(Breves apuntes sobre una exposición de paisaje)

Beatriz Gago

La reciente XI Bienal de La Habana (1) tuvo como característica interesante el que algunos de los más osados e incisivos discursos expositivos del evento fueron sustentados desde el uso del paisaje como referente. Este fue el caso de las exposiciones de Sandra Ramos y de Abel Barroso, ambas presentadas en las salas transitorias del Museo Nacional de Bellas Artes. En el caso de Ramos, la existencia de un puente que decidía el paso desde la entrada del lobby hasta el acceso al salón principal, especie de observatorio desde el cual el espectador podía contemplar vistas aéreas del trayecto Habana-Miami, conducían al mismo a través de  un viaje que implicaba un inevitable retorno mientras ambos puntos límites del trayecto  se yuxtaponían en la certeza de una realidad única, decidida contraposición al tratamiento de la emigración como un status de abandono permanente y al existencia de una polarización, a partir de posicionamientos ideológicos mutuamente excluyentes. Barroso, por su parte, desde su instalación El pin ball del emigrante y otras piezas, satirizaba el ideal del exilio como sinónimo de éxito para el Tercer Mundo.

Sandra Ramos

De forma similar, a partir de algunos paisajes que se modificaron drásticamente a través de la historia, algunas de las piezas reunidas en Las metáforas del cambio, propuesta mayor del Centro de Arte Contemporáneo  Factoría Habana,  que pertenecían a artistas tan consagrados como José Ángel Toirac, Sandra Ramos, Lázaro Saavedra, Ricardo G. Elías y Tonel, pretendían documentar desde la cotidianeidad algunos de los signos que auguraron giros trascendentales en la historia de nuestra nación.

Incluso la conceptualización misma de la Bienal, condujo en más de una ocasión a la presentación de obras que utilizaron el paisaje citadino como soporte, incluyendo el megaproyecto llevado a cabo en el Malecón de La Habana por el curador cubano Juan Calzadilla, durante el cual el muro limítrofe, con toda su carga simbólica,  se incorporó las más de las veces a la operatoria interna y al corpus de las piezas presentadas, lo cual resulta ser, a mi juicio, uno de los principales aciertos del proyecto, cuyo precedente inmediato era la antológica Uno, dos, tres, probando… de Yoan Capote y el colectivo DUPP.

Yoan Capote y DUPP. 1,2.3…probando

Sin embargo, de todas las exposiciones en las cuales se utilizó este recurso, la presentada en  el Centro Provincial  de Artes Plásticas y Diseño: Escapando con el paisaje, de la curadora cubana Elvia Rosa Castro y producida por Sandra Montenegro Contemporary Art, se convirtió a mis ojos en un punto obligado de reflexión acerca de las infinitas posibilidades que aún pueden emanar de un género que se ha insistido erróneamente en enclaustrar dentro de los estrechos límites de la levedad contemplativa, bajo el simple gobierno del oficio y la promesa de una fácil colocación de frente al mundo del coleccionismo.

Adriana Salazar. Escultura móvil

La propuesta, realizada por un grupo de jóvenes artistas colombianos y cubanos  es un ejemplo certero de un ensayo curatorial analítico donde se aborda la acción plástica desde una verdadera multiplicidad de soportes y lenguajes para lograr una especie de sinfonía, una tesis coherente, sólida y conceptualmente aprehensible: el individuo como elemento- testigo de la existencia de una relación biunívoca, íntima y a la vez perentoria  entre el hombre y su entorno. Un replanteamiento del mundo físico desde la introspección, desde una postura de infinita espiritualidad; la necesidad apremiante de evidenciar ciertas esencias que serán cruciales al futuro, el cuestionamiento crítico de nuestro propio protagonismo ante un todo que nos contiene, teniendo en cuenta nuestras crecientes potencialidades interventoras.

Así, Alexandra Mc Cormick (Colombia, 1978), con su propuesta Territorio sugiere, mediante el aparentemente ingenuo tratamiento de respeto y veneración a un viejo zapato encontrado en un lugar cualquiera, las infinitas y a veces incomprendidas posibilidades latentes en ese espacio que con frivolidad definimos como nuestro y que creemos “poseer”, su cualidad de don otorgado, de hallazgo.

Por su parte Miler Lagos (Colombia, 1973) con su proyecto de intervención urbana Vista en planta, nos sorprende –no hay dudas- en nuestra propia casa. El artista, obtiene nuevas lecturas de algunos entornos de la ciudad cuyos mismos habitantes se han acostumbrado a aceptar, con resignación, como escenarios decadentes y ruinosos; territorios poseídos por la negligencia y la apatía, mediante un simple cambio en la dirección de la mirada hacia aquellas zonas de la realidad que aún merecen ser salvadas y que resultan fuentes potenciales de belleza o sanación.

Lía García (Colombia,  1982) resume en una pequeña, pero bellísima instalación, Escombros, la infortunada suerte de la arquitectura histórica de la ciudad de Bogotá, y su constante mutación en las manos de los intereses de las compañías inmobiliarias y de la ausencia, en las agendas gubernamentales, de un plan de preservación de la memoria histórica del país.

Partiendo de presupuestos estéticos completamente divergentes, Elizabeth Cerviño (Cuba, 1986) y Osy Milián (Cuba, 1992) demuestran la eficacia y vigencia de la pintura, así como la viabilidad de hacer coincidir lo bello y lo visceralmente comprometido, al adentrarnos en un paisaje interior, un mundo ideal y vasto donde la defenestración de los derechos que aún nos asisten no alcanza  a ejecutarse.

Elizabet Cerviño. Trilogía de la niebla

La cáustica denuncia acumulada durante varios años en la obra de Adonis Flores (Cuba, 1971) acerca de la cosificación del ser humano, la pérdida de su autodeterminación y su sometimiento a la construcción ficcional de un hombre-paradigma que ignora la diversidad, alcanza uno de sus puntos culminantes en Maleza, donde subvierte con efectividad y fina ironía la clásica visualidad de los paisajes de masas que dieron lugar a todo un movimiento de la fotografía en la década del 60.

Adonis Flores. Maleza

El poder de la metáfora logra un punto culminante en la obra de Yornel Martínez (Cuba, 1981) que nos advierte la necesidad de la humanidad de retomar la palabra, en un mundo tiranizado por la engañosa visualidad mediática. El caligrama ha sido situado con gran eficacia a la entrada misma del salón, desde cuya postura privilegiada, olas de rojo se alzan sobre la eterna mansedumbre del tierno azul y agreden al  incauto, desprevenido que espera siempre un mar en calma.

Yornel Martínez. En la paz del azul reina la cólera del rojo

A decir de la curadora “Se trata de una expo inquieta, fresca y visualmente atractiva”, pero en realidad, trabajos como Escapando con el paisaje, Cuando caen las fronteras o como Las metáforas del cambio, por inteligentes antes que por humildes, alivian al evento cubano del despliegue de sensacionalismo o arrogancia, de ese “¿quién da más?” desenfrenado que parece padecer- ¿inevitablemente?-  el arte contemporáneo a nivel mundial  y apoyan en sus aspiraciones de espacio de experimentación,  generador de sentidos y sitio de confluencias a la Bienal de La Habana.

Notas:

  • XI Bienal de La Habana. Año 2012. Escapando con el paisaje tuvo lugar en el Centro de Arte y Diseño Luz y Oficios. La muestra estuvo integrada por Elizabet Cerviño, Marianela Orozco, Ernesto Javier Fernández, Rafael Domenech, José Manuel Mesías, Luis Enrique López, Rafael Villares, Yornel Martínez, Ernesto García, Ernesto Quintana, Adonis Flores, Osy Milian, Angélica Teuta, Adriana Salazar, Alexandra McCormick, Saul Sánchez, Miler Lagos, Rodrigo Echeverri, Luisa Roa, Lia García, Juan Carlos Zaldívar