2006

Elizabet Cerviño (1986), que sabe pintar como Dios manda, estuvo cinco años alejada de los pigmentos tradicionales y sin tocar un pincel. Fue cuando estudió en el Instituto Superior de Arte. Su tendencia a la radicalidad, unida a los prejuicios de una enseñanza que potencia otras prácticas artísticas y desdeña la pintura, así como el propio desencanto de la joven frente a un fenómeno de popularización y corrupción del género, la mantuvieron enfocada en performances y acciones efímeras de visualidad povera donde intervenía el paisaje más cercano: el propio campus de Cubanacán.

Ese constituyó su “hogar provisional” y con él estableció una relación creativa casi endogámica y tautológica: paisaje sobre paisaje. Allí acomodaba, ordenaba los materiales encontrados, o escarbaba con voluntad estoica y los convertía en instalaciones de escala monumental: Stupas para las cenizas de una idea, Dunas, o Inhalo, exhalo/no se produce sonido/iffg, ggffg/abro el tercer ojo/inhalo, exhalo despierto/cae la lágrima en el sueño.

Ella escribe y escribe bien, como pueden ver, pero eso no significa que documentara bien sus obras. Esta ausencia de pragmatismo y eficiencia promocional es un dato que también la aparta de su grey generacional: no tiene ansiedad quien se pasa días y días ensamblando metros y metros de cerca peerle, le inserta números de alambre moldeado y la titula Agenda. Una pieza que no entendí mucho en su momento y que Magaly Espinosa afirma que es una de las mejores obras conceptuales del arte cubano. Elizabet traía, de su paso por la academia manzanillera, una obra fundacional consistente en una habitación construida por ella con un texto calado en una de sus paredes y reflejado en el ambiente interior cuando incidía la luz solar: Gracias al vacío que existe en este espacio es posible la existencia. Sin trámite notarial, ella se agenció esta frase de Lao Tsé como herencia rectora de toda su trayectoria creativa. Un vacío, en clave de aleph, donde todo confluye y se proyecta. El de Elizabet, preferiblemente, moldea una existencia reposada, llena de transparencias, pausas y capas. (1) Donde únicamente es posible el silencio, no por la ausencia de ruido, sino por la ausencia de ego. (2)

CONCEPTUALISMO SOMÁTICO

No contenta del todo con Mitos de la gruta (3) prepara bastidores y telas, lino crudo para ser exacta. Consecuente con el uso del agua, sobre todo en sus performances (incluso con aquello de que se baña y no se seca), zambulle el lino en cubetas y lo remoja de una manera que sólo ella sabe porque su intuición, talento y oficio se lo permiten, dejándolo así por días, arrebujado. Al sacarlos, el agua ha dejado su huella en la tela, mas no se trata de una huella cualquiera sino de paisajes, sutiles pero nítidos. Abstractos y figurativos. Inmensos. Así nace El olor del ámbar, una de las series más hermosas y atrevidas de la “pintura” cubana. Una obra tan orgánica (lino, agua, madera, cero químicos) que sólo es explicable, ya esto lo he dicho, si se tiene en cuenta la relación panteísta de Elizabet con la naturaleza (4). Eso me permite arriesgar una tesis (ya que estamos entre radicales), y es la que sigue: esta observación, esa fusión desde un ego blando con el entorno, en la misma medida que le permite conocerlo, en esa precisa medida, se auto(re)conoce ella. En otras palabras, y de manera muy intuitiva también, Elizabet es el fin de su propia obra (5).

“Las obras más hermosas son las que tienen menos materia; cuanto más se aproxima la expresión al pensamiento, cuanto más se confunde con él y desaparece, tanta mayor belleza. Creo que el porvenir del arte está en esa orientación”. No es que ella conociera esta frase de Flaubert (6) pero bajo esta certeza a priori pintó su instalación de cuatro telas a base colores primarios y complementarios como tesis de grado de nivel medio en Manzanillo –antes que Los mitos…, antes que El olor…- y continuó –luego de estas dos- bajo ese imperativo que únicamente fue burlado con la serie Arrastrar el punto de encaje,  alarde de oficio en clave rusa rusa donde ella desenfocaba el paisaje pasando papel alba por encima del óleo húmedo y dejando en un borde la pintura acumulada. Pero esta, junto a No hay un blanco en la niebla son arrebatos –siempre heréticos y anti ortodoxos- cercanos a la pintura tradicional que ella no se permite con frecuencia.

Trilogía de la niebla, 2011

No es artista de coqueteos Elizabet, y cuando pensamos que entraría por el aro se volvió más difícil: comenzó a pintar con sus manos (auxiliada de un pincel circular grande, más gesso y agua solamente) grandes áreas de lino, de una manera tan performática (y por supuesto sensual-somática) que no sabría, a ciencia cierta, cómo delimitar una de la otra: si pintura o performance. De este empeño surgieron las indispensables y muy contemplativas Trilogías de la niebla, Llanto de la ceremonia y Horizontes, esta, una de las obras más valientes que he visto en mi vida (7): diez metros de algo blanco, muchos metros de belleza blanca. Diez metros para los cuales no hay paredes pero es tan empecinada y artista que puede darse esos lujos: siempre habrá espacios para la pureza.

Paralelo trabaja con óxido sobre lino sus Testimonios de la brisa y cuando todos pensábamos que ya la extravagancia no daba más, retoma, eso creo, algo de Mitos de la gruta (la transparencia y las capas) y realiza la tajante serie Visos del derrame: unos paisajes resueltos bajo principios impresionistas que cobran forma gracias el procedimiento artesanal de deshilar la tela y al efecto de la luz que en este caso es esencial. ¡De una serie a la otra no habían pasado doce meses! Y en medio de todo eso retoma los pigmentos para aventurarse con las mega instalaciones pictóricas de aliento presocrático Limpiar el cielo, Limpiar el fuego, Limpiar la nieve y Limpiar el humo.

En ellas, Elizabet continúa la práctica de pintar usando materiales que luego forman parte de la propia instalación. También sabe que la sustancia de estas piezas es eminentemente performática. Por eso se hace filmar e invita a algunos, pocos, agraciados, a disfrutar el proceso en vivo. Se trata de una de sus series más vistosas (aquí abandona –no del todo, sólo en dos piezas- la tiranía monocromática del blanco (8) y el gris) y estalla en tonalidades azules y naranjas. Vuelve a instalar la pintura y vuelve a crear espacios vacíos y trasluces como eje estructural imprescindible. Vistosas pero no extremas, estas piezas, miren eso, prescinden del agua (de cómo Tales se quedó fuera pudiera ser un subtítulo) pero junto a ellas ya Elizabet estaba urdiendo Peine de agua, una acción de visos activistas consistente en deshilar tela de yute y atarla a la lanchita de Regla. Mientras atraviesa la Bahía de La Habana, la tela, al limpiar la ensenada, queda impregnada de residuos de todo tipo que luego irán a parar a un lugar aurático en condición de grandes paisajes. Gesto hermoso y sutil dentro de la algarabía bienalera que, por supuesto, casi nadie vio.

Peine de agua

TEXTO ROTO PARA UN COLOR ROTO

Entre los años 2007-2011 Elizabet pinta más de una veintena de cuadros agrupados bajo el rótulo Color roto. El uso del texto aquí, como en muchas de sus obras, es esencial. Hace rato nos percatamos de que ella no es paisajista en sentido estricto, aunque sí nata. Que, si lee literatura occidental, será a los cínicos y molestos, a los cansados de esa misma escritura. Que pertenece a la llamada new wave paisajística y que, siendo así, no debe casi nada a Smithson por ejemplo, como tampoco a Ana Mendieta (aunque se parezcan ellas físicamente y aunque pueda escribir un ensayo sobre los elementos comunes entre sus obras). Que muchos de sus site specifics pertenecen al renglón de lo sustentable (Campo de trigo). Y que piensa que resulta en extremo pretensioso representar el paisaje de la manera a la que estamos acostumbrados porque eso sería como representar a Dios: lo imperfecto representando la perfección, lo cual es imposible y ridículo. A lo sumo podemos evocarlo y cuando no, nombrarlo en sus estados para, a partir de ahí, sugerir cuál sería la paleta de colores a utilizar.

De esa operación humilde y mental nace esta instalación hecha a base de madera, texto tallado en ella y óleo. En una de esas placas de plywood puede leerse: “5 segundos antes que salga el sol” y Elizabet ensaya con manchas, claro que abstractas, cómo pintaría ese instante minúsculo por fugaz e inmenso. Color roto es una manera de pintar paisaje deconstruyendo el paisaje en su estructura, desde el propio género y dando fe de lo que sabe en materia pictórica. Es lo que, suelo decir, una lección de totalidad a través de la miniaturización de lo fenoménico.

TEXTO QUE SE FORMATEA PARA PERFORMANCE

Elizabet se baña pero no se seca. Asumo que ya el link de esta frase con su práctica artística fue establecido. Pero eso no es suficiente. Donde más visible es este dato es en sus performances, de los cuales casi nada he escrito. Como tampoco he mencionado su excelente instalación escultórica Fango, otra prueba de solución extrema donde las nueve esculturas de terracota de hombres y mujeres a escala natural van desapareciendo bajo la persistencia del agua sobre ellas. El líquido proviene de unas duchas. Sin proponérselo, el comentario más que poético, es político. Las duchas, los campos, La Cabaña…. Fango (9).

Yo creía saber todo sobre Elizabet pero mirando su dossier me percaté de algo: sus performances siguen invariablemente dos direcciones y sus performances, invariablemente, concluyen en un tópico: el de la Creación. Si alguien desea estudiar su obra, puedo allanarle el camino afirmando que sus performances, en unos casos, recurren al agua y en otros, a la arcilla y que estos últimos, por lo general, son un homenaje a la escultura (10). Chubasco y Bautizo en el primer grupo; Descanso en el segundo (11).

Puedo decir también que en algunas de sus apariciones performáticas ella está oculta (Una gota de agua que se pierde en el océano, Manto de fe), lo cual constituye un dato curioso dentro de la tradición performática, más dada al egocentrismo y la presencia física del artista. También puedo decir (y cobro por adelantado porque la información vale) que en una de sus obras presentadas como tesis de grado del Instituto Superior de Arte resumió su credo y toda su influencia. Río de tinta, otra instalación performática. Allí usó versos ajenos (12) que fueron diluyéndose con el agua para hacer visibles los de ella, referidos a la Creación:

El mar es conforme a los ríos
El río es conforme a los arroyos
El arroyo es conforme a la lluvia
Y la lluvia a una gota
La gota al igual que la lágrima
Mientras más corre, más limpia.

Aquí mi anuncio cuasi-publicitario cobra sentido. No es que Elizabet se bañe y no se seque. Es que ella siempre está envuelta en agua (13). Esto por extensión indica que está limpia, éticamente hablando. Y en estas circunstancias en que se desenvuelve el mundo del arte, significa que estamos frente a una rareza. Frente a un regalo de Dios.

PS. Parte de la tesis de Elizabet fue expuesta en la galería Villa Manuela, gracias a la generosidad del artista Roberto Diago, quien tenía un solo show en ese momento y le “prestó” la última sala para el site specific, Existe un cielo…La realización de la pieza fue posible gracias a la colaboración de Ernesto Javier Fernández. La instalación Fango fue producida por la Galeria Avistamientos, la cual apoyó la carrera de Elizabet en sus primeros años.

El presente texto fue escrito en 2015 para Art on Cuba pero el link no funciona. En los últimos digamos ocho años, la obra de Elizabet Cerviño ha experimentado un boost de merecida visibilidad gracias, entre otras, a la galerista Sandra Contreras desde Villa Manuela y luego desde su espacio Seis-Seis. Las obras acutales se rigen básicamente por los mismos principios así que no “actualicé” el texto original. En 2022 obtuvo la residencia artística de Espacio 23 donde exhibió “pinturas” doradas. Desde hace algunos años Elizabet pertenece a la nómina de la Galería Continua.

NOTAS:

(1) Bajo este principio (el vacío como elemento rector) realizó el primer amago de instalación pictórica en su época de renunciante: Mitos de la gruta. Trazos de un paisaje descaradamente oriental en paños de tela de mosquitero superpuestos que podían ser penetrados por el espectador. Y bajo este principio realizó un bello site specific en Aglutinador, 2009: Luz toca la tierra semilla brota flor en época de lluvia anuncio de un vuelo.  Así, sin comas, ella ordenó las hojas en una enredadera, armando ese texto que, al recibir los rayos solares, se proyectaba en el piso del patio. Ya, para ese entonces, gracias a Dios, comenzó a preocuparse por documentar bien la acción.

(2) Paráfrasis de uno de sus aforismos o versos.

(3) Mitos de la gruta, dibujos sobre tela de mosquitero colgando desde el techo. expuesta en Glamoour de Occidente (algunos homenajes a Michel Foucault), 2009. Curada por elvia rosa Castro y Sandra Contreras, Casa de México. Los colores del ámbar, expuesta en la muestra Hogar provisional, Galería Habana, 2009. Curaduría: Elvia Rosa Castro. Artistas: Elizabet Cerviño, José Eduardo Yaque, Yornel Martínez, Irving Vera, Léster Álvarez. Pooco tiempo después Los colores… fue adquirida por Jesús Villasante, el mismo que adquirió Plátano, jabón y grasa, de Wilfredo Prieto.

(4) Mencionaré solo una obra: Existe un cielo en la tierra. En esa fecha era poco conocida aunque la calidad de sus propuestas era la misma.

(5) Una no debe leer tanto. Resulta que releo un textillo que escribí sobre ella y Glenda León. Resulta que en un viejo dossier Elizabet comenzaba así, con algo de Hesse: “El verdadero oficio de cada uno era tan solo para llegar hasta sí mismo”.

(6) Gustave Flaubert. La pasión de escribir. S.d

(7) Expuesta originalmente en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. Ahora forma parte de la colección del Pérez Museum.

(8) Temo a la blancura posada ha sido su última serie de pintura realizada hasta la presente fecha. Sé que puede pintar en pequeños formatos, casi en miniaturas, pero continúa retando con esas dimensiones extensas, como si no existieran límites físicos para el blanco.

(9) Hay otra: Aliento de agua. Como Apolítico en su tiempo, una obra out of joint dentro de la lógica del último Salón de Arte Cubano Contemporáneo.

(10) También puedo agregar que muchos de ellos, luego de culminada la acción adquieren una condición autónoma en cuanto instalación y por extensión, vida propia. Se trata de obras en las que pensamos que “ahí hubo algo” pero ese “algo” –que activa cierta vena erótica- ahora no es imprescindible: Suelo dibuja sobre mi espalda, Ruta de la seda, Descanso, Manto de fe y Bautizo pertenecen a esta clase.

(11) Hay muchos más, pero esto no es una tesis de grado.

(12) Li Ki/El nacimiento de todos los seres/Es producto del susurro del rápido estallido del trueno/Acelerado por el viento y la lluvia/Así habló Saratustra/¡sube pensamiento vertiginoso,/Sal de mi profundidad!/Mahabharata/La madre es más pesada que la tierra./El padre es más alto que los cielos./La mente es más veloz que el viento./Y nuestros pensamientos más numerosos que las hierbas/Lao Tse/El camino no pertenece al saber o no saber/El espacio entre el cielo y la tierra/Es una flauta/Dulce María Loynaz/Algún día vendría la Fe, y el pie escaparía ligero por el agua/Assaji/De todo lo que tiene origen él ha explicado la causa/De todas las cosas que tienen su causa/Él ha explicado su final/Sor Juana de la Cruz/Hablar me impiden mis ojos/Mumukan ¡Muuu!/Moo!

(13) Tranquilo Donne, eso no indica que sea un isla.