Janet Batet

Zilia Sánchez (La Habana, 1926) estudia en la escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro de La Habana donde se gradúa en 1957. Activa durante la efervescente década de los años cincuenta en Cuba, Zilia es miembro del icónico grupo Los Once y trabaja también la escenografía para el teatro. A su salida de Cuba en 1960, vivió en Madrid y Nueva York -donde residió durante ocho años entre 1964 y 1972, antes definitivamente radicarse en Puerto Rico.

Soy Isla -su exposición personal en la Phillips Collection, Washington, DC en 2019) incluye obras tempranas como Azul, azul  (1956) y Afrocubano (1957) donde la influencia informalista se hace sentir. En estas obras, así como en Untitled (1965), Topología (1965-93) y Furia II  (1972) destaca el empleo del dibujo a líneas que como filigrana va trazando rítmicas cartografías ignotas de valor personal.

Afrocubano, 1957

Si bien, desde los años cincuenta en La Habana, Zilia había comenzado a experimentar con el lienzo modulado en pequeñas proporciones, es durante su estancia en Nueva York que la artista desarrolla a cabalidad sus personalísimos lienzos-escultóricos: estructuras modulares en madera y lienzo desprovistas de marco que desafían lo bidimensional para instalarse definitivamente en el espacio.

En la década subsiguiente, la maduración del lenguaje definitivo de la artista tiene lugar. Los táctiles promontorios se acrecientan y sobre ellos el dibujo se instala en caprichosas narrativas herméticas donde, por momentos, asoman signos, islas, itinerarios circulares. Lunar con tatuaje (1968/96), Lunar negro con tatuaje (1975), y Soy Isla. Compréndelo y retírate (1990), son exponente de ello.

Lunar con tatuaje, 1975

La obra de Zilia Sánchez escapa a clasificaciones fáciles. Si bien pueden identificarse en su obra ciertos rasgos del minimalismo y el hard-edge painting, el carácter aséptico e impersonal de ambos movimientos son irreconciliables con la propuesta de Zilia Sánchez.

Si bien La obra de Zilia comparte ciertos rasgos afines con estos movimientos tales como el elemento seriado, lo geométrico, la economía de formas y los campos de color plano, su cometido la distancia definitivamente de ellos. La obra de Zilia, de sensualidad imponente y sello autobiográfico insoslayable, genera siempre un estado emotivo, donde lo sensual compulsa al deseo táctil. Eso que Severo Sarduy calificara al referirse a la obra de Zilia Sánchez como “espacio de tactilidad”.

Troyanas, 1984

A diferencia del hard-edge, Zilia no esta interesada en el color. Su paleta velada se restringe al negro, blanco, gris, azules y rosado. Sus voluptuosos promontorios reclaman de los juegos continuados de luz y sombra –cualidad inherente al Trópico. La misma artista en entrevista con Gilio V. Blanc se refiere al respecto: “En el trópico, en el sol más fuerte del día, todo es relieve y no existen los colores mas variados de la mañana (la hora que le gustaba a Domingo Ramos) y de la caída de la tarde (como en muchos cuadros de Amelia).”

Los lienzos escultóricos de Zilia Sanchez aunados al carácter modular que anima la mayoría de las piezas es otro elemento vital dentro de la producción de esta artista que si bien parecería acercarla al minimalismo, amerita su análisis dentro de la tradición del arte cinético. Las obras de Zilia obligan al desplazamiento en el espacio. Muchas veces conformadas por dípticos, el desplazamiento del espectador anima los módulos volumétricos que parecen copular ante nuestros ojos en danza magnífica.

Tales son los casos de las obras incluidas en la presente muestra Amazonas (de la serie Topologías eróticas 1978) y Lunar con tatuaje (1968/96). El hecho de que los módulos sean idénticos, como imagen ante el espejo, acentúa también el sentido homo-erótico que las anima. En ocasiones, el canto a los genitales femeninos ocupa el centro de la obra, como en Topología erótica (1960–71) y Juana de Arco (1987), donde vulva, clítoris y ano reafirman ese ciclo perenne entre lo micro y lo macro, lo personal y lo universal que tipifica a la obra de la artista para la que la problemática de género, en medio de la heteronormatividad preponderante que habitamos, es tema omnipresente.

El empleo del título es otro componente vital en la propuesta de Zilia Sánchez que le separa de las vertientes minimalistas y del hard-edge. Muchos de los títulos, de inspiración mitológica y/o histórica, como Troyanas (de la serie Módulos infinitos, 1967), Amazonas (imagen de portada) y Juana de Arco acentúan la posición feminista de la artista, convirtiéndose también en una punta de lanza contra los movimientos antes mencionados, típicamente representados por figuras masculinas.

Zilia Sanchez: Soy Isla es una muestra encomiable, pero por sobre todo, una puerta abierta al estudio y reconocimiento de esta figura insoslayable dentro del arte cubano, latinoamericano, feminista, queer y contemporáneo.

Azul, 1956

*Texto publicado originalmente en Cuban Art News.